Aiden sintió una punzada de tristeza por la pequeña, se aproximó a ella y la abrazó.
—También extraño a papá —confesó Leo, sus labios dibujaron un puchero.
Aiden tragó saliva, su corazón se hizo chiquito en el interior, durante esos dos años, Leo nunca se había desahogado, incluso ella llegó a creer que ya no recordaba a Edward, apenas tenía tres años cuando falleció, al ver la tristeza de los niños, le pidió a su hijo bajar de la silla donde estaba parado, y los abrazó a ambos.
—También perdí a mis papás cuando era niña, entiendo su dolor —susurró sintiendo un ardor en el pecho—. También extraño a Edward, pero las personas se mantienen vivas, mientras las recordamos —mencionó balbuceando, luego acarició la cabeza de Fiore—. Quizás algún día tu mamá reaccione y vuelva a casa.
Fiore se apartó del abrazo de Aiden.
—Eso es lo que más desea papá, que ella vuelva.
Para Aiden no fue sorpresa saber eso, sabía que Liam amaba con locura a Nicol, estaba tan ciego que nunca vio las señales, todos en el pueblo conocían las andanzas de esa mujer, pero él parecía que no.
—Esperemos que algún día regrese y tu papá vuelva a ser feliz, y tú también —susurró Aiden tratando de contentar a la pequeña.
Fiore arrugó el ceño.
—La extraño… pero no quiero que vuelva. ¡Nos abandonó! —exclamó y salió corriendo de la cocina, su pequeño cuerpo chocó con las piernas de su padre, quién había estado escuchando la conversación.
Liam se quedó mirando a su hija, sintiendo una punzada de dolor en su corazón. Sabía que Fiore estaba sufriendo por la ausencia de Nicol, y su comentario lo hizo darse cuenta de cuánto daño se había hecho.
—Fiore... —susurró Liam, inclinándose para abrazarla—. Vamos, no te pongas así.
Fiore lo miró con ojos llenos de lágrimas.
—Papá, ¿por qué mamá nos dejó? —preguntó, con su voz quebrada por el llanto.
Liam tragó saliva, sin saber qué responder. La verdad era complicada y dolorosa, y no quería cargar a su hija con esos sentimientos.
—A veces, las personas toman decisiones que no entendemos, Fiore. Pero eso no significa que no te ame —expresó tratando de consolarla.
Fiore asintió lentamente, aunque no parecía convencida. Aiden, que había observado la escena desde la cocina, sintió compasión por la niña.
—Fiore, ven aquí —expresó Aiden suavemente, abriendo los brazos para la pequeña.
Fiore dudó un momento, pero luego corrió hacia Aiden y se abrazó a ella. La sostuvo con firmeza, sus ojos se encontraron con los de Liam.
—Fiore, Leo y yo estamos aquí para ti —susurró Aiden con dulzura—. Vamos a cuidar de ti.
Liam se quedó en silencio, observando cómo Aiden consolaba a su hija. Aunque aún sentía resentimiento y amargura, no pudo evitar sentir una chispa de esperanza. Tal vez, solo tal vez, había una manera de que todos pudieran encontrar un poco de paz y felicidad.
—Muy bien —expresó Liam con su voz más calmada—. Hagamos esto funcionar, por Fiore, puedes quedarte.
Aiden asintió, aun abrazando a la pequeña, le pidió a Leo que llevara a Fiore a lavarse el rostro, cuando se quedó a solas con Liam lo encaró.
—Me quedo no porque tú lo ordenes —rebatió sin dejar de verlo a los ojos—. Permaneceré en este lugar para sacarlo adelante en memoria a Edward —expresó y la voz se le quebró por segundos al recordarlo—. Y por los niños, no voy a permitir que le hagas daño a tu propia hija, si tanto amas a Nicol, lucha por Fiore, ¿no te das cuenta de que la niña te necesita?
Liam sintió un pinchazo de culpa, pero enseguida lo reprimió. Bajó la guardia momentáneamente y se acercó a Aiden, sus ojos mostraban una mezcla de desafío y seducción.
—Aiden, sé que las cosas han sido difíciles, y que empezamos nuestro reencuentro con el pie izquierdo. Pero también sé que aún hay algo entre nosotros —murmuró Liam, tratando de suavizar su voz—. Puedo verlo en tus ojos. No puedes negar que todavía sientes algo por mí.
Aiden lo miró con incredulidad, sintiendo una mezcla de ira y desprecio. No podía creer que Liam intentara usar sus viejos trucos con ella. Ya no era la chica ingenua de antes.
—Liam, no puedes estar hablando en serio —mencionó frunciendo el ceño—. Lo único que siento por ti es desprecio. No voy a caer en tus juegos otra vez. Mi única prioridad aquí son los niños y la memoria de Edward.
Liam dio un paso más cerca, invadiendo su espacio personal, y levantó una mano para acariciar su mejilla.
—Vamos, Aiden. No te hagas la difícil. Recordemos los viejos tiempos —murmuró con voz ronca, inclinándose hacia ella con la intención de besarla.
Aiden, furiosa y asqueada, reaccionó instintivamente. Levantó la mano y lo abofeteó con fuerza, el sonido resonó en la habitación.
—¡No te atrevas! —exclamó, sus ojos brillaban con una furia intensa—. No soy la misma chica ingenua que conociste. No puedes jugar conmigo de nuevo.
Liam se llevó la mano a la mejilla, sorprendido por la fuerza del golpe y la determinación en los ojos de Aiden. Sintió una mezcla de ira y algo que no podía identificar.
—¡Te vas a arrepentir! —gruñó él, la agarró por los hombros, la besó a la fuerza.
Aiden forcejeó, empujándolo con las manos y pateando en la espinilla a Liam para liberarse.
—¡No vuelvas a tocarme! —gritó, su voz temblaba de rabia—. No soy tu juguete, Liam.
Liam se tambaleó hacia atrás, sentía el dolor en su espinilla mezclado con la humillación del rechazo. La furia en sus ojos se encendió aún más, pero algo en la determinación de Aiden le hizo detenerse. Sabía que empujar más allá ese límite podría destruir cualquier posibilidad de una reconciliación.
—Esto no ha terminado, Aiden —amenazó con voz tensa, tratando de mantener la calma—. Puedes quedarte, pero te aseguro que no será fácil.
Aiden lo miró con desafío.
—No espero que lo sea, Liam. Estoy aquí para quedarme, no te tengo miedo.
Liam se giró y salió de la habitación, dejando a Aiden sola con sus pensamientos. Sabía que la batalla apenas comenzaba, pero estaba preparada para enfrentarlo.
Mientras Liam se dirigía a su habitación, reflexionó sobre lo que había sucedido. No podía negar que el rechazo de Aiden lo había afectado más de lo que esperaba.
—¿Se habrá enamorado de Edward? —se preguntó.