Aiden comenzó a recorrer la casa, inspeccionando cada habitación. Notó el polvo acumulado en los muebles, las telarañas en las esquinas y la humedad que impregnaba el aire. Era evidente que la casa no había recibido ningún cuidado desde que Nicol se había marchado. A medida que avanzaba, llegó a una puerta entreabierta y empujó suavemente, revelando la habitación de Liam.
La habitación era un desastre. Ropa sucia estaba esparcida por todas partes, la cama deshecha y llena de sábanas arrugadas y manchadas. Un olor rancio llenaba el aire, y Aiden sintió una mezcla de repulsión y tristeza. No sentía pena por Liam, sino por Fiore, quien estaba atrapada en este caos.
—Esta niña no tiene por qué pagar por los errores de sus padres —murmuró Aiden para sí misma.
Recorrió la habitación, sintiendo la necesidad de poner algo de orden, al menos por el bien de Fiore. Sabía que no podía arreglar todo de inmediato, pero un pequeño esfuerzo podría hacer una gran diferencia.
Se arremangó y comenzó a recoger la ropa sucia, colocando todo en una cesta. Enderezó la cama y abrió las ventanas para dejar entrar un poco de aire fresco. Poco a poco, la habitación empezó a parecer menos caótica, aunque todavía había mucho por hacer.
Aiden se dirigió luego al cuarto de baño adjunto y encontró más desorden. Cepillos de dientes viejos, tubos de pasta dental aplastados y toallas sucias se amontonaban en el lavabo. Suspiró, sintiendo la magnitud de la tarea que tenía por delante, pero no se dejó intimidar.
—Esto es solo el comienzo —susurró con firmeza.
Sabía que su presencia en la finca no solo era una lucha por lo que Edward le había dejado, sino también por darle a Fiore un ambiente más saludable y seguro. No podía cambiar el pasado, pero podía influir en el presente y el futuro.
Con el corazón firme, Aiden continuó limpiando y organizando, prometiéndose a sí misma que no permitiría que Liam y su desorden destruyeran la oportunidad de un nuevo comienzo para todos ellos.
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En el bar del pueblo, Liam estaba bebiendo con algunos de sus amigos. Trataba de ahogar sus penas y la frustración de su confrontación con Aiden. Uno de sus amigos, un hombre robusto llamado Charles, se acercó y le dio una palmada en la espalda.
—Oye, Liam, has conseguido una mujer hermosa para reemplazar a Nicol, ¿eh? —indagó Charly con una sonrisa.
Liam frunció el ceño, sin entender de qué hablaba su amigo.
—¿De qué demonios estás hablando?
Otro amigo, Peter, se unió a la conversación.
—Sí, la vimos en el pueblo con Fiore y un niño. Es muy guapa, Liam. ¿Quién es?
Liam se dio cuenta de que estaban hablando de Aiden. Antes de que pudiera responder, el cantinero, un hombre mayor llamado Jon, intervino.
—Buena idea la tuya, Liam, conseguir un reemplazo para esa mala mujer que te abandonó. Tu hija necesita una figura materna y tú necesitas una esposa que cuide de tu casa y de ti.
Liam se quedó en silencio, procesando lo que le habían dicho. Recordó su reciente encuentro con Aiden y cómo ella había mostrado determinación y fuerza, muy diferente a la joven que recordaba. A pesar de todo, no podía negar que los sentimientos que alguna vez tuvo por ella seguían presentes, aunque se habían complicado con los años y los errores cometidos.
—Sí... —murmuró para sí mismo—. Es mi nueva pareja, ¿les pareció hermosa?
Todos asintieron y lo felicitaron por el buen gusto. Charly levantó su vaso en un brindis.
—Así se hace, Liam. Un clavo saca otro.
Liam sonrió débilmente y levantó su vaso, pero en su interior, estaba sumido en la confusión. Sabía que necesitaba a Aiden y a su hijo cerca, no solo por Fiore, sino porque el vínculo con ella le ofrecía una posibilidad de talvez recuperar lo que tuvieron en el pasado. Pero no podía engañarse: no se trataba de un simple juego. Aiden ya no era la misma chica ingenua que él había conocido, y él tampoco era el mismo hombre.
Sabía que el camino sería difícil, que los errores del pasado no se borrarían con facilidad, pero estaba dispuesto a intentarlo, no solo para redimirse, sino porque, en el fondo, sabía que los sentimientos que aún albergaba por Aiden eran reales y profundos.
«Voy a recuperar su amor»
***
Aiden, después de haber organizado un poco la habitación de Liam decidió que era hora de hacer una limpieza más profunda en la casa. Pero no podía hacerlo sola, así que fue a buscar a Leo y a Fiore.
Encontró a los niños en la habitación de Fiore, jugando con unos juguetes viejos.
—Chicos, necesitamos limpiar y ordenar la casa —avisó Aiden con una sonrisa—. ¿Me ayudan?
Leo, siempre dispuesto a ayudar a su mamá, asintió entusiasmado.
—¡Claro, mamá! ¿Por dónde empezamos?
Fiore, un poco más tímida, miró a Aiden con curiosidad.
—¿Vamos a limpiar mi habitación también?
Aiden asintió.
—Sí, Fiore. Empezaremos por tu habitación. ¿Te gustaría ayudarnos?
Fiore asintió lentamente, con una pequeña sonrisa en los labios.
—Está bien.
Los tres comenzaron en esa habitación. Aiden dirigió a los niños, repartiendo tareas.
—Leo, ¿puedes recoger todos los juguetes y ponerlos en esa caja? Fiore, tú puedes ayudarme a doblar y guardar la ropa en el armario.
Leo empezó a recoger los juguetes del suelo, mientras Fiore y Aiden se ocupaban de la ropa.
—Mamá, ¿puedo quedarme con algunos de estos juguetes? —preguntó Leo, sosteniendo un cochecito de juguete.
Aiden sonrió y asintió.
—Claro, Leo. Fiore, ¿te gustaría compartir algunos juguetes con mi hijo?
Fiore asintió tímidamente.
—Sí, me gustaría. Guarda lo que desees.
Aiden se conmovió del buen corazón de la niña, sintió nostalgia por ella.
«No voy a permitir que los malos padres que te tocaron arruinen tu futuro, aunque no lleves mi sangre, y seas hija del hombre que me destruyó, voy a protegerte» aseguró en su mente, observó a los niños con ternura. Poco a poco, la habitación comenzó a verse más ordenada y acogedora.
Después de terminar con la habitación de Fiore, se dirigieron a la cocina. Aiden abrió las ventanas para ventilar el espacio y les dio instrucciones a los niños.
—Leo, puedes ayudarme a lavar los platos. Fiore, ¿puedes limpiar la mesa y las sillas?
Leo se acercó al fregadero y comenzó a lavar los platos con Aiden.
—Mamá, ¿por qué está tan sucia la cocina? —preguntó Leo, frunciendo el ceño.
Aiden suspiró, tratando de encontrar las palabras adecuadas.
—A veces, las personas pasan por momentos difíciles y descuidan las cosas a su alrededor. Pero eso no significa que no podamos arreglarlo.
Fiore, limpiando la mesa, levantó la mirada.
—Papá siempre está triste desde que mamá se fue. —La voz se le quebró—. También la extraño —su vocecita sonó suave, y varias lágrimas corrieron por sus mejillas.