La noche había caído sobre la finca, y el silencio se extendía por todas partes. Liam, incapaz de conciliar el sueño, decidió bajar a la cocina por un vaso con agua. Caminó por la casa en penumbra, intentando despejar su mente de los pensamientos y emociones que lo mantenían despierto. Bebió el agua en silencio, sintiendo el líquido fresco calmar su garganta seca. Mientras subía de nuevo a su alcoba, un sonido suave llamó su atención. Se detuvo en el pasillo, aguzando el oído. Eran sollozos, suaves y desgarradores, que venían de la sala. Se acercó cautelosamente y vio a Aiden, acurrucada en un viejo mueble, abrazada a sus piernas y llorando en silencio. Aiden sollozaba en la oscuridad, susurrando palabras entre lágrimas. —Edward... te extraño tanto —murmuró, las lágrimas corrian por su