[Capítulo 6: Boss, Baba & Dragon head]
Punto de vista Boss
Estambul, Turquía.
Bajo de mi avión privado en tierras turcas, mis negocios en este país necesitaban de mi atención y vine a ver cómo va todo, además, he sido invitado a venir por el líder de la mafia turca, en el pasado hemos colaborado juntos en varios negocios y tenemos una agradable amistad. Al menos sé que él no me dará un tiro en la espalda ni yo a él.
Camino siendo respaldado por al menos cinco Vorys, hombres de mi entera confianza que darían su vida por proteger la mía. Los miembros más leales de la Bratva caminan a mi lado. La confianza que desprendo al caminar me la dan ellos, porque sé que teniendo un respaldo grande voy seguro por el mundo.
Tres camionetas blindadas nos esperan. A pesar de que Murat Atalay —el nombre del líder de la mafia turca con quién me encontraré—, no es más rico que yo, él despilfarra el dinero para que la gente crea que sí lo es, por eso estas cosas camionetas blindadas que al entrar me recibe unos sillones con hilos de oro, licoreras y chapas bañadas en oro y diamantes.
Sus negocios conmigo le han dado mucho dinero, por eso cada vez que yo vengo me trata como un rey, pero él no ha entendido que demostrar dinero es tener una mentalidad de pobre y que no importa cuantos negocios tengas ni cuánto dinero posea, si de cerebro se queda corto, no es totalmente pobre.
Por eso, yo soy líder de una de las mafias más grandes del mundo y no solo del este, como lo es en su caso. El trayecto hasta la mansión de Murat es de veinticinco minutos, el trayecto es rápido y despejado pues utilizamos rutas alternas.
La mansión de Murat se alza a lo lejos y cuando las camionetas se detienen frente a la puerta, uno de los hombres de Murat me abre la puerta y salgo alisando mi traje y retirando mis lentes de sol.
—El patrón lo espera en su despacho, señor Volkov.
Reconozco a quien me habla, es la mano derecha de Murat, asiento con la cabeza, conozco perfectamente el camino hacia el despacho y no porque haya estado en este lugar anteriormente, sino por el hecho de que a cualquier lugar que llego, mis Vorys ya han hecho investigación con anterioridad. Sé mejor que nadie, incluso sé más que los que viven acá, de cómo salir de este lugar sin ser visto.
La oficina de Murat está impregnada de un aire denso para cuando yo llego, teñido por la mezcla de humo de cigarro y la presencia de Murat Atalay, el jefe de la mafia turca. Mis zapatos resuenan contra el suelo de mármol mientras avanzo hacia el lujoso despacho, flanqueado por mis hombres de confianza. La ostentosa decoración del lugar apenas hacía eco de mi magnitud, aun cuando los diamantes, rubí y esmeraldas se dejan ver por aquí y por allá, un recordatorio constante de mi posición como el temido Nikolai Volkov, el Boss de la mafia rusa.
Murat se puso de pie con una sonrisa temblorosa, sus ojos evitando directamente los míos como si no pudiera soportar mi mirada. Una pequeña inclinación de su cabeza fue su intento de reverencia.
—Nikolai Volkov, como siempre un placer tenerte en mi hogar. —sus palabras eran suaves, pero su voz apenas llegaba a disimular la sumisión detrás de ellas.
Mis ojos recorrieron la figura de Murat. Vestido impecablemente, con un traje a medida que pretendía estar a la altura de mi presencia. Sin embargo, no había traje que pudiera esconder la diferencia abismal entre nosotros. Me sentía como un rey entre plebeyos, y Murat era simplemente un sirviente con aires de grandeza. Vuelvo a decirlo, de nada vale tener lujos y demostrarlos, si cuando hablas con una persona no eres capaz de mantener una mirada fija. Pobreza de mente, pobreza para siempre.
Sus dos acompañantes, mujeres de belleza exuberante, ocupaban un rincón del despacho. Sus miradas gritaban que estaban allí para satisfacer cualquier deseo que pudiera tener Murat y cualquiera que entrara en la habitación. Pero a mis ojos, eran meras distracciones, simples marionetas de Murat. Chicas que probablemente no hablen su idioma, pero que harían lo que fuera por un poco de dinero.
Muy diferente a las que están en su bar, mujeres obligadas a estar allí. Mujeres que fueron traídas gracias a mis negocios y preparadas por Ekaterina.
Murat intentaba mantener la compostura, pero sus gestos y la forma en que se movía indicaban claramente su incomodidad. Me divertía verlo agitarse bajo mi mirada. Como un pobre cobarde. Puedo percibir el miedo, y Murat lo emanaba como un perfume amargo.
—Mis mejores alianzas son contigo amigo. —Murat se esforzó por sonar convincente, pero sus palabras apenas resonaron en mi indiferencia.
—Alianza, sí. Pero no olvides tu lugar, Murat. —mi voz ronca resonó en la sala, una advertencia apenas velada. Él asintió, como un perro faldero aceptando su posición. —Amigos no somos.
Las mujeres a su lado se movieron con gracia, pero sus ojos buscaban desesperadamente alguna aprobación en mi rostro. Les dirigí una mirada breve, desinteresada, antes de volver mi atención a Murat. Su fachada de jefe de la mafia turca palidecía frente a mi presencia.
Me senté frente a él mostrando que en este lugar nada más era un invitado, pero yo ya había dejado claro quién dominaba la sala. Mi arrogancia y prepotencia resonaban en cada rincón, un recordatorio constante de que Nikolai Volkov no se doblega ante nadie.
Y que, como yo, no hay nadie más grande.
***
Le doy un trago más al tequila, llevo media hora escuchándolo hablar unica y exclusivamente de las nuevas rutas de contrabando de droga desde Suramérica que logré conseguir al lado de Gallagher.
Al idiota de Gallagher que dejó que se dieran cuenta de nuestra relación, lo bueno es que solamente expuso las rutas hacia su país y no las otras. Ineptos del gobierno que piensan que únicamente colaboró contra un solo país.
Justo en el momento en el que ya estoy a punto de cabecear del aburrimiento, por la puerta entran Ekaterina junto con un hombre bajito, de cabello n***o y liso y ojos rasgados. Mi sonrisa de medio lado se hace evidente cuando él me ve.
—Boss, cuánto tiempo.
Me pongo de pie y le doy un abrazo de fuertes palmadas en la espalda.
—Dragon head, creí que estarías preso.
Él ríe negando con la cabeza, es un hombre muy bajito y ágil. Y nada más y nada menos que el jefe de la mafia china.
Quién lo viera en la calle, pensaría que es un simple ciudadano chino. Un hombre promedio sin gracia. Su vida es muy diferente a la de Murat, lo que hace que me caiga mejor. No presume su dinero, que casi alcanza el mío, y vive su vida viajando haciendo sus negocios muy bajo cuerda.
Murat en cambio, es un pendejo que tiene prohibida la salida del país, muchos carteles con su nombre adornan la ciudad y es por ello que siempre hay que venir a visitarlo y no al contrario.
Ekaterina se acerca a mi y me da un beso en mi mejilla, dejando sus labios por más segundos de los necesarios.
—Boss, tan guapo como siempre.
Su mano pasa por mi pecho tocando las placas que cuelgan de mi cuello. Huo Feng es lo contrario a Murat Atalay, mientras el turco es alto, robusto, con el cabello ya entrando a ser canoso, de nariz aguileña y mandíbula alargada, siempre lleva consigo joyas de oro extravagantes; Dragón Head es bajito, muy delgado, de cabello muy muy oscuro y totalmente despojado de joyas. Acá la diferencia es que si alguien mira a Murat pensará que es algún ejecutivo, si se mira a Huo se pensará que es algún mecánico.
La diferencia es cuando ambos abren la boca. Se nota a leguas quien es mejor (además de mí persona), no hace falta más de dos minutos de conversación para escoger un bando.
—Ekaterina me ha comentado que tienes carnes
fresca en tu morada —dice Huo poniéndome tenso de inmediato, más por la manera en la que los hombros de Murat se levantan interesados en la conversación.
—¿Carne fresca? —pregunto haciéndome el idiota.
—¿Cuánta carne tienes? —esa pregunta es hecha por el turco.
—Solo una, ¿verdad, Ekaterina?
Mi mirada se encuentra con la mirada de la pelicorta, veo el momento en el que sus hombros se sacuden ante mi escrutinio. Una cosa le dije y una cosa ignoró.
—No tengo ninguna carne fresca —respondo con seriedad.
—¿Me has mentido, Karina? —pregunta el asiático recortando el nombre. —Juraste frente a mi que era una mujer muy joven y hermosa y que sería perfecta para el Baba.
El baba es el apodo que le tienen a Murat. Alguna especie ridícula de respeto por el mayor de la mafia rusa. Murat se acomoda mirándome fijamente.
—¿La has traído? —pregunta él, aprieto mis puños sobre mis piernas. Mi respiración se comienza a acelerar y Ekaterina se mueve incómoda. Sabe que ha metido la pata por completo.
—¿No ha quedado claro ya que no hay nadie para traer? —pregunto dejando ver mi malestar.
Ellos no dicen nada dándose cuenta de que no estoy para hablar de ese tema. Rose Gallagher en mi fortaleza no es una mujer de paso para negociar. Esta allí porque necesita de mi protección, cosa que ella no ha notado.
No sabe que no soy su enemigo, que estoy para cuidarla mientras se resuelve la situación de su padre. Es una maldita niña malcriada y terca me tiene muy molesto. Se empeña en hacerse la fuerte y madura y realmente es todo lo contrario.
Sus constantes negativas en querer adaptarse a su nuevo hogar me tienen sin cuidado, lo que me molesta es el hecho de que crea que así como también tenía a su padre de rodillas complaciendo todos sus caprichos, me tendrá a mi.
He tenido que recordarle a quien le estaba hablando. No soy un maldito sirviente que no ha calentado a la temperatura correcta su comida.
Si ella no coopera, se dará de bruces contra la miseria. He intentado que confíe. Que entienda que para este punto, los rusos no somos sus enemigos.
Espero que en esa pequeña cabeza que tiene le entre una pequeña luz de sabiduría.
Tiene un rostro muy hermoso como para seguirlo arruinando con el constante maltrato al que ella misma se somete, porque si pudiera un poco de su parte, sería tratada como una reina, pero aún no se ha dado cuenta de ello.