[Capítulo 2: Yo decido ]
Punto de vista Rosie
Moscú, Rusia.
Si hay algo que recuerdo muy bien de laclase de seguridad nacional, es cuando nos hablaron de que muchos criminales a simple vista no lo parecen dado su aspecto físico. Algunas personas tienen la absurda creencia de que líderes de las mafias más aterradoras del mundo son hombres entrados en sus cuarenta, barrigones, canosos y evidentemente cero atractivos.
Pero la realidad es muy diferente. Hay algunos que son simplemente una copia de dioses griegos, me atrevo a preferir llamarlos demonios griegos. Altos, acuerpados, una bola de músculos y piel bronceada, mirada intensa y seductora.
Y una sonrisa malditamente encantadora.
Porqué tú los ves y no creerás que son personas despiadas, crueles, asesinos a sangre fría, mentes criminales líderes de organizaciones terroristas. Eso no se nota.
Y Nikolai me lo confirma.
Sus ojos acaramelados parecen divertidos ante mi sorpresa de tenerlo frente a frente. Es un hombre joven, no creo que tenga mas de 32 años y eso que podría incluso no llegar a los 30, pero no me atrevo a dar una edad exacta porque nunca aparenta lo que es. Él tiene una barba espesa que lo hace ver mayor y esa es la razón de no atreverme, puede que incluso tras todo ese vello facial haya un rostro más juvenil.
¿Ya dije que es alto?
Parece una torre alta de músculos, en sus brazos se pueden apreciar varios tatuajes a tinta negra al igual que en su cuello, el cual es ancho, de este cuelgan varias placas militares y yo me pregunto cómo fue que las obtuvo. Además de ello, también lleva un rosario, sí, de esos que se usan para rezar y me pregunto que tan irónico es el hecho de que para un hombre como él que parece ser su propio dios, tenga el descaro de una posesión como esa.
Es muy irónico sabiendo todo el mal que ha hecho. Pero vale, que solo Dios lo puede juzgar.
Hago memoria, alguna vez tuve en mis manos el documento legal de la policía que lo posiciona como uno de los hombres más peligrosos del mundo, si mal no recuerdo decía:
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Líder de una red criminal rusa (la más grande hasta el momento conocida) con conexiones en diversas industrias ilegales.
Historial Criminal:
Contrabando internacional.
Lavado de dinero a través de inversiones en el sector financiero y propiedades de lujo.
Presunto responsable de varias desapariciones y asesinatos de aquellos que han cruzado su camino.
Métodos de Operación:
Utiliza su encanto para ocultar sus verdaderas intenciones.
Conocido por estrategias inteligentes y tácticas evasivas.
Se cree que utiliza intermediarios para mantener distancia directa de actividades ilegales.
Nivel de Peligrosidad:
Clasificado como "Extremadamente Peligroso".
Notas Psicológicas:
Carismático y astuto.
Puede utilizar la manipulación emocional como estrategia.
Observaciones Adicionales:
Se recomienda precaución extrema al abordar, ya que puede ser impredecible y peligroso.
Se sospecha de conexiones con otras organizaciones criminales a nivel internacional.
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Claro... Porqué gracias a mi padre yo terminé acabando junto a un maldito psicópata. Genial.
—Veo que no necesito presentación, ya sabes quién soy —su voz me pone a temblar. Es muy grave, ronca y... Malditamente sexy.
«Utiliza su encanto»
Si, ya lo creo. Estaban en lo cierto y eso es muy peligroso.
Yo no respondo, me quedo en silencio observandolo a través de mis ojos encharcados. Mis mejillas están empapadas de lágrimas y de vez en cuando mis hombros se mueven por los hipidos que aún me salen.
—¿Le cortaron la lengua cuando le dieron ese golpe en la boca para no hablar? Porqué es lo que parece —dice mirando al hombre de dientes torcidos. Lo que no tiene Nikolai porque su sonrisa es perfecta.
—No —respondo yo. Parece sorprendido de escuchar mi voz, pero esa sorpresa es ahuyentada rápidamente. —Quiero irme a casa.
Los hombres que están tras Nikolai sosteniendo armas y los otros hombres que están a mi lado sueltan carcajadas, como si yo hubiera dicho lo más gracioso del mundo.
—Eso no va a pasar —dice él y en serio que su voz es algo del otro mundo. —Le prometí a tu padre que te cuidaría y créeme, yo siempre cumplo lo que prometo.
Esto último me hace estremecer porque suena a amenaza en lugar de promesa.
—No me importa. No quiero estar acá —sus pasos son decididos cuando se acerca con rapidez hacia mi. Es ágil a pesar de ser grande y no me da tiempo siquiera de dar un paso atrás cuando está prácticamente pegado a mi. Sus ojos me observan fijamente y yo debo levantar mucho mi barbilla para poder mirarlo.
—Si yo digo algo, se hace ¿Entendido? —mis piernas tiemblan ante el repentino cambio de actitud, ahora sí que creo estar frente a un hombre que puede darme dos tiros en la frente en este momento.
Aún así. Yo siempre he sido caprichosa y un poco idiota.
—No me importa —me encojo de hombros, sus ojos adquieren un brillo al verme y sé que eso no es bueno.
Hagamos de cuenta que es un aparato de esos para medir la temperatura, parece que Nikolai comienza a subir rápidamente al punto máximo donde explota en ebullición, que en el mundo de la mafia (creo) se refiere a acabar con mi vida.
—No pertenezco a esto, no quiero pertenecer y voy a irme...
—Vete, pero que sepas que ahí afuera te están buscando por ser cómplice de Vicent.
—¡Yo nunca he sido su cómplice! —exclamo levantando mis brazos molesta. ¡Yo no he hecho nada malo! —. Los actos de mi padre no tienen nada que ver conmigo. No voy a ser juzgada por él.
Una sonrisa aparece en su rostro. Es de esas sonrisas cuando uno mira a una persona y piensa: «Que inocente es. No sabe nada de la vida aún»
—Eso es lo que crees, pero tú padre no era un santo y sin que te dieras cuenta te ha estado usando para sus movidas —niego con la cabeza totalmente cerrada a creerle. No es posible
—. Si sales al mundo exterior sin mi protección, serás capturada y acusada de espionaje, conspiración y sabotaje.
Abro mis ojos y mis labios impactada por sus palabras.
—¡Yo no he hecho nada de eso! —exclamo comenzando a respirar agitadamente.
—Para ellos si lo hiciste —dice Nikolai levantando una de sus manos para acariciar mi rostro, me rehuso a su toque y me muevo hacia un lado. —Vicent no era un santo, dada su posición en la embajada pudimos abrir nuevas rutas para la distribución de la mercancía. Tu padre era el encargado de darme documentos de identificación falsos, permisos de tránsito aéreo y visas americanas con las cuales no te imaginas todos los delitos que hicimos.
Su sonrisa es perversa.
—Uno de esos nombres es tuyo —niego con mi cabeza rápidamente. No. Por supuesto que no lo hizo. —Rose Gallagher, pasó desapercibida por la frontera muchas veces al ser hija del embajador de Estados Unidos, un hombre íntegro y muy profesional, amante de su patria —se burla —. Lo creyeron todo y mientras eso sucedía, aquella doble de Rose iba llevando mercancía ilegal.
Hay.... Hay muchos cabos sueltos y no creo en lo que dice. ¿Cómo iba mi padre a utilizar mi nombre? No lo creo. Además solo tocaba levantar el teléfono y averiguar si yo estaba en la universidad en vez de en Estados Unidos. Por dios, esto no tiene ningún sentido.
Me siento mareada. Confundida. Traicionada por mi propio padre. ¿De verdad fue capaz de hacerme daño a mi? ¿A la hija que decía ser la luz de sus ojos? Cada noche al llegar a casa me saludaba con una sonrisa y me decía que me amaba, ¿acaso fue mentira? Me apuñalaba mientras yo no lo veía...
—Vete si quieres, Rose —mi nombre en la voz de Nikolai se siente muy mal. Él no debería de conocer mi nombre. Yo no debería de estar en este lugar —, pero allá afuera te esperan mínimo 50 años de cárcel por todos los delitos cometidos.
Quiero darle un golpe en esa sonrisa de mierda que se forma en su boca. Una sonrisa que me sabe a burla y humillación. Sus ojos brillan divertidos y no sé cómo diablos puede ser tan insensible, malo, despiadado. ¿Cómo hace daño y no le afecta?
Quiero a mi mamá.
Quiero decirle que papá no es el hombre que creíamos, que me ha herido. Que me ha entregado a la maldita mafia Rusa y no sé porqué lo hizo.
No nos faltaba nada.
¿Fue codicia? ¿Ambición? ¿Deseo de lujos? ¿Todo eso junto?
Si, cumplía todos mis caprichos, pero yo jamás le pedí algo imposible. Nunca fui ambiciosa ni le exigía cosas costosas. No entiendo para que tenía que tener nexos con la mafia Rusa si no necesitaba nada más.
Mi barbilla tiembla. Quiero ir a casa. A un lugar donde me sienta segura. No quedarme acá muerta de miedo sin saber qué pasará conmigo el día de mañana.
—¿Ahora lo entiendes? —pregunta Nikolai —. Acá vas a estar muy bien, eres mi invitada especial. El máximo trato es para ti.
Las lágrimas bajan por mi mejilla. Me siento agotada, me duele el labio donde me golpearon, pero lo que más me duele es el corazón. Papá me engañó. Me ha dejado a la suerte de una banda criminal. ¿En qué diablos piensa ese hombre?
«Ellos cuidarán bien de ti» sus palabras llegan a mi cabeza.
¿Si? ¿Me cuidarán para matarme? ¿Abusar de mi? ¿Torturarme? ¿Me obligarán a hacer algo que yo no quiero? ¿Me venderán?
La mafia rusa es conocida por ser traficantes de mujeres para explotación s****l. No quería pensar en ello porque tenía la esperanza de irme, pero ahora que veo que la salida está difícil de este lugar, no me imagino todo lo que podrían hacerme.
¿Es mejor 50 años de cárcel o 50 años de ser usada a su antojo? Poniéndolo en esa perspectiva, la cárcel suena mucho mejor...
—Me voy a entregar —digo decidida, Nikolai da dos pasos atrás. Ahora sí que la sorpresa está en su rostro —. Prefiero mil veces pasar toda mi vida encerrada en una cárcel que quedarme acá y ser usada para la mierda que sea que hagan. No quiero tener ninguna relación con la mafia Rusa.
Los ojos de Nikolai irradian en furia. Son fuego derretido, está con los hombros tensos.
—Yo nunca rompo mis promesas —dice con la mandíbula tensa y los dientes apretados —. ¿Quieres estar en una maldita cárcel? Pues así será.
Señala a dos hombres a su espalda quienes vienen a pasos decididos y me toman de ambos brazos.
—Llevenla al calabozo para que aprenda lo que se siente estar en una cárcel.
Una venda es puesta en mis ojos y soy arrastrada por varios minutos antes de que me llegue un olor a humedad muy fuerte, soy lanzada hacia algún lugar desde las alturas. Mi cuerpo cae con fuerza sobre hormigón frío y sucio, el olor es horrible y mi cuerpo duele debido al golpe.
—Niña estúpida —dice uno de los hombres —, no tienes idea de lo que acabas de hacer.
En eso tiene razón. No lo sé.
Dejo caer mi cabeza contra el suelo frío y húmedo. Mi cuerpo recogido en posición fetal, las lágrimas salen pero ya no sollozo y a pesar de que tengo las manos libres y puedo soltar la venda de mi rostro. No lo hago.
No quiero abrir los ojos y enfrentarme a mi nueva realidad.