Capítulo 2: Un pésimo día

4654 Words
La siguiente mañana inició con la misma energía que la anterior. Camila arribó al trabajo con la mejor disposición y entusiasmo, pero percibió que en el ambiente algo había cambiado. Y todo era gracias al nuevo, a Juan Pablo Morante, que al parecer tenía la capacidad de hacer que todos gravitaran a su alrededor. La primera certeza la tuvo en la entrada, en dónde siempre estaba Jaime, el jefe de los custodios de seguridad. Era un allegado de todos los días, alguien con quien compartía cierta camaradería. Con frecuencia mantenía una especie de conversación ritual durante esos minutos antes de comenzar a trabajar. No era un asunto demasiado importante, porque en realidad no eran amigos cercanos. Durante los instantes en que se saludaban hablaban sobre el clima, de lo duro de comenzar el día y sobre lo bonito que sería ir de viaje a alguna parte bella y exótica del mundo. También podía suceder que conversaran durante algunos minutos sobre algún asunto de actualidad del que todo el mundo hablaba. Era algo que se había hecho parte de su rutina, que la hacía sentirse bienvenida en su trabajo. No obstante, cuando inició ese día no pudo desplegar dicha liturgia cotidiana. Había sido interrumpida por la presencia de este personaje, que charlaba animadamente con Jaime. No podía saber de qué hablaban. Pero parecía ser algo gracioso, porque ambos se estaban riendo. Nadie tuvo la intención de hacerla sentir excluida, pero sucedió. Los dos hombres conversaban muy divertidos y no notaron su presencia. Tomó sus cosas y lo único que alcanzó a decir cálidamente fue: — ¡Buenos días! Ambos se volvieron hacia ella, sonrieron con gentileza y le respondieron brevemente: — ¡Buen día, Camila! — dijo Jaime. — ¡Hola, Camila!— la saludó Juan Pablo de manera más informal. Y a continuación siguieron platicando. Caminaba hacia la oficina cuando sintió unos pasos rápidos que se acercaban y la voz del nuevo que la llamaba. — ¡Camila! — escuchó detrás de ella. Se dio vuelta y sonrió en un esfuerzo de lucir confiada. — Me gustaría que nos reuniéramos más tarde para tratar asuntos relacionados con los contenidos de la programación. ¿A qué hora estarás libre? — De preferencia, después del mediodía. — ¿Está bien si me acerco a eso de las trece? — ¡Claro! Sólo tienes que ir a la oficina frente a la tuya. — repuso. — Es difícil que me pierda, ¿verdad? — ¡Eso supongo! — Le respondió— ¡Nos vemos!— dijo mientras lo saludaba brevemente con su mano derecha.. Llegó a su despacho en dónde Mariana la puso al tanto de las novedades de la programación nocturna. — Durante la madrugada se llevó a cabo la transmisión del partido de Argentina versus Francia en el torneo amistoso internacional, desde j***n. Tuvimos un rating alto, teniendo en cuenta el horario. — ¡Por supuesto! Es fútbol, ¡nunca falla! — comentó con un tono levemente irónico. — En el programa Diariamente avisaron que van a entrevistar al concejal Ordoñez, que está implicado en el escándalo de corrupción. — ¿Cómo fue que surgió el reportaje? — Como sabrás, el equipo de periodistas del show ha desarrollado la noticia durante los últimos días señalando aspectos nada favorables para el concejal. De hecho somos el medio más importante que ha hecho esto. — Comenzó a explicarle su asistente — Su secretario se comunicó con la producción del show. Al parecer criticó duramente la postura de la emisora frente al problema y dijo que estaban difamando al dirigente, perjudicando su buen nombre. — dijo Mariana con un poco de sorna. — Por eso les exigió que le concedieran el derecho a réplica. — Es lógico, — comentó Camila—... y es además su derecho legal. La emisora debe darle la oportunidad de exponer su punto de vista. De lo contrario la empresa podría ser demandada. — afirmó Camila. — ¿A qué hora será la llamada? — Alrededor de las once. — Bien, me acercaré a la transmisión entonces. Lo mejor es que presencie el reportaje, como responsable de la programación. Voy a necesitar que estés atenta, para avisarme si por alguna razón se adelanta la entrevista. — Entendido. — Afirmó su asistente. A continuación Camila tomó un poco de dinero de su billetera y se lo entregó a Mariana. — ¡Por favor, ve a traerme el té verde!— le pidió. — ¡Claro, enseguida!— le dijo. La joven abrió la puerta y en los segundos que la mantuvo abierta pudo observar que Juan Pablo ingresaba a su oficina. Entonces oyó como Mariana saludaba al nuevo de forma muy acaramelada. Y cómo era de imaginarse, a sabiendas de que debía ir hasta el negocio cercano que vendía bebidas calientes, se ofreció a traerle algo. Lo que llegó hasta ella fue el murmullo de la conversación. No obstante entendió algo sobre un café n***o con edulcorante, por lo que era evidente que aceptó su propuesta. Camila ingresó en su despacho y durante unos minutos, se dedicó a revisar su agenda del día. Mientras lo hacía encendió una radio que había en su oficina para seguir cada momento del programa de la mañana. Era una producción exclusiva de la emisora, y por lo tanto tenía la responsabilidad de estar al tanto de los asuntos más importantes de su desarrollo, como la inminente entrevista que se llevaría a cabo esa mañana. Entonces, sucedió lo que esperaba. La comunicación iba a ser cerca del mediodía, pero se adelantó. Fue evidente cuando el conductor del show anunció que en minutos hablarían con el político implicado en el escándalo del momento. Salió de su oficina y se dirigió a la sala de transmisión. Allí habló con la producción del programa para establecer rápidamente algunas pautas, aunque fuesen obvias. Les recordó brevemente a los periodistas que debían dejar que el concejal hablase y diese su versión de los hechos primero. Podrían formular preguntas imparciales cuando terminara de hablar. No acostumbraba a intervenir en estas cuestiones. Pero como directiva de la radio, debía asegurar ciertas condiciones con la finalidad de evitar problemas legales en el futuro. Tenían que ser precavidos, dado la relación adversa que evidentemente se había planteado con este dirigente. Minutos después, tal como ella lo había indicado, dejaron que hablase a su gusto. El individuo comenzó a narrar su trayectoria política desde sus inicios, hasta el momento en que salió victorioso en las elecciones, algo que relató con tintes heroicos bastante risibles. Al abordar la acusación que enfrentaba, lo único que hizo fue decir que había sido calumniado y que sólo se lo atacaba por ser un dedicado representante de los ciudadanos de Rosario. Cuando no tuvo más que decir fue el turno de los periodistas de hacerle preguntas. Lo que siguió fue genial, porque sólo con cuestionamientos lógicos, lograron ponerlo en problemas. Basados en información que proporcionaban registros públicos, le preguntaron cómo justificaba el acelerado crecimiento de su patrimonio personal, en un lapso de tan solo cinco años. El político no pudo explicar de qué manera pasó de estar endeudado en el pago de la renta de un departamento, a poseer dos casas enormes, al menos dos coches de alta gama y una generosa cuenta en el banco. El sujeto trató de justificarse argumentando que tenía ahorros e inversiones que le habían dado enormes dividendos. Pero nada de eso sonó ni siquiera creíble y no concordaba con sus ingresos humildes como funcionario público. Camila quedó fascinada con el reportaje. Por un lado habían cubierto las bases del derecho a réplica, por lo que la emisora había quedado protegida. Por el otro también desarrollaron una entrevista picante, de gran interés público. Cuando terminó la comunicación, felicitó a los periodistas. Les auguró que el reportaje seguramente daría que hablar y sería uno de los momentos más exitosos del año. Después regresó a su oficina porque tenía que hablar con los productores de esos shows cuyo rating ya era muy bajo. Era una parte indeseable de su trabajo, pero debió darles un plazo de quince días para mejorar su impacto en la audiencia, o de lo contrario dicho programa debería llegar a su fin. Sintió mucha pena al hacer esto. Eran figuras de la radio que estaban en la actividad desde hacía más de diez años. Muchas eran leyendas del medio, pero no tuvo otra alternativa. Después se dispuso a continuar con los asuntos pendientes en su agenda. Aún debía reunirse con el equipo de publicidad para establecer algunas pautas para la grabación de los siguientes comerciales, de acuerdo a lo acordado con los nuevos patrocinadores. También debía entrevistar candidatos para cubrir el puesto de reportero para el equipo móvil que reportaba noticias desde los exteriores. Se encontraba ensimismada, cavilando sobre todos esos asuntos, cuando alguien llamó a la puerta de su despacho. Evidentemente no era Mariana, quien por lo general ingresaba directamente en el lugar. Se trataba de alguien más. — ¡Adelante! — dijo en voz alta. Entonces se abrió la puerta y Juan Pablo se asomó con un aire precavido, como esperando a que le confirmara que podía pasar. Se sorprendió al verlo, se había olvidado completamente de su existencia. — ¡Hola! — le dijo. — ¡Juan Pablo! ¿Qué se te ofrece? — le preguntó. — Estoy aquí por lo del contenido de la programación. ¿Recuerdas? — le dijo. — ¡Si, claro! — exclamó ella al rememorar la conversación que habían tenido al ingresar esa mañana en la empresa. — Creí que vendrías a las trece. — Sí, — afirmó él— aquí me tienes, muy puntual. Camila se percató de que no tenía idea de qué hora era. Miró rápidamente en su móvil y lo comprobó, era el momento en el que habían convenido que se reunirían. Él notó su vacilación y prefirió darle una alternativa: — Si no es el mejor momento, puedo regresar más tarde. Tal vez a última hora del día. Pero necesito que hablemos hoy sobre esto. La directora de programación hizo un leve gesto resignado. Decidió que no dilataría el asunto. — Nunca es un buen momento… — comentó — pero lo acordado, es lo acordado. Pasa, por favor. El aludido así lo hizo y tomó asiento frente a ella en el escritorio. Entonces abrió un archivo que había traído con él, del que sacó una hoja. Después se la entregó. — Como verás, Camila, mi trabajo en radio Del Sol es darle una nueva fisonomía que llame la atención de las generaciones más contemporáneas. — Si, recuerdo lo que hablamos en esa reunión con Alcázar. Pero tengo que serte sincera. La radio ya lidera la región en cuestión de audiencias. La idea de “rejuvenecer” — dijo dibujando con sus dedos unas comillas invisibles para resaltar esta última palabra— … el target me parece un objetivo digamos que… ambiguo. — ¿Por qué lo dices? — Somos una emisora de AM. — Dijo— Yo amo la radio, pero es un medio arcaico en comparación con otros que han invadido la modernidad en las últimas décadas. Honestamente quisiera saber cómo piensas llamar la atención de los oyentes que estén en sus veintes. — Admito que es todo un desafío y comprendo tu escepticismo. Por eso, para comenzar con el proceso he elaborado una lista de sugerencias, muchas de las cuáles considero que pueden ser aplicadas en el show de la mañana. — ¿Te refieres a Diariamente? — Si, ese mismo. Si no estoy mal informado es una producción exclusiva de la radio y de hecho es su mayor éxito. Por lo tanto, es la cara más visible para la audiencia y una oportunidad de captar nuestro rango objetivo. Léelo y dime lo que piensas. Camila comenzó a recorrer el escrito con la vista. Eran una serie de items con metas a lograr en el plazo de unos tres meses. Como lo había imaginado previamente, muchas rayaban en lo ridículo. —Corrígeme si me equivoco. Aquí dice creación de momentos humorísticos e informales. — Si, ¡exacto! — ¿Por qué deberíamos hacer algo así? — Una estrategia lógica es observar lo que hace la competencia en el mismo segmento. La emisora LT Ros también tiene un programa informativo durante las mañanas, conocido como Despertando. — Si, lo conozco. Pero no entiendo por qué los nombras, están detrás de nosotros en las encuestas… — Pisándoles los talones, — la interrumpió él — la lectura de agencias estadísticas secundarias incluso los ubica encima de ustedes por un margen mínimo. — Conozco esos índices alternativos y son muy pequeños. En realidad no representan ningún peligro. — Yo no los subestimaría si fuese tú. Sobre todo si tenemos en cuenta que su audiencia se acerca un poco más a nuestro target objetivo. — ¿De qué estás hablando? — De que son escuchados por una audiencia cuyo margen comienza en los veintiocho años. — ¡Y con eso, qué! — Afirmó Camila— ¿Qué es lo que tiene que ver con nosotros? — En que el estilo levemente informal que tiene ese show ha atraído a gente más joven de lo usual. — Pues, ¡me alegro por ellos! Pero no entiendo por qué deberíamos prestarles atención. — Porque sabes que la competencia es dura, Camila. No puedes darte el lujo de que los aventajen de ninguna forma. La jefa de programación había imaginado un escenario similar a este desde el momento en que le presentaron al nuevo. Estaba familiarizada con la mentada estrategia de copiar a la competencia, tenía la certeza de que aplicarla en la radio era una pésima idea. — Diariamente es un programa de radio informativo. Cuenta con periodistas muy respetados en el medio y por eso tiene una audiencia sólida. No veo por qué deberíamos tratar de imitar a alguien más. — Me extraña de ti, Camila. Supuse que en tu trabajo sabrías la importancia de renovarse, de evolucionar para sobrevivir. — Creo que la manera de ganar es diferenciándonos con un estilo propio. No copiando el de los demás. — Lo entiendo y lo respeto. Pero creo que es algo que debes reconsiderar. Siguió leyendo la lista y de no ser que se suponía que el asunto iba en serio, imaginó que en una situación diferente se reiría con ganas. — ¡Vaya! — Exclamó honestamente asombrada— Inclusión de una locutora femenina con una voz de estilo sensual. — Leyó— ¿me estás hablando en serio? — Comprendo que como mujer vas a oponerte al concepto. Pero no trataré de disfrazarlo, el sexo vende, es una cuestión de mercado. — ¡Es una cuestión de sexismo, querrás decir! — Alcázar me dijo que valía la pena considerarlo. — Conozco a Alcázar, y sé que le teme a una mala recepción por parte de la audiencia femenina. Por lo tanto, desde ya te digo que no. Eso no va a pasar. — Podrías al menos reconsiderarlo. Camila hizo falsamente un gesto pensativo, como si su pedido fuese suficiente para que cambiara de opinión. — ¡Caray! Ahora que lo dices… — dijo mientras acariciaba su mentón con su índice derecho— ¡Claro que no! — sentenció finalmente. La exasperación se dibujó en el rostro de Juan Pablo. — Me asombras, Camila. Creí que tendrías una mejor disposición a nuevas ideas. — Usualmente, lo estoy. Pero esto no son ideas creativas, son ridiculeces. — Escucha, comprendo la resistencia a los cambios. Pero tu actitud me parece excesivamente obstinada. — Puedes pensar lo que quieras, pero hay algo que tienes que entender. Y eso es que en la práctica soy la segunda al mando en lo que respecta a la radio, después de Alcázar. Tú no eres más que un recién llegado a esta tripulación. Además yo sé lo que funciona en la radio y tú no. Y si piensas que… Camila tenía mucho que decir, pero no pudo continuar. En ese momento sonó su móvil. Miró en la pantalla, ¡era Alcázar! Hizo un gesto leve a su interlocutor. – Espérame un segundo— dijo y después atendió la llamada— ¡Cómo está Heriberto! ¡Dígame! — a continuación se puso de pie y se ubicó frente a la ventana. Juan Pablo escuchó la conversación y notó que hablaban de algo preocupante. — No comprendo, — comentó ella— si el concejal Ordoñez insiste en presentar una demanda, va a perder. Le permitimos hablar y expresar su punto de vista. Si quiere haré que le envíen una copia de la grabación, en ningún momento lo atacaron. Sólo le hicieron preguntas imparciales… No era posible saber qué decía su interlocutor, pero se escuchaba un murmullo retumbante. — Heriberto, se cae de maduro que no tiene un caso. El sujeto está molesto porque las preguntas que le hicieron después lo pusieron muy incómodo. Que no haya podido quedar bien, no es nuestra culpa. Lo que quiere hacer es despertar miedo y enviar un mensaje aleccionador al periodismo en general… — se silenció unos instantes mientras escuchaba a su jefe— Perdóneme, pero no. No pienso sancionar a los periodistas. Hicieron un excelente trabajo. Y si eso es un problema, yo misma explicaré esto ante el directorio. Alcázar nuevamente dijo algo, y por el gesto de Camila, sonaba grave. —Lamento que piense eso, señor. Comprendo que no le gusten las demandas. Pero espero que entienda que se trata sólo de una táctica intimidatoria de un político frente a un medio que no lo apoya. Si quiere, mañana discutiremos sobre este asunto. — dijo, antes de que se terminara la comunicación. La vio resoplar consternada, evidentemente se había presentado un problema grave. No obstante se volvió hacia él y sonrió levemente. Ahora no podía lidiar con sus propuestas alienadas. — Me temo que vamos a tener que aplazar esta conversación. Ahora tengo otros asuntos de los que encargarme. — Está bien, jefa. Comprendo. Podemos retomar este asunto mañana. Observó que tomó la hoja con sus sugerencias y que la guardó en una carpeta. Al menos no la había tirado a la basura. Se dirigió a la puerta y antes de retirarse le dijo: — Nos vemos. Cuando quedó sola respiró profundamente tratando de encontrar el equilibrio en su interior. Desde que había comenzado el día por alguna razón todo se había puesto de cabeza. Tenía que recuperar las riendas de la jornada. Se dio cuenta de que no había tomado su té verde. Pero notó que no estaba sobre el escritorio como solía suceder. Llamó a su asistente: — ¡Mariana! ¿Me trajiste el té verde? — le preguntó cuándo se asomó por la puerta. — Sí, claro. — aseguró la muchacha. — ¿Acaso es una versión invisible? Porque no lo veo. La chica se rascó la cabeza, desconcertada. — Pero,... ¡Si lo dejé aquí!- exclamó. Sin embargo, no era así. Volvió mentalmente sobre sus pasos para recordar lo que había hecho temprano en la mañana. Entonces se dio cuenta de su error— ¡Ups! ¡Perdóname! Ahora que lo pienso no te lo traje. Al escuchar eso Camila se sintió muy frustrada. — ¡Cómo! ¿Por qué no lo trajiste? — Es que también pedí el café para Juan Pablo, por lo que tuve que esperar un rato más. En ese comercio habían puesto la radio en los altoparlantes. Entonces anunciaron la entrevista con el concejal. Salí corriendo para avisarte, como habíamos quedado. Con la prisa tomé el café y olvidé tu té. ¡Lo siento tanto! — ¡Mariana! — Protestó Camila — Sabes perfectamente lo importante que es que mi día inicie tomando mi té verde. — ¡Sorry, Camila! — Repuso su asistente con un aire entre sofisticado e infantil— Si me das cinco minutos voy hasta el negocio y te lo traigo. La jefa de programación suspiró resignada. En realidad no era el trabajo de su asistente el hacer esos mandados. Además, a esa altura del día ya no tenía mucho sentido. — No, olvídalo. — Respondió desanimada — Asegúrate de ordenar los reportes de la semana, por favor. — Lo siento, Camila. — Repitió otra vez— De verdad lo siento. Juro que mañana no se me va a olvidar. — le prometió profundamente avergonzada por el descuido, antes de retornar a su escritorio para continuar con su trabajo. Terminó el día tan bien como pudo. Había sido complicado, pero por suerte aún quedaban algunas horas en las que esperaba que algo bueno pasara. Todavía podía mejorar, no debía concluir necesariamente como un flamante fiasco. Tenía una buena razón que justificaba esta expectativa. Ese día se encontraría con Darío, en el mismo lugar en dónde le confesó su amor. Hoy evaluarían su relación, y seguramente darían el paso definitivo en el que permanecerían juntos. Se habían tomado un tiempo, en el que lo extrañó como loca. Y algo le decía que él sintió lo mismo al estar lejos de ella. Así que podía sentir que otra vez volverían a reunirse. Esta vez para siempre. Llegó a su departamento, y se tomó unos momentos para relajarse a sus anchas en el sofá, mientras miraba un rato la televisión. Y entonces recibió el abrazo y el calor de quien era su favorito en este mundo. Era un individuo de cabeza negra, lomo n***o y panza blanca. Tenía unos ojos verdes expresivos y una personalidad calmada que era capaz de liberarla del estrés. Michelino era un gato hermoso, afectuoso y ella sospechaba que también era demasiado inteligente para ser sólo un felino. Era mucho más capaz que varias personas que conocía. Cinco años atrás lo rescató de la calle, cuando era pequeño. Fue en un día lluvioso y frío. Lo habían abandonado en una caja que difícilmente lo protegía porque estaba muy mojada. Lo llevó al veterinario e inmediatamente se hicieron inseparables. Ella le proveyó medicinas, comida y un hogar seguro y afectuoso. A cambio él le dio afecto incondicional, calma, consuelo y momentos tiernos y divertidos. Era un acuerdo que podría considerarse justo, pero en el que sentía que en realidad era la más beneficiada. En ese momento se sentó sobre su pecho y mientras amasaba su regazo con sus patas, ronroneaba y pasaba su morro contra el mentón de Camila. — ¡Ay, gatito! — suspiro mientras le acariciaba el lomo. — ¿Qué sería de mí si no estuvieras aquí para darme tu amor? Cómo si comprendiera cada una de sus palabras comenzó a emitir maullidos pequeños entremezclados con su ronroneo. Era típico de ese minino parlanchín, capaz de mantener a su manera una charla con su humana favorita. Camila tenía la certeza de que su gato en realidad la entendía mejor que nadie. Siempre estaba allí para darle amor y eso era mucho más de lo que eran capaces de hacer muchas personas. Se dispuso a prepararse para su cita. Previamente debió sobornar a Michelino con una lata de comida, porque el gatito en su ánimo afectuoso no la dejaba ir. Después se aseguró de ataviarse debidamente, como una ganadora en el amor. Se puso su prenda favorita. Era un vestido gris perlado que se ajustaba perfectamente a su cuerpo haciéndola sentir como una sirena sexy a la que ningún hombre podría resistirse. Dejó su cabello suelto, al que le dio formas arremolinadas con una buclera y se maquilló con toda la intención de verse muy seductora. En menos de lo que esperaba, llegó al bar en dónde quedó en verse con Darío. Era un sitio agradable con un ambiente muy romántico. No podía desear un mejor escenario para su reconciliación. Tomó asiento en una de las mesas centrales, desde dónde se podía observar la belleza del lugar. Le dijo al mesero que pediría algo un poco más tarde, cuando llegara la persona que estaba esperando. Minutos después arribó Darío. No pudo evitar emocionarse cuando lo vio avanzar hacia ella. Adoraba su cabellera enrulada y esos ojos verdes, de expresión muy tierna. Se veía guapo, tal como lo recordaba. Incluso un poco más, ya que manifestaba una personalidad más relajada y segura. Sonrió cálidamente cuando llegó a la mesa. — ¡Darío! — Exclamó — ¡Qué bueno que viniste! Él la observó por momentos y dibujó una sonrisa tenue en su rostro, como si estuviera confundido. — ¡Camila! — Dijo— Te…te…— Ella interpretó su vacilación como un signo indudable de que estaba emocionado de verla. —...te ves muy bella. — Logró decir finalmente. — ¡Gracias! Tú también te ves muy guapo. Darío no se había arreglado demasiado. Vestía prendas de todos los días, pero se veía bien. Él tomó asiento y ambos pidieron que les sirvieran café. Y después quedaron allí solos, mirándose en silencio tratando de encontrar las palabras adecuadas para hablar de ellos. Darío tomó la iniciativa de romper el hielo. — Lo que te voy a decir, tal vez te enoje. Pero cuando me dijiste que nos viéramos aquí, el lugar me sonaba familiar pero no podía recordar por qué. Ahora que te veo aquí tan hermosa sentada en esta mesa, eso me refrescó la memoria. En este lugar fue dónde nos pusimos de novios. — Así es, — dijo Camila emocionada — aquí comenzó nuestra historia… Darío sonrió nuevamente, miraba hacia todos lados y le costaba decidir qué postura mantener en la silla. Lo conocía, era muy sensible pero le tomaba tiempo expresar sus sentimientos. Tenía que tener paciencia y dejar que todo fluyera naturalmente. Prefería no presionarlo, pero decidió que sería la primera en decirle lo que sentía. — Deseaba mucho verte, Darío. — Dijo y tomó una de sus manos entre la suyas — Te extrañe mucho, amor. Esta distancia hizo que entendiera lo mucho que te amo. Darío la miró por momentos a los ojos y después bajó la mirada. Entonces apartó delicadamente sus manos de las suyas. Esto desconcertó a Camila. Era un gesto simple, pero no cuadraba con lo que había imaginado que sucedería en ese momento en el que le abría su corazón. — Lamento ser tan terrible recordando lugares y fechas. Si me hubiese percatado de que se trataba de este lugar, seguramente te habría propuesto un sitio no tan bonito… — hizo una pausa — ni significativo. La expresión de Camila se ensombreció. Lo que acababa de escuchar ahora le daba una interpretación diferente a lo que podía percibir del estado de ánimo de Darío. Repentinamente dudó, ¿Qué era lo que él sentía en realidad? ¿Emoción o incomodidad? — Y bien, — dijo— ¿Cómo te sentiste tú todo este tiempo? ¿Me extrañaste también? Él entrecruzó sus dedos pensativamente y después volvió a mirarla a los ojos. — Pensé mucho en tí todo este tiempo en el que estuvimos separados. Quiero que sepas que te tengo mucho cariño y que te considero una gran mujer…— volvió a hacer una pausa. — Pero…— dijo ella mientras hacía un gesto circular en su dirección con la mano, invitándolo a continuar. — ¿Qué? — preguntó él desconcertado. — Te estoy ayudando, Darío. Lo que sigue es… pero… — Ya no estoy enamorado de tí Camila. Lo siento. Tuvimos algo muy bello pero se acabó. Camila se restregó los dedos de una mano en la frente de forma ansiosa. Se quedó en silencio unos segundos, esperando un milagro, algo que le indicara que había escuchado mal. Su mente le jugó una mala pasada proyectándole brevemente una escena alternativa en la que le decía todo lo contrario. Pero no le quedó más que descartarla. En la vida hay días buenos y otros malos. Y sin importar su capacidad de resiliencia, en ese momento tuvo la seguridad de que estaba experimentando uno de los segundos, de los pésimos, si tenía que ser honesta consigo misma.
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