La jornada de trabajo concluyó, sin que se volvieran a ver de ninguna forma. Ni siquiera en el momento de salir de la empresa. Pero eso no evito que se encontraran en el elevador del edificio.
Cuando Camila ingresó en este, sumida en sus pensamientos le pareció que estaba sola. Pero pronto notó que detrás de ella ingresó Juan Pablo, seguido de Norma Díaz, que vivía en el octavo B.
Ambos se ubicaron en los extremos del ascensor. Entre ellos quedó la vecina, quien era una mujer muy extrovertida. No soportaba ni un minuto de silencio, siempre tenía que llenar esos vacíos de alguna forma, hablando demasiado.
Además conocía a Camila, por lo que siempre tenía algo que decirle.
— ¡Cómo estás, querida!— la saludó.
— ¡Hola, Norma!— repuso ella.
— ¿Notaste qué caluroso está el día?
— ¡Claro!
