Capítulo 2

2464 Words
Tan pronto como el omega cruzó las puertas del club, cerró sus ojos un momento y prestó atención hasta que ese silencioso sonido suave y armonioso llegó a él. Levantando sus párpados, aquellos ojos de un inusual y hermoso color azul grisáceo fueron directamente hacia la barra y una automática sonrisa perfecta, heredada por parte de su padre, surcó en su rostro al contemplar al señor gruñidos moviéndose para preparar tragos. No importaba cuanto tiempo había transcurrido desde que Taylor descubrió aquel lugar, el inusual sonido de un triángulo seguía apareciendo cada vez que estaba cerca de Boris. En un principio, no había tenido ni la menor idea de donde provenía dicha melodía tan relajante, ni siquiera tuvo idea de qué instrumento provocaba tal sonido, por lo que al castaño omega le tocó investigar al respecto hasta descubrir la verdad. Dicho sonido era del instrumento triángulo que se producía cada vez que era golpeado con una varilla, y solo podía escucharlo cuando el pelirrojo alfa estaba cerca. No sabía si Boris lograba escucharlo al igual que él y bajo la misma condiciones, tampoco podía preguntarle considerando que ya le observaba como si estuviera un poco loco, pero entre creer y no creer, el omega prefería hacerlo. Después de todo, parecía ser que era el único que podía escuchar aquel sonido, ya que la primera vez que lo escuchó fue el único tipo que movió su cabeza de lado a lado, buscando de donde provenía, y cuando preguntó si alguien más lo había escuchado, solo recibió una mirada rara. Decidido a darle un buen momento al sexy pelirrojo, Taylor se internó en el club, saludando a algunas personas y esquivando a otras en lo que se dirigía hacia la barra. La primera vez que el omega puso un pie en el lugar, no había habido tantas personas. No se podía decir que el lugar estaba mal y a punto de cerrar, pero no hubo tanta actividad como la había en ese momento. Todo había mejorado para club desde que Spencer fue contratado en la cocina para preparar unos exquisitos platos que iban a la perfección con cada trago que servía el lugar. Sin contar que el haber publicado fotos describiendo el buen lugar que era a pesar de estar infestado de sexys motoqueros y la excelente comida, mejoró aún más las ventas y los visitantes. Si bien, en un principio a cualquiera le daba miedo entrar debido a lo atemorizantes que se veían los miembros del motor club, si le daban la oportunidad, fácilmente descubrían que no eran los idiotas bastardos malvados que la mayoría asumía por su apariencia, sino que eran simpáticos y hasta protectores con los más débiles. El lugar tampoco estaba mal, con un montón de mesas con asientos cómodos y la separación perfecta para tener privacidad, invitaba a los clientes a tomar asiento y beber, conversar y comer tranquilamente. La música invadía el lugar, tenía el volumen suficiente para que todos pudiera escucharla y a la vez hablar sin problemas. Y a pesar de que no había una pista de baile como tal, sí había un espacio libre en el centro del lugar, junto a unas mesas de billar para los que querían entretenerse un rato. Incluso las mismas mesas poseían diferentes tipos de cartas para iniciar un juego si así lo deseaban. El club Reyes era bueno en todo sentido, y Taylor agradecía el día en que entró siguiendo ese maravilloso aroma de comida que le llevó a conocer tan increíble lugar tranquilo. Rodeado de un agradable ambiente y con alfas que tenían un club destinado a proteger y ayudar a los más débiles, era imposible para Taylor sentirse asustado por el tipo que había estado siguiéndolo. Cuando el omega observó un banquillo desocupado frente a la barra, no dudó ni un solo segundo en acercarse y tomar asiento en este. —Aquí —anunció, alzando una mano para llamar la tención de Boris. Como siempre hacía al verlo, los labios firmes del pelirrojo alfa se apretaron en una especie de mueca, la cual ya había reconocido como una de felicidad que Boris realizaba cada vez que lo observaba. Pero tan ocupado como se encontraba el alfa en ese momento, este no fue inmediatamente a su lado tras reconocer su presencia, haciéndole esperar en lo que lentamente se deslizaba hasta él. Si no fuera porque Boris era digno de mirar hasta haciendo algo tan simple como preparando diferentes tipos de trago, Taylor si se habría irritado un poco porque le hiciera esperar a pesar de que fuera un conocido. Se suponía que los amigos siempre tenían prioridad ante los otros, ¿no? Aunque no era exactamente un amigo del alfa, y tampoco tenía interés en acercarse en ese sentido. —¿Qué es lo que quieres? —preguntó el pelirrojo alfa cuando finalmente estuvo frente a él, utilizando como siempre aquel tono duro y casi cortante con esa mirada impenetrable. Si hubiera sido otro omega, este se habría acobardado un poco ante la combinación y su lado sumido habría salido inmediatamente a flote ante el intimidante alfa, pero... Taylor no era cualquier omega. —A ti —respondió descaradamente con su mejor sonrisa dulce y coqueta. Como siempre, aquellos labios se torcieron en una mueca y una mirada de advertencia pasó por esos ojos de un intenso azul atrayente. Unos ojos, rodeados por una alta pared que no reflejaban más que soledad y tristeza. Y eso había sido lo primero que llamó la atención de Taylor. ¿Por qué un hombre tan apuesto y sexy tenía tales sentimientos siendo reflejados en sus ojos? —No me hagas perder mi tiempo —le reprochó Boris con su usual fruncimiento de cejas en su frente—. ¿Qué es lo que quieres? —reiteró—. Y donde me salgas con esa estupidez nuevamente, le diré a los chicos que te saquen a patadas de este lugar —advirtió en un gruñido bajo. —No lo harías, me quieres demasiado —respondió confiadamente con una risita. —¿Quieres probar? —cuestionó alzando una ceja de forma desafiante. —Nop —respondió rápidamente—. ¿Spencer sigue trabajando? —preguntó. —Sabes que después de que la cocina se cierra, Spencer no vuelve a ella —respondió preparando un trago para la persona al lado de Taylor. —Pero Spy nunca se va inmediatamente —argumentó. —Lo hace desde que está esperando un cachorro y la única persona que está sufriendo de los síntomas es su alfa —respondió—. Si solo has venido a molestar con preguntas tontas, vuelve a casa —ordenó. —¿Y Spencer no ha dejado en la cocina mi plato con comida? —preguntó ignorando sus palabras, intentando alzarse para observar sobre el hombro del alfa las puertas que lo llevarían al lugar de trabajo de su amigo. Claro que con su pequeño tamaño y los hombros amplios de Boris no estaba resultando precisamente un trabajo fácil. —Este no es la clase de lugar que guardamos comida para un cliente en especifico —respondió sin observarlo. —Nop, solo lo hacen por mí porque todos me quieren, incluido tú —sonrió colocando sus manos bajo su rostro mientras movía sus pestañas inocentemente. —Vuelve a casa —ordenó sin cambiar su expresión. —Oh, vamos —pronunció bajando sus manos—. Tengo hambre, no hay comida en mi casa y ya es muy tarde como para ir a comer a fuera —argumentó—. No harías que un omega saliera sin compañía a comer, ¿cierto? Incluso me vestí bonito para ti —señaló su atuendo. —Largo —anunció y se retiró al otro extremo de la barra. Soltando un largo suspiro sonoro, Taylor recargó sus codos sobre el mesón de la barra y luego apoyó su rostro entre sus palmas. —Ni siquiera me dijo un comentario bonito —refunfuñó por lo bajo. —Pierdes el tiempo coqueteando con ese alfa —anunció un hombre apareciendo mágicamente a su lado. Observándolo, aquellos ojos azul grisáceo recorrieron al indudable alfa de pies a cabeza antes de detenerse en ese barbudo rostro ancho un tanto desagradable debido a las manchas de salsa en su barba. —Solo es un trabajo lento —respondió, volviendo su mirada a Boris, quien seguía atendiendo personas en el otro extremo. —Yo podría ser un trabajo rápido por ti —expresó con una sonrisa llena de doble intención. —No, gracias, prefiero los trabajos lentos y complacientes —contestó con una sonrisa inocente. —Me gustas —pronunció el alfa con una risa—. Si me acompañas allá atrás podría darte una probada de lo que puedo darte esta noche. —Lo sientop, no me interesa —rechazó. —¿Es porque ese pelirrojo está en un motor club? —preguntó y se dio vuelta para señalar su espalda—. Yo también estoy en uno. —¿En serio? —exclamó con sorpresa—. Pues que bien por ti, estoy seguro de que podrás conseguir a otros tipos enseñándoles tu chaqueta —aseguró. —No quiero a otros, te quiero a ti —anunció perdiendo un poco de su buen humor. —Y yo lo quiero a él —declaró señalando a Boris—, pero no todos obtenemos lo que deseamos, ¿no? —Suficiente. —esperó irritado, apoderándose de su muñeca—. Pensaba en darte un buen rato en el callejón, pero contigo cinco minutos en el baño es suficiente —declaró. —Wow, ¿así que solo puedes durar cinco minutos? —preguntó con sorpresa. Claro que su comentario no pareció serle muy divertido al contrario, según el rojo que consumió su rostro lleno de una expresión molesta. —Maldita puta, vendrás conmigo —ordenó liberando de su aroma con unas pequeñas feromonas amenazantes. Solo fue una pequeña cantidad de ellas para actuar en el lado sumiso del omega y así hacerle obedecer debido al temor sin la necesidad de utilizar su voz de mando. Luchando contra sus instintos, Taylor se quedó donde estaba observando con molestia al otro hombre. —Te quitaré ese rostro arrogante —espetó apretando su mano en un doloroso agarre que finalmente le sacó un pequeño quejido de dolor. Levantándose de su banquillo dispuesto a darle una lección al molesto hombre con los movimientos que le enseñaron sus hermanos, Taylor se deleitó cuando Boris apareció y tiró de la mano del otro alfa apartándola fácilmente. —Cuando alguien aquí dice que no, es no —gruñó el pelirrojo alfa. —El dijo que si —mintió. —Todos aquí sabemos que no, y si estás tan decidido a meterte en problemas, debes asumir las consecuencias —anunció y señaló a su alrededor. Curioso, Taylor observó y alzó sus cejas con sorpresa al ver que la mayoría de los miembros del motor club "Reyes del inframundo" Tenía su total atención puesta en ellos, como si lo hubieran estado vigilando sin que se diera cuenta. —Tch, no vale la pena —anunció finalmente el tipo, apartándose para volver a su mesa. —Gracias, sabía que muy en el fondo de tu corazón sí me querías —expresó golpeando juguetonamente el brazo de Boris. Claro que el alfa no le observó exactamente de la mejor manera antes de volver a rodear la barra para ubicarse detrás de ella. —Deja de meterte en problemas si luego no puedes lidiar con ellos —le reprochó el pelirrojo alfa, extendiendo un plato con comida en su dirección. —No es como si yo lo buscara, ellos vienen a mí —argumentó. —Y tú con tu boquita no ayudas —indicó. —Pero tú sí lo haces —expresó sonriente. —No lo hice por ti, si no porque Spencer estaría triste si algo te pasara —se defendió el alfa. —Dilo si eso te hace sentir mejor —canturreó. —Solo come y luego ve directo a casa —ordenó. —Ves como si te preocupas por mí, señor gruñidos —exclamó encantando. Negando como si fuera un caso perdido, Boris se alejó otra vez, dejando un ligero rastro de su increíble aroma de cacao y... Pino. Siguiendo con una gran sonrisa en su rostro, Taylor sacó su teléfono y tomó una foto de su comida antes de publicarla junto a la fotografía de la taxista, cumpliendo con su promesa de colocar buenos comentarios. Dejando su teléfono sobre la mesa, el omega disfrutó de la comida que su amigo había dejado preparada especialmente para él. Sus ojos como siempre, se mantuvieron atentos al pelirrojo alfa, observando la forma en que se movía, la confianza que exudaba con cada acción y palabra. Cuando lograba que su mirada fuera lo suficientemente insistente como para que Boris observara en su dirección, Taylor aprovechaba para lanzarle un beso al alfa o guiñarle un ojo. No es que fuera realmente una persona tan descarada que coqueteaba abiertamente, pero había cierta diversión en hacerlo con el pelirrojo alfa que le gustaba al omega, ya que lo único que obtenía en respuesta eran gruñidos y más gruñidos. Terminando de comer, Taylor intentó llamar la atención de Boris para pagar y molestarle un poco más, pero al verlo tan ocupado decidió dejarle en paz esa noche y captó la atención de su compañero en cambio, cancelando con él. Con su estómago lleno y su estado de ánimo mejor ahora que había visto por un momento a Boris, el omega se levantó y se dirigió a la salida. —¿El tipo en el auto ya se fue? —preguntó al par de alfas que custodiaban la puerta. Cuando una fresca ventisca golpeó su rostro, subió el cierre de la chaqueta hasta su cuello. —Nunca lo vimos aparecer por aquí —respondió uno. —Entonces la taxista si logró perderlo —pensó—. Bueno, gracias por todo, nos vemos mañana —se despidió avanzando un paso. —¿No quieres que alguien te lleve? —ofreció el segundo alfa. —Nah, estaré bien, la parada de autobús está cerca y este me deja justo frente a mi edificio —les respondió mientras se alejaba. Agitando animadamente su mano en forma de despedida, el omega se alejó finalmente deteniéndose en el paradero para esperar el autobús. Buscando su celular para observar la hora, las cejas del omega se fruncieron al no encontrar nada en ningún bolsillo. —La barra —pronunció al recordar como había dejado su teléfono ahí. Chasqueando su lengua, el omega se levantó y alcanzó a detenerse cuando casi se estrelló contra un cuerpo. —¿Ewan? —musitó con sorpresa de ver al alfa frente a él.
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