Capítulo 1

2571 Words
Empujando sus lentes más arriba por el puente de su pequeña nariz respingona, Taylor observó concentradamente la pantalla del computador frente a él, asegurándose de que ningún detalle se le estuviera pasando por alto en lo que editaba el video que había grabado. Cuando el primer rugido de su estómago apareció, el omega lo ignoró y alzó su mano para buscar a tientas unas galletas de chocolate que había comprado más temprano. Con su mano tocando nada más que un papel vacío y su estómago siguiendo quejándose hasta el punto en que sintió un ligero dolor, como si su cuerpo estuviera reclamándole por no escucharle y prestarle atención realmente, el omega finalmente se detuvo. Parpadeando un par de veces, Taylor se quitó sus lentes y pasó sus manos por su rostro antes de observar su escritorio, encontrándose con el papel de sus galletas completamente vacío. Eso hizo que instintivamente el omega juntara sus cejas en confusión, estaba seguro de que no las había abierto hacía mucho tiempo y aun así, ya no le quedaba ni siquiera una migaja de ellas. —¿En qué momento se fueron todas? —murmuró estirando sus brazos sobre su cabeza, haciendo sonar algunos de sus huesos al estirarse de lado a lado. Bostezando, los ojos azul grisáceo del omega se abrieron enormemente al contemplar la hora en la esquina de la pantalla de su computador. Con razón no quedaba ninguna galleta de su paquete, hacía más de cuatro horas que se encontraba sentado frente a su escritorio, editando videos y trabajando en ellos. Lo que explicaba también por qué sentía su cuerpo tan entumecido. Pasar tanto tiempo sentado en un lugar sin moverse no era realmente lo suyo, pero era un pequeño sacrificio que sufrir con tal de subir contenido de calidad a sus r************* , para todas aquellas personas que le seguían y apoyaban continuamente con palabras dulces y alentadoras. —No creo que Spencer esté ya en la cocina a esta hora —se lamentó levantándose de su asiento luego de guardar los avances que había tenido ese día. Ya le había pasado antes de que simplemente se había levantado de su mesa sin asegurarse de que realmente respaldó todo, y luego le tocó descubrir de la peor manera que nada se guardó y tenía que comenzar todo de nuevo. Saliendo de la habitación que utilizaba para grabar y editar todas sus fotos y vídeos, Taylor fue a su cocina y abrió la puerta de su refrigerador solo para encontrar una botella de leche abierta en el interior. —Eh... —musitó confundido. Volviendo a cerrar la puerta, la abrió solo para encontrarse con el mismo paisaje lamentable. —¿Por qué no tengo comida? —pronunció en voz alta, cerrando la puerta para encontrarse con un post-it pegado en esta—. Importante, debes comprar alimentos. No olvides ir al supermercado. ¡Necesitas comer, Ty! —leyó su propia letra—. Oh, bueno... Eso explica mucho —suspiró. Tomando otro post-it, el omega escribió otro aviso para salir de compras y lo pegó esta vez en la entrada de la cocina, así no lo olvidaría otra vez... O al menos eso esperaba. Arrastrando sus pies hacia su sala de estar, se dejó caer sobre el sofá y sacó su celular para publicar en su cuenta de i********: una foto de él haciendo pucheros mientras escribía que estaba muriendo de hambre por haber olvidado salir de compras. No muchos segundos después, comenzó a recibir comentarios donde bien, se reían de él, otros que se apiadaban, y los que comentaban estar en la misma situación. Las recomendaciones de lo que podría comer comenzaron a caer de una en una luego de ello, y aunque más de una opción le tentaba, la verdad es que en su mente ya había decidido que saldría al mismo bar de siempre para atormentar a su sexy alfa pelirrojo. No sabía si Spencer le habría dejado su plato de comida guardado, pero definitivamente valía la pena para Taylor el pegarse aquel viaje solo para contemplar tal monumento de alfa gruñón. Sonriendo, el omega se levantó y se dirigió a su habitación casi dando pequeños saltitos de la emoción que sentía al saber que dentro de unos minutos podría estar observando a Boris. Estaba seguro de que el alfa iba a estar alegre de verlo, aunque lo ocultara detrás de unos gruñidos molestos, sabía que no podía odiarlo, ya que era la única luz que iluminaba su aburrida vida. Deteniéndose frente a su closet para elegir algo de ropa adecuada para salir, observó su celular cuando este comenzó a sonar y contempló el rostro de su madre brillar en la pantalla junto a su nombre, anunciando su llamada. —Hola mamá —saludó y colocó el altavoz para poder dejar su teléfono sobre su cama en lo que elegía su ropa. —Hola cariño, vi que publicaste que otra vez olvidaste ir al supermercado —comentó Aurora. —Sí, supuestamente iba a ir esta mañana, pero comencé a grabar un video sobre un videojuego que me pidieron que jugara y luego de pedir comida solo me puse editarlo y se me fue todo el día —explicó. —Eres tan distraído —se lamentó su madre en un suspiro. —No es que sea distraído, solo que me sumerjo mucho en lo que hago y lo olvido —se excusó, sacando un suéter de su closet para luego probárselo sobre su ropa frente a un espejo. —A eso se le llama ser distraído, hijo —indicó y Taylor rió al verse atrapado—. Tu padre quiere que intente convencerte de volver a casa —anunció. —¿Otra vez con eso? —preguntó, quitándose su camiseta para colocarse aquel suéter ancho con la letra A en grande en el centro—. Ya llevo casi cinco meses viviendo aquí, hasta León se rindió con ello, no sé por qué sigue insistiendo en que me convenzan de volver —indicó. —No es la primera vez que olvidas ir de compras para reponer tu despensa —anunció. —A todos nos pasa —argumentó buscando otros pantalones—. Si ustedes no tuvieran a la señora Carmen, tampoco recordarían hacer ese tipo de cosas —se defendió. —Te robaron el celular. —Corrección, lo perdí en el centro comercial —aclaró tomando dos tipos de jeans para probárselos frente al espejo. —Solo la semana pasada tu padre fue por ti a la comisaría —le recordó. —Eso no cuenta, un alfa me estaba molestando y no me iba a simplemente a quedar quieto y fingir una sonrisa mientras escuchaba toda su mierda s****l —argumentó arrugando su rostro de solo recordarlo—. Hasta papá dijo que hice bien. —¿Realmente te gusta vivir ahí? —preguntó su madre finalmente con un suspiro. —Sí, mamá, realmente me gusta vivir aquí —respondió observando su teléfono—. Aquí no estoy obligado a asistir fiestas tontas, no estoy rodeado de personas mentirosas que solo quieren enterrar sus colmillos en mí y drenar todo el dinero de ustedes —expresó—. Tampoco tengo que contenerme ni fingir ser quien no soy solo para no hacer quedar mal el apellido Ackermann. —Sabes que a tu padre y a mí nunca nos ha importado eso —le recordó su madre. —Lo sé, pero no es agradable para mí escuchar como los degradan por mi comportamiento o les reclaman a ustedes solo por no ser lo que ellos quieren que sea —explicó—. Estoy bien aquí, mamá, realmente me gusta la zona que escogieron para mí. —Que tú elegiste querrás decir —indicó—. Tu padre y tu hermano querían el mismo vecindario donde vive León. —Sí, pero se supone que me mudaba para alejarme de esos tipos con culos pretenciosos, ¿qué ganaba mudándome en un lugar que está lleno de ellos? —bufó, finalmente escogiendo un jeans azul. —Bueno, eso es cierto —aceptó Aurora—. Debería de agradecer que elegiste un lugar decente y el edificio departamental al menos tiene buena seguridad —expresó—. ¿Cuándo irás a casa? —Pronto —anunció observando satisfecho su reflejo en el espejo—. Tal vez vaya mañana, así papá me preguntará si ya fui al supermercado y le dirá a la señora Carmen que compre las cosas y las envíe a mi departamento —planeó. —Te estaremos esperando entonces —respondió. —Si, te estaré confirmando mañana —prometió—. ¿Sabes si hace frío afuera? —preguntó acercándose a su cama para tomar su teléfono. —No lo sé, cariño, estoy de turno en el hospital y no he salido —explicó—. Si vas a salir lleva una chaqueta, siempre has sido bueno para atrapar una gripe —indicó. —¿Un suéter no basta? —preguntó observándose a sí mismo. —¿Cuál de todos estás usando? —El blanco crema de lana que tiene una A en el pecho en grande —respondió. —Nop, te gusta usar ese suéter sin nada debajo y cuando estiras los brazos se alza mostrando tu ombligo —describió—. Agarra una chaqueta delgada —ordenó—. La de cuero n***o que te regaló tu hermana es buena opción. —Gracias, mamá. Nos vemos, besos —se despidió y cortó la llamada tras escuchar a su madre lanzarle un beso. Sonriendo, guardó su teléfono en el bolsillo de su jeans y tomó la chaqueta que le indicó su madre. Colocándose sus zapatillas, salió de la habitación y revisó sus bolsillos por su billetera y llaves antes de finalmente abandonar su departamento. Había sido una gran lucha encontrar el departamento perfecto que calzara con los requisitos que tenían sus padres junto a su hermano mayor, pero que a la vez cumpliera con los suyos. Cuando le había dicho a sus padres que realmente quería dejar su mundo meses atrás, no había mentido al respecto, ya estaba aburrido de todas esas personas y lo que le hizo Ewan fue la última gota que derramó el vaso. Gracias a su madre, no fue tan difícil convencer a su padre que le vendría bien tomarse un tiempo para sí mismo alejado de todos y todo, pero encontrar el lugar perfecto para ello fue otra cosa. El departamento que había encontrado no calzaba con los deseos de sus padres, pero fue totalmente perfecto para Taylor. Sin estar en la zona más pobre y peligrosa, pero tampoco en un vecindario adinerado, solo uno normal de clase media, Taylor encontró un departamento con dos habitaciones, un baño y una sala de estar abierta con un comedor, perfecto para un omega soltero de veinticuatro años. Y aunque este había estado en buenas condiciones, el tema de seguridad fue otra cosa. La única seguridad que poseía el lugar era las llaves de la puerta, por lo que estaba seguro de que su padre metió las manos en el asunto tras descubrir como había un registro en la entrada y un guardia interviniendo cada vez que una persona que no era un residente intentaba subir a los pisos sin permiso de nadie, eso no había estado la primera vez que visitó el lugar. Cuando las puertas del ascensor se abrieron, Taylor salió y sonrió al contemplar a su vecina hablando con el guardia. —Hola Wanda —saludó. —Hola Ty, ¿vas saliendo? —preguntó la beta, observándolo de pies a cabeza. —Sí, iré a comer algo, olvidé ir al supermercado más temprano —explicó un poco avergonzado. —Creo que será mejor que pidas algo en tu departamento, hace un par de días que estoy viendo el mismo automóvil estacionado cerca —informó preocupada. —¿En serio? Tal vez sea de alguien que vive aquí —comentó no muy preocupado—. Sabes que siempre discuten por el tema del estacionamiento —le recordó. —No lo sé, no se me hace conocido —dijo pensativa. —Está bien, de todas formas no iré a pie al lugar —anunció señalando el auto que se detenía frente al edificio—. Gracias por el aviso, tendré cuidado a la vuelta —prometió y se despidió de ambas personas antes de salir. Bajando el par de escalones, Taylor observó a su alrededor, buscando el auto que mencionó su amiga, pero realmente nada parecía fuera de lo común para él. Subiéndose al auto, le dio la dirección a la taxista y se acomodó en su asiento. —¿Señor? —pronunció la alfa frente a él. —¿Qué sucede? —preguntó, observándole por el espejo retrovisor. —Solo quería informar que un auto nos ha estado siguiendo desde que salimos —anunció, logrando que el omega frunciera el ceño. —¿Estás segura de que nos está siguiendo a nosotros? —preguntó, girando su cuerpo para observar por la ventana trasera. En respuesta, la mujer giró en la siguiente calle y el auto les siguió de igual forma. —¿Hay algo que debería de saber? —preguntó la taxista—. ¿Cómo que estás huyendo de casa? ¿O parejas celosas? —No, tengo un ex, pero hace tiempo que no recibo noticias de él —explicó tomándole una foto alfa auto. —¿Debería de ir a la estación de policías más cercana? —propuso. —No, no creo que se atreva a hacer algo considerando el lugar al que voy —respondió no muy preocupado—. Conseguiré ayuda ahí si realmente la necesito —prometió. —Si usted lo dice... —pronunció sin creerle mucho. Pero estaba bien, Taylor estaba seguro de que, quien sea que lo estuviera siguiendo, no haría nada si entraba a un motor club lleno de alfas tatuados que conducían motocicletas. Realmente, no había mejor lugar para esconderse. Y si al salir ese auto seguía esperándole, entonces simplemente le diría a uno de los chicos que lo acompañaran a casa. Todos en ese lugar lo amaban desde que expuso el verdadero rostro de Bruno Valenti Bosh, el famoso chef que había estado molestando a su amigo Spencer. Cuando el auto finalmente se detuvo frente al motor club, la alfa giró a observarle con una ceja alzada, como preguntándole ¿qué carajos hacía en ese lugar una persona como él? Riendo, el omega le pagó a la alfa y se bajó del taxi. —Te dije que no intentaría nada en este lugar —expresó manteniendo la puerta abierta. —Solo asegúrese de llegar bien a casa, no quiero recibir una llamada como la última persona en verlo —resopló. —Me agradas —anunció y sacó su teléfono para tomarle una foto a la mujer—. ¿Te molesta si publico el excelente servicio de transporte que recibí hoy? —Asegúrate de poner mi nombre —pidió con una sonrisa la alfa. Alzando su pulgar, Taylor cerró la puerta y observó a ambos lados de la calle antes de cruzar y saludar a los dos tipos en la entrada. —Este auto me estaba siguiendo, no lo dejen entrar, por favor —pidió mostrándole la foto del automóvil a ambos alfas antes de entrar en el club sabiendo que no había mejor lugar para estar seguro.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD