Dama de Honor.

917 Words
Su cuerpo estaba adolorido, apenas había podido dormir en toda la madrugada, luego de la furtiva travesura, se mordía los labios al recordar, eso sería un hermoso y excitante secreto, dudaba que Michael le diera importancia, a su entrever estaba acostumbrado a ese tipo servicios sexuales, ella solo había sido una más del monto. Al sentarse en la cama ya lista para marcharse a casa de sus padres, sintió una leve dolor en su entre piernas, el grosor de su m*****o había sido casi infartante para su primera vez, igual valió la pena, se sintió en la gloria...se levantó de la cama con un estremecimiento sórdido, tomo sus maletas, fue en dirección a la sala, en esta Betty la estaba esperando para llevarla. Aún tenía su cara de inquisidora, me observaba con curiosidad, pero lo sentia, no pensaba satisfacer esa parte de ella, lo que hizo en esas horas huidisas nadie se podía enterar. Mas tarde parqueamos en la casa, ya había llamado a mi madre para confirmarle mi llegada, esta salió inmediatamente junto a mi padrastro a recibirme, Betty se despidió, seguido se marcho, yo entré a la casa, lo primero en notar fue que habían remodelado bastante pero aún conservaba la esencia de la arquitectura mediterránea, después de charlar un rato subí a mi habitación, para mi alegría estaba intacta, me lancé con pereza en la enorme cama rosa, su suave colcha me transportó a momentos de tanta añoranza, así pase casi una hora, reviviendo momentos inolvidables, en todos estaba Michael. Marcando la 11:00 de la mañana sonó el timbre insistentemente, al no dejar de sonar baje abrir la puerta, casi tocando el último escalón, el ama de llave abrió, si tan siquiera saludar entro una enérgica rubia esbelta, sus interminables piernas no armonizaban con su diminuto vestido azul turquesa, en definitiva llegué a pensar si se alimentaria, estaba muy delgada, aunque algo si no podía negar, emanaba una elegancia única en sus movimientos, en cada momento se tocaba el cabello con ademanes muy finos o más bien remilgados. Estaba preguntando por mis padres cuando, se percató de mi presencia. —¿No me digas que eres mi hermanita Alexa? — ¡No! pensé, mientras veía como abría su enorme boca fingiendo una desbordante emoción, propio de la teatreras baratas. De unas supe que la huesuda clasuda era la famosa Fedora Rossetti, intenté disimular y le correspondí el saludo. —¡Sí!...en definitiva Michael tiene un gusto esquisto, eres fabulosa, no pudo haberme escogido mejor cuñada. — Aquí todo seremos hipócritas incluyéndome, le seguiría el juego, total tenía pensado volver a Francia en unas semana, sería lo mejor para todos. Al escuchar mis elogios de su espigada figura, no evitó los contoneos, como si estuviera ensimismada en su propia vanidad. —Ahora que seremos familia te ayudaré con la dieta hermanita.— Me dijo esta observando con desaprobación mi voluptuoso cuerpo, si supiera que su futuro esposo se deleitó de lo lindo tocando esas curvas. —Perfecto, pero que sea después de la boda. — Le contesté disimulando que no me importaba su atrevimiento. —Que considerada, claro ahora estoy super ocupada, podrá ser después de mi luna de miel. Dijo esta, mientras se sentaba a confianza en uno de los sofá del salón. —Cuando gustes — le afirme con bastante deseo desaparecer. Mi deseo no se hizo realidad, dure casi media hora fingiendo agrado, mientras está relataba de forma casi novelesca e idílica su relación con el, según sus palabras textuales se amaban con locura, Michael era su alma gemela, incluso llego a insinuar que su conexión venía de vidas pasadas, en todo momento le seguí la corriente, hasta en sus absurdas payasadas, sin duda había una mujer más enamorada que yo, esa sin duda mañana se convertiría en su esposa. Por suerte mi martirio aparentemente llegó cuando mis padres entraron a escena, eso creí al menos, descubrí que Fedora estaba al tanto de mi llegada y que para colmo teníamos cita en una de las mejores boutique de vestido novia, para probarme mi vestido de dama de honor...sin duda estaba horrorizada pero igual acepté, era vital guardar las apariencias a estas alturas. Mi peor decisión fue someterme a ese calvario, en la exclusiva, boutique, un enorme vestido verde esmeralda apareció ante mis ojos, las dimensiones de mi cuerpo fueron multiplicadas, siempre había luchado con el peso, pero nunca había llegado a pesar 400 libras, solté una risa desquiciada, en honor a Betty que de presenciar tal escena hubiera matado a Fedora, más yo no podia hacerlo, tanto ella como mi madre me observaron con extrañeza, también algo de confusión, un error abismal en las medidas, en definitiva no lo podían ajustar, alivio llegó a mi cuerpo, eso significaba que no tendría que representar el papel absurdo de dama de honor. Ambas tenían el rostro desencajado, más yo feliz, para mí desgracia una de modista desempaco un vestido parecido, un modelo diferente pero el mismo color. El vestido me quedo a la perfección, ambas rieron vivarachas mientras tomaban su champagne de cortesía. Un día de altibajos, ya Fedora nos llevaba para la casa luego de una tarde extenuante haciendo compras, no pude dejar de notar la ausencia de Michael, no solo yo ella también parecía inquieta, en nuestro trayecto de media hora lo llamo más de 15 veces, en la última lanzó tal improperio que casi escandaliza a mi madre. Por suerte llegamos vivas a casa y esperanzadas de que el novio aparezca.
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