Ya habían pasado tres meses desde que Roberto se había ido de casa y no había tenido más noticias suyas. La búsqueda de empleo seguía sin avanzar y en general me sentía bastante sola, ya que intentaba reducir la vida social al máximo para estirar mis ahorros. Un buen día recibo un mensaje de Roberto diciendo que va a venir a buscar sus cosas esa misma tarde, pese a que mis sentimientos hacia él se han templado, aún me siento incómoda de tener que verle y no sé cómo voy a reaccionar. Por eso cuando él llama a la puerta estoy tamborileando con los dedos sobre la mesa nerviosamente. -Hola Cata… Bueno, yo a lo mío – Y sin más dilación se pone a recoger sus cosas. Pasamos toda la tarde atareados. Yo voy montando y apilando cajas. Y Roberto llenándolas, cuando solo quedan las últimas cajas par