Capítulo 1 Malos presagios
Era el 15 de octubre y hacía mucho calor en Buenos Aires, salgo de casa como siempre hago a las 8:00 pero nunca me hubiera imaginado lo que me iba a pasar ese día que me cambió para siempre.
Cojo el autobús y llegó a la oficina en punto como siempre. Pero hay una nota esperándome en el escritorio.
“Atención Señorita Catalina, por favor preséntese en mi oficina tan pronto como llegue a la oficina”
Eso es raro, mi jefe nunca llega a la oficina tan pronto, tomo mi cuaderno y me dirijo a la gerencia. Cuando llego ya me está esperando.
-Señorita Catalina, ¿cómo está hoy? - Me dicen con un tono más serio de lo que cabe esperar.
-Estoy bien, nada inusual- Les respondo confundida.
-La razón por la que la llamamos aquí es que la firma está pasando por momentos malos- La noticia me pilla por sorpresa, no tenía ni la más remota idea de que ocurriera nada con la empresa.
- ¿Cómo? - Respondo atónita.
-En cuestión de tiempo la empresa irá a la quiebra- No puedo dar crédito, los últimos meses todo había seguido el curso habitual en nuestro negocio y de repente me encuentro con esta sorpresa.
- ¿Qué le pasa a la empresa? -
-Nuestros competidores ya se están acercando mucho a nosotros en todas las líneas de negocio- Me responden de forma evasiva
- ¿Entonces qué quieren de mí? - Parecía que había dado en el clavo.
- Creo que no tenemos otra opción que despedirla, y también a la mayoría de tus compañeros- La noticia me golpea como una bala al corazón, me había resultado muy duro conseguir este trabajo en una de las firmas de banca privada más influyentes de Latinoamérica y me había dejado la piel para progresar y ascender, al parecer, todo había sido en balde - ¿Cómo pueden despedirme, he trabajado tan duro en esta empresa toda mi vida y así me lo pagan? – Respondo sin pensar, el semblante de mi jefe cambia de golpe y ante el asombro del resto de personas en la sala intenta calmarme – Cati, has de entender que esto no es personal, las órdenes vienen de la dirección corporativa dentro de otra operación más grande – Otro hombre muy serio al que identifico cómo el director de recursos humanos mira a mi jefe como si este ya hubiera hablado más de la cuenta, mi jefe se recompone y añade – Alguien con tu talento y tu trayectoria no tardará en encontrar un nuevo trabajo, además me encargaré personalmente de escribirte una carta de recomendación – Esas palabras consiguieron aplacarme completamente, me quedé simplemente callada y expectante a lo venía ahora. El director de recursos humanos tomó entonces la palabra – La empresa ha decidido indemnizar a todos los empleados despedidos con tres meses de sueldo, aquí tiene su cheque señorita Catalina Guzmán. Un m*****o de seguridad del edificio le acompañará a su sitio para que recoja sus efectos personales – mi jefe trata de intervenir – Vamos Eusebio, no será necesario – El replica – Lo siento Luis Alejandro, son las normas.
Los siguientes minutos se pierden en mi memoria, sólo sé que vuelvo a mi antiguo cubículo tratando de contener las lágrimas seguida de cerca por un joven de no más de 20 años con el traje de seguridad privada que parece no saber dónde se ha metido. El chico me acerca una caja de cartón donde yo me apresuro a meter todas las fotos que tenía en mi sitio, así como la bonita planta que decoraba el escritorio. Doy un último vistazo a la oficina y me encamino al ascensor. En el último momento veo que mi jefe se acerca a media carrera por el pasillo y le pide al chico de seguridad que nos deje solos.
-Siento mucho por lo que acabas de pasar, sabes que siempre he tenido en gran estima tu trabajo – Parece una declaración sincera, pero estoy tan dolida que soy incapaz de contenerme.
-Eso es fácil de decir para ti que mantienes tu trabajo – De pronto lo veo tan humillado que creo que va a darme una bofetada por insolente, pero en su lugar solo escucho la confesión de un hombre derrotado.
-Algunos miembros de la directiva hemos conseguido mantener nuestros puestos a cambio de una rebaja del 50% en nuestro salario. Pensé en dimitir, pero tú sabes cómo están las cosas en la Argentina últimamente, tengo mujer y dos hijas, he tenido que tragarme mi orgullo, la semana pasada tuve que vender mi auto y seguramente nos mudemos a un departamento más pequeño… - Instintivamente me acerqué y le di un abrazo, sabía que no era su culpa, y que seguramente él lo estuviera pasando peor que yo. – Gracias por todo – le dije y el, tras unos mudos balbuceos, consiguió articular – Cuando todo esto pase, volveré a montar un equipo, tengo tu número, serás la primera a quién llame – Yo me limito a asentir y me despido con una sonrisa cuando llega el ascensor.
Al salir a la calle no pude sino sentir un ligero alivio, pero que de pronto se fue convirtiendo en miedo. ¿Qué iba a hacer? ¿De qué iba a vivir? De pronto me acordé de Roberto, Roberto era mi prometido, llevábamos viviendo juntos un año y planeábamos casarnos la próxima primavera. Afortunadamente tenemos algunos ahorros para la boda que nos pueden dar para mantenernos unos meses.
Casualmente, ese día era su 30 cumpleaños. No podía contárselo, esa noche habíamos quedado en una conocida discoteca de moda de Buenos Aires con algunos amigos para celebrarlo. Según avanzaba a tomar el autobús me convencí a mí misma de que lo mejor era que lo dejara pasar y se lo contara al día siguiente. Roberto tiene turno de mañana como técnico en el aeropuerto, así que sale de casa casi de madrugada y llega a eso del mediodía. Resultaría muy raro que cuando llegara de trabajar yo ya estuviera en casa, así que decido irme de compras y comer por ahí para evitarlo.