Capítulo 9 las cartas sobre la mesa

879 Words
Cuando abro la puerta, veo a Roberto aparecer, en su cara se aprecia que aún espera que le perdone, pero parece que mi semblante le deja claro que no va a ocurrir. -Antes de nada, Roberto, quiero decirte que hemos terminado, nada de lo que hagas puede reparar el daño que me has hecho ¿comprendes? – el asiente y yo continuo – Aun así creo que hay algunas cosas que debemos aclarar y espero que podamos hacerlo – Roberto vuelve a asentir y hace un ademán para que pase al salón. Nos sentamos en dos sofás enfrentados y permanecemos mirándonos durante unos minutos. Para mi sorpresa, Roberto rompe a llorar y comienza a disculparse. - Perdóname Cata, yo no sabía lo que estaba haciendo, tu siempre estás trabajando y yo me sentía solo. No es que no te quiera, he sido débil, pero aún podemos remediarlo. Sus palabras, lejos de ablandarme me hacen estallar - ¡Serás sinvergüenza! Claudia es mi mejor amiga, la mujer de tu mejor amigo. No es un crush que has conocido borracho de fiesta, habéis follado en nuestra casa, sobre nuestra cama, en medio de la mañana. Roberto no se da por vencido y sigue intentando ablandarme. - Ha sido una estupidez, sólo ha pasado esta vez y no va a volver a pasar. Ya me arrepiento de ello, pero si tú no hubieras estado aquí no lo sabrías y habríamos seguido con nuestras vidas como si nada – De pronto, algo cambia en su mirada – Espera, que hacías desnuda dentro del armario. ¿Me la estás pegando con otro? Sigue aquí – Roberto empieza a mirar a las esquinas de las paredes de forma esquizoide. - Estaba probándome un conjunto para ti ingrato – Le respondo entre lágrimas. - ¿Y qué hacías en la casa a esas horas? Pese a que él es el que ha obrado mal, está consiguiendo arrinconarme. En cuestión de dos frases ha conseguido que me sienta mal, a fin de cuentas, yo le estoy ocultando cosas. Sopeso la situación actual y decido que es momento de aclararlo todo. -Antes de ayer me echaron del trabajo – Roberto me interrumpe - ¿Y no pensabas decírmelo? - Yo le echo una mirada de desprecio de arriba abajo, el no es quien para darme lecciones de moral. Me sereno y le relato todo. - La firma donde trabajaba está pasando por un momento delicado, han decidido de forma temporal recortar parte de la plantilla, pero ya estoy moviéndome, tenía la esperanza de encontrar algo muy pronto y además no encontraba el momento para contártelo – De pronto caigo en la cuenta – Espera, ¿qué hacías tú en la casa? Roberto me mira apesadumbrado. - Verás, yo también he perdido en trabajo. Hace tres meses que me despidieron. No puedo evitar sentir compasión por él, pero hay algo que no me cuadra. - ¿Despidieron a José también? – Roberto me mira confundido, aun así, contesta – No, el está en cuadros eléctricos, a ellos les han mantenido a todos. De pronto caigo en la cuenta de que hace algo más de dos meses encontré un pendiente de Claudia en casa, en aquel momento pensé que se lo había dejado un día que vinieron a cenar, pero la escena que he presenciado hoy lo cambia todo. - ¡Cabrón! Llevas tres meses fallándote a Claudia. Roberto hace el ademán de negarlo, pero el ve en mi mirada que estoy segura, sabe que lo se y ya no hay vuelta de hoja así que comienza a contarlo todo. - Sabes que Claudia y José llevan un tiempo intentado tener hijos. Todo empezó como una broma, un día Claudia dijo que iban a tener que recurrir a un donante y yo bromee con que me prestaba voluntario, pero solo por el método natural. En principio todo quedó ahí, pero tres días después Claudia me escribió para preguntarme que si el ofrecimiento seguía en pie. Ya sabes que yo siempre he querido esparcir mi semilla y tu nunca has querido niños… así que acepté. Se que no estuvo bien, pero lo hice. Aprovechábamos cuando vosotros trabajabais para acostarnos ya fuera en su casa o en la mía. Esta información es más de lo que puedo aguantar, decido que es momento de acabar con esta conversación. - ¡Vete, ya no quiero verte más por aquí! - No puedo irme no tengo ningún dinero – Dice Roberto. - Puedes tomar la mitad de los ahorros de la boda, ya no los vamos a necesitar. Roberto se queda blanco, lo que me provoca un miedo terrible – Recuerdas que cambiamos los ahorros a bitcoins porque no queríamos guardar los pesos… Pues nos han estafado. Yo comienzo a gritar de incredulidad, pero Roberto parece que ya no me está escuchando. Con cara de derrota va a la habitación, llena su bolsa de deporte con ropa y se dirige a la puerta. -Volveré a por el resto de mis cosas cuando sepa que voy a hacer, hoy me quedaré en casa de un amigo. Que tengas una buena vida, de verdad. Y con esa despedida empiezo a llorar a moco tendido, me siento en el sofá y me acurruco hasta que me quedo dormida.
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