Capítulo 3 Baile en la discoteca

795 Words
Cuando llegamos a la discoteca ya han llegado todos y nos reciben con un sonoro y desacompasado feliz cumpleaños, muestra de que no habían esperado al homenajeado para brindar. Lo cierto es que se había acercado mucha gente, todo el equipo de fútbol de los domingos de Roberto y José, algunos compañeros del trabajo y algunas de nuestras amigas de la universidad. La verdad es que se respiraba en el ambiente que la noche iba a ser memorable así que nadie puso objeciones cuando una de mis amigas sugirió una ronda de chupitos de tequila que, a pesar del enorme problema logístico para el pobre camarero de servir 26 chupitos, vino seguida de una segunda y una tercera ronda. Mucho más animado, todo el nutrido grupo nos dirigimos hacia la pista de baile donde empezaban a sonar conocidos éxitos internacionales de música latina. A mí me encanta bailar reguetón y ritmos latinos en general. A Roberto… bueno… digamos que le encanta verme bailar, espoleada por el calor de la noche empiezo a perrear a Claudia y a otra de mis amigas que se llama Cristina. Al poco tiempo me doy cuenta de que a Roberto no nos quita los ojos de encima, en otras circunstancias no me hubiera gustado que nos mirara de esa forma, pero hoy me siento con ganas de jugar, así que pongo mi cara más pícara y continúo bailando con más descaro si cabe. De pronto veo como Roberto se aleja de la pista de baile, sospecho que va al servicio, así que decido seguirlo. Esta noche voy a ser muy mala. Estaba en lo cierto, Roberto entra en el baño de hombres y yo entro tras él. Afortunadamente para mí sólo hay un tipo de mediana edad en el lavabo y está demasiado borracho como para comprender que estoy fuera de lugar. Roberto no me ha visto acercarme y ha entrado en uno de los retretes. Antes de que cierre la puerta me adelanto y me cuelo yo también. - ¡Dios, gatita! Vas a hacer que me dé un infarto. ¿Qué ha ocurrido? ¿Qué haces aquí? - Exclama Roberto. Yo no me inmuto, me doy la vuelta, cierro la puerta y echo el pestillo. Me acerco a su oreja y le susurro – Feliz cumpleaños – Entonces coloco mis manos detrás de su cara y le acerco a mí, comenzamos a besarnos, al principio Roberto parece un poco tenso por el momento, pero en seguida coloca sus manos en mi culo turgente y me acerca a él. Durante varios minutos parece que ninguno de los dos pueda refrenarse, pero es Roberto el que me detiene. -Cati, creo que es momento de parar- Dice con menos convención de la que le gustaría. Pero hoy no va a frenarme fácilmente. Mi mano, que aún está en su trasero se desliza suavemente hasta su m*****o, ahora erecto después del jugueteo. Entonces lo sujeto, sin apretar, pero con firmeza. -Una lástima que se quedara así ¿no crees? - Roberto ya se ha abandonado por completo, cierra sus ojos y echa la cabeza hacia atrás, yo no necesito más confirmación. Con un movimiento rápido pero eficaz le desabrocho el cinturón y los pantalones. Le bajo los gayumbos mientras me pongo en cuclillas hasta que su m*****o queda a la altura de mi boca. Llevaba toda la noche desando ese momento, así que sin más preámbulo me la meto en la boca. Primero empiezo recreándome con su glande, noto como Roberto se empieza mover nervioso, sé que esto no durará mucho. Pero lo que de verdad quiero es notarme llena por completo, así que le agarro las nalgas con las dos manos y empujo su pene dentro de mi garganta. Lo guío con tanta fuerza que finalmente tengo que reprimir una arcada. En ese punto Roberto lleva ya un buen rato gimiendo, sé que está apunto y no quiero hacerlo esperar más. Incremento el ritmo de mis embestidas hasta que el empieza a gemir más fuerte y su pene comienza a temblar. Roberto hace el ademan de apartarse, pero hoy lo quiero todo para mí. Así que se derrama dentro de mi boca, casi en el borde de la garganta. Sin mediar palabra me lo trago y le dedico a Roberto una mirada picara mientras me relamo los labios que le deja sobrecogido. -Cat, ¿Seguro que estás bien? – Me pregunta entre asustado y divertido – Mejor que nunca – Le respondo. Me pongo de pie y levanto el pestillo de la puerta, aunque en lugar de irme directamente le digo – Ni por un momento te creas que esta noche ha acabado – Y seguidamente salgo del baño dejando a Roberto con una mueca divertida mientras intenta subirse los pantalones.
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