— ¡Claro señor! — Balbuceo. Notando mi estado de nerviosismo, torna su expresión todavía más rígida, clava sus intensos ojos azules en mí y me siento expuesta. — ¡Bien, entonces sígame! — Ordena distante. Atraviesa las enormes puestas de vidrio, con paso firme sosteniendo en su mano derecha su maletín de cuero italiano, dirige un saludo amable a la recepcionista, hasta llegar al ascensor, en ese punto, voltea a verme inquisitivo, arqueando una ceja con expresión de “Que esta esperando” . Intimidada, hago su mismo recorrido, le sonrío tímidamente a la recepcionista, quien mueve su cabeza de lado a lado, con mirada de pena, por lo que me hace pensar que estoy en graves problemas — ¡Se acabó! — pienso, conteniendo mis lágrimas al pensar el cruel destino de mi familia cuando León Smith