Luego de la incomoda conversación, permanecieron en silencio, Florence no quería decir nada que pudiera arruinar la oportunidad de regresar a Manhattan, internamente pedía que León bajara la guardia y le permitiera retomar su “misión”. A ciencia cierta, no tenía una explicación para su necesidad de continuar con eso, pero quería hacerlo, digamos que se convirtió en un reto personal, averiguar qué había detrás de aquel odio. —Es hora de regresar a casa— dijo Smith de la nada, sobresaltándola. —¡Claro cariño!— atinó a decir. Se levantaron de los cómodos cojines para vestirse, pero, había un pequeño problema, todo el atuendo de la joven fue destrozado, por el pasional amante. En ese improvisado lugar, no encontrarían ninguna prenda que pudiera cubrir su desnudez —¿Y ahora? ¿ Cómo se
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