La fiesta estuvo bien hasta que se terminó para mí, podría decir que disfrute alrededor de hora y media antes de que mi padre llegara y se cayera a golpes con el portero del evento, me sentí demasiado avergonzada, salí del lugar con la mirada de todo el mundo clavada en mi espalda no es el recuerdo más hermoso que tenga, de hecho me gustaría tener algún poder que me permita viajar al pasado y evitar que muchas cosas me hubiesen pasado.
En resumen, entre mis trece y quince años me vi en vuelta en una serie de eventos que por suerte nunca llegaron a los oídos de mis padres, porque estoy segura de que me habrían matado a golpes. Probé distintas drogas, hierba, coca, p**o, papel, cigarrillos convencionales, todo en busca de la manera más viable para mitigar la pena y la soledad que constantemente me acompañaban, gracias a esa etapa me gane el apodo de fumona, aún sigo sin entender por qué cuando en el liceo había muchos que fumaban más que putas presas.
A los quince años, ingrese a lo que en mi ciudad se conocía como bachillerato en la mención de ciencias, puesto que mi sueño era ser ingeniera de petróleo, mi país es el primer exportador de petróleo en el mundo y somos miembros fundadores de la OPEP, evento que se llevó a cabo en Caracas en la década de los sesenta, además de eso tenemos grandes reservas naturales de gas natural y distintos hidrocarburos derivados de los primeros, petróleo: liviano, pesado y extra pesado; gas natural y gas condensado, nuestros yacimientos alcanzan profundidades de dieciocho mil pies de profundidad, todo esto lo supe leyendo mucho sobre el tema.
A esta edad creo que tuve la primera lección de sobrevivencia real, inconscientemente mi papá empezó por prepararme para un mundo que pertenece al vivo porque los bobos abundan en los cementerios. Sus palabras duelen al recordarla, sin embargo, ya no arden dentro de mi pecho a pesar de que las lágrimas siguen saliendo por si solas.
—Eres una burra que no sirve para nada —grito de nuevo mi papá y aunque sigue doliendo sus palabras de alguna manera me hacen fuerte—. Tienes que buscarte un macho que te mantenga como la puta que eres porque yo ya no voy a seguir malgastando mi plata en estudios ni nada de esa mierda —me he acostumbrado a que dentro de mi familia me llamen puta, para mis hermanos menores soy la puta de cuatro bares y no se tientan el corazón antes de gritarlo a los cuatro vientos.
Me quedo en silencio mientras él sigue despotricando en mi contra, intento evitar que mis lágrimas salgan, pero es muy difícil lograrlo, aunque mi corazón ya ha empezado a endurecerse.
Desde este momento empecé a trabajar alquilando teléfonos por minutos en un puesto que tenía un tío, gracias a eso pude tener zapatos nuevos, uniforme y cuadernos, lo mejor o la mayor satisfacción que tuve fue que todo lo compre con mi propio esfuerzo. Obviamente, a esta edad empezaba a disfrutar de los piropos, de otros chicos y hasta de hombres mayores que yo, entendí que en esta vida sale a delante quien sabe utilizar sus armas.
Para ese entonces gracias a todo el ejercicio que realizaba mi cuerpo era muy fitness además de ser una dulce jovencita, me convertí en una chica manipuladora y que calculaba cada paso que daba suena trillado, pero el ver tantas telenovelas me habían enseñado a como ser la mala de la historia y salir ilesa. En muy poco tiempo pude comprar mi primer teléfono móvil que salió a nombre de mi mamá, ya que yo era menor de edad, no obstante eso no me impidió tener tantos números de hombres registrados, me di cuenta de que los chiquillos de mi edad solo podían llevarme un chocolate muy de vez en cuando, en cambio, los hombres maduros, me dejaban muy buenas ganancias no solo por el consumo que hacían sino también por las propinas y los regalos que me llevaban.
Cabe resaltar que nunca tuve intimidad con ninguno, ni siquiera un beso, mi virginidad la perdí dos meses después de cumplir veinte años, no me arrepiento, pero me hubiese gustado que fuera el único hombre en mi vida. En fin, la verdad es que durante ese periodo la vida mejoro muchísimo para mí, al fin vestía bien para ir a clases, tenía mis libros y podía comer todo cuando quisiera porque lo podía pagar, me enamore de la palabra trabajo y del hecho de hacerlo, me enamore del hecho de tener mi propio dinero hacía mucho que mi papá o mi mamá no me daban nada para mis estudios. En mi bachillerato también tuve mi primer novio, realmente tuve tres novios en esta etapa, el primero se había vuelto mi mejor amigo y de la nada nos hicimos novios, solo lo fuimos por catorce días, no me sentí cómoda besando a mi primer y mejor amigo que por cierto fue el mismo chico con el que baile en la fiesta de quince años que les dije antes.
Mi segundo novio vino unos dos meses después, pero fue por intervención de las amigas, el chico gustaba de mí y si, algo me atraía era bastante lindo, blanco de ojos claros y su cabello buscando a rubio lo hacían guapo aunque me causaban gracia sus orejas de dumbo, sin embargo, sucedía lo mismo no me sentía cómoda esperando hacer lo que los demás querían que hiciera, si besaba rico no hay que dudarlo, pero duro un mes. Después de ese episodio, continúe el resto del año escolar dedicada a mis clases fui el mejor promedio del turno y conocí a alguien tan cínico y ácido como yo, un chico que no se detenía para decir las verdades ni se amilanaba por su poco atractivo, sí, era feísimo, pero lejos de eso su personalidad me tenía embrujada fue mi tercer novio y estuvimos juntos año y medio no había secretos entre los dos nos contábamos prácticamente todo y cada noche me llamaba a las ocho en punto de la noche para hablar por más de una hora ¿Cómo no sentirse enamorada? De hecho a la edad que tengo a veces me gustaría volver a vivir un amor de adolescentes, ese amor específicamente, mi esposo solo me llama para preguntarme si trae chorizo o pollo, bueno a veces me escribe que me extraña, pero a medida que crecemos y vamos adquiriendo responsabilidades el poco tiempo o espacio que nos queda para el romanticismo se va apagando.
Mi ángel, así solía decirle a mi tercer novio, aunque en mi corazón lo considero el primero puesto que fue el único al que elegí por mí misma, sus besos eran increíbles, me hacía sentir segura cada vez que me abrazaba, nada más con mirarme me hacía olvidar el mundo de penas que vivía, sé que antes dije que no teníamos secretos, pero realmente si le ocultaba algo, la forma en la que desahogaba de alguna manera la pesadilla en la que vivía. Un día después de comer me encontró en el baño de su habitación induciéndome el vómito, me sentí avergonzada al saberme descubierta, sabía que estaba mal y que no debía hacerlo, pero me sentía bien al hacerme daño, había dejado de consumir, pero necesitaba algo con lo cual desahogarme.
Muchas pensarán que para una mocosa de quince años el mayor problema o preocupación es cuidarse de que no le caigan piojos, sin embargo, mi realidad era tan distinta, fui obligada a madurar desde los trece años, a convertirme en una adulta mentalmente, hoy en día el resultado es increíble, pero me habría gustado vivir la adolescencia como adolescente.
—Mi amor, lo que te voy a decir no es par que te sientas mal —hace una pausa en la que busca una respuesta en mis ojos—. Tenemos que ir con un psicólogo —en ese momento sentí el recorrer de una lágrima.
—No quiero estar sola —es primera vez que confieso en palabras lo que siento.
—Vamos a escaparnos, mi familia nos va a apoyar —su mirada es decidida, pero yo tengo miedo.
Trago saliva mientras las emociones se arremolinan en mi pecho, por primera vez en dos años me sentí perdida a su lado. Quería estar con él para siempre, pero el miedo de que mi padre le hiciera daño me aterraba.
—No estás sola —susurra—. Tampoco estás loca, pero necesitas ayuda —se siente tan extraño que alguien se preocupe por mí.
—Si tú vas conmigo haré lo que sea necesario para estar bien —accedí ocultando la mirada—. No creo que sea buena idea hacer las cosas así —digo recordando su promesa de casarnos y de llevarme virgen al altar.
A pesar de pasar muchas horas a solas en su habitación, casi todos los días nunca sucedió nada entre nosotros, nada más besos muy cargados de pasión que se detenían cuando el deseo en él, era muy evidente. Normalmente, nos quedábamos dormidos mientras veíamos televisión, aprendí a usar un control remoto con él ¡Qué estupidez!, si lo sé, pero es la verdad.
Después de eso fuimos a muchas sesiones con una amiga de su familia que acepto atenderme sin la presencia de mi representante debido a que era menor de edad, en las que él presenció la forma en la que me derrumbe mientras sacaba todo el daño que llevaba por dentro, en esas horas él se enteró de todo lo que me había llevado hasta el punto de ser bulímica o de hacerme heridas en las piernas o antebrazos con hojillas, me apoyo y consoló, pero nos hizo daño de alguna forma su ayuda nos alejó cada vez más y aunque siempre diré que él fue, es y será mi verdadero amor no pudimos volver a estar juntos nunca más las sesiones se acabaron, pude controlar la bulimia, es irónico, pero hoy en día detesto vomitar y hago de todo por no hacerlo cuando me enfermo. Mi ángel se volvió mi amigo, quizás el que mejor me conoce y el único que realmente me entiende.
Hay mucho que contar aun sobre esa etapa de mi vida, sin embargo, no todo es relevante. Mi papá en distintas ocasiones me encontró con mi ángel cuando ya estuve en la universidad y aún éramos novios, en una ocasión tuve que usar manga larga y cuello de tortuga por casi un mes para ocultar no solo mis heridas sino también los moretones de la paliza que me dio, porque alguien le dijo que yo estaba en el centro comiendo pizza con un novio.