Se aproximaba mi cumpleaños número dieciocho y como de costumbre nadie lo recordaba o quizás sí, pero me daba igual ya no era algo que me importe mucho de hecho me da igual mi cumpleaños actualmente, siempre lo olvido mi esposo es quien se encarga de recordármelo. Santiago Méndez, el loco idiota realmente se estaba volviendo el dolor de culo que predije no me dejaba en paz y a cada rato se aparecía en mi puesto de trabajo y cuando no lo hacía no podía sacármelo de la cabeza, me atraía como nunca nadie lo había hecho y eso estaba mal para mí, él es mucho mayor que yo y aunque no llevaba una sortija dudaba de que fuera soltero. Sus labios rosados me invitaban a probarlos, su espalda ancha y sus fuertes brazos me hacían querer envolverme en ellos, sin embargo, mantenía la distancia entre amb