Capítulo 7

2119 Words
"Era un maldito" ¿Cómo se atrevía a levantarme de esa forma? Sabía que era una venganza por lo sucedido la noche anterior. Si Rosario no hubiera entrado a la cocina seguro hubiera terminado regalada y follada en la isla de la cocina . Por un momento me deje llevar por mis instintos al verlo allí sin camisa dejándome ver su tonificado y trabajado cuerpo. Su sola cercanía y su mirada hacían palpitar mi entre pierna y sentir como se humedecía era lo más excitante que había podido sentir . Odiaba admitirlo pero ese hombre tenía todo lo que hacía perder la cabeza con solo tocarme. Al salir de la ducha observo mi ropa y veo que no tengo nada adecuado para salir a ensuciar en esta hacienda. Me coloco una falta deportiva junto a un top y zapatillas, amarró mi cabello en una coleta de caballo algo; me maquillo y bajo yendo al desayunador. Al entrar allí lo veo sentado en el cabezal de la mesa sujetando un periódico y una taza de café mientras lo lee atentamente. —Buenos días niña Lulú —Musita con una sonrisa Rosario —. ¿Café o jugo? —Buenos días Rosario, jugó de naranja está bien. No me molestaba que ella me dijera Lulú. Había tenido una pequeña plática con ella la noche anterior la cual me hizo sentir un poco mejor. Rosario era la única que por el momento me caía bien en esta casa y no se si era porque me acordaba tanto a mi abuela Lisa al ser tan cálida. Tomó asiento al otro extremo de la mesa, empiezo a revisar mi móvil y discretamente veo como deja de mirar su periódico para mirarme a mi. —¿Por qué diablos me miras imbécil? —¿Piensas trabajar con esa ropa en el campo? Dejo de mirar mi móvil, lo coloco sobre la mesa y junto mis manos sobre ella. —Por nada del mundo pretendo utilizar mi ropa tan fina y costosa para trabajar en tu mugrosa hacienda. —Entonces sube ese puñetero trasero a tu habitación y busca ropa adecuada para ir a trabajar. ¿Qué se ha creído? —Te informó que no traje ropa adecuada para trabajar aquí grandísimo imbécil y si quieres que trabaje aquí pues me la consigues tú. Rosario llega junto a la fulana de ayer colocando frutas picada sobre la mesa igual que el resto del desayuno. Esta tipa no me cae nada bien y apenas y crúzanos unas palabras ayer. Se acerca a él sirviéndole el desayuno mientras Rosario sirve el mío. —Sandra, necesito que le prestes ropa y zapatos adecuados a Lulú para trabajar en el campo. —Musita tranquilamente. —¿Te has vuelto loco? —Espeto —. No pienso utilizar la ropa de tu criada para parecer una más y menos correr el riesgo de que me cause alergia gran imbécil. —¡No voy a permitir que me faltes el respeto!. —Y yo no voy a permitir que creas que puedes compararme con tu criada y menos que use la misma ropa que ella —Me levantó golpeando la mesa —. Y para ti soy Lucrecia gran estúpido, Lulú sólo me llaman mis amigos. Se mantiene en silencio mientras nos retamos en un juego de mirada fija , exaspera y lleva su mano al puente de su nariz. —Sandra, nana Rosario retírense y déjennos a solas. —Si, Niño. —Pero Damian, ¿Vas a dejar que te falte el respeto de esa forma? —Musita indignada la gata a su lado. —¿Y tú quien diablo te crees? —Sonrió sarcástica mirándola fijamente —. Esto es una discusión entre tú jefe y yo, ¿Si captas? Entre dos personas del mismo nivel, esfúmate que tú solo estorbas. —Mira, chiquilla... —Sandra, retírate ahora mismo. ¡Es una orden! Espeta exasperado y se que en estos momentos se encuentra molesto pero a estas alturas me vale un gorro. Ella lo mira indignada y sale rápidamente del salón dejándonos a solas. Se levanta de su silla acercándose a mi, me toma por el brazo de mala manera y me levanta llevándome con el arrastras hasta la sala y entrar a un salón el cual reconozco como su despacho. Me suelta de manera brusca y cierra la puerta con seguro girándome y mirándome de manera dura. —Escúchame muy bien pequeño demonio, que sea la última vez que me faltas el respeto frente a mis empleados —Camina hacia mí y retrocedo —. No estamos en Mexico donde estás acostumbrada hacer lo que te plazca. Siento como mi espalda choca contra su escritorio a estas alturas se encuentra más cerca de lo que debería de mí y su rostro luce rojo del coraje. Observo sus manos y puedo notar sus músculos contraídos como si estuviera controlándose y lo pronunciada que se ven sus venas. Sin pensarlo acerco mi mano a su brazo tocándolo recorriéndolo con lentitud. Permanece en silencio mirándome fijamente, doy un paso y al acercarme niega. —Si das un paso más te puedes arrepentir... —Corro el riesgo. Me acerco, su mano rápidamente se posa en mi cintura terminando de acortar nuestra distancia, me mira fijamente y rápidamente se agacha tomando mis labios de manera salvaje. Enrollo mis manos sobre su cuello, me tomas por las nalgas levantándome y sentándome sobre el escritorio. Abre mis piernas colándose en medio de ellas y sube sus manos por mis piernas introduciéndose debajo de mi falda. Su boca suelta mis labios y baja besando mi cuello, mis manos desabotonan los botones de su camisa desesperadamente, cuando esta por tomar mi tanga unos toques en la puerta nos interrumpen. —¿Qué pasa? —Espeta con la respiración agitada mirándome fijamente . —Damian , ha llegado una camioneta y necesitas venir. Es la voz de José se hace presente. Rápidamente me separo de él acomodando mi ropa pensando en que puede tratarse de mi padre que ha vuelto por mi. Lo escuchó maldecir por lo bajo, abotona su camisa y acomoda su m*****o por encima de su pantalón. Me acerco al cristal que deja ver el jardín y parte de su hacienda, escucho como abre la puerta y la voz de una mujer se hace presente. —Damian, mi amor. Me giro y veo como una mujer besa de manera desesperada sus labios. Al separarse de él, me mira con curiosidad y camina entrando a la habitación. —¿Quien es ella Damian? —Pregunta mirándome de arriba abajo. —Soy Lucrecia, ¿y tú eres? —Dayana, su novia. Lo observo rápidamente a él y lo veo maldecir cabizbajo. —Damian, ¿Es ella tu hermana? —No, solo soy la hija de un gran amigo de él que está aquí pasando una temporada, es todo. —Dayana, ¿puedes dejarme a solas un momento con Lucrecia? —De hecho necesito salir, con permiso. Me apresuro pasándoles alado y saliendo de allí lo más pronto. Veo a José y rápidamente me detengo frente a él. —José, necesito conseguir una tienda donde comprar ropa adecuada para trabajar aquí, ¿crees que me puedas llevar a una? —Hay una a 15 minutos aproximadamente. —De acuerdo, entonces vayamos. Asiente, camino saliendo con el de allí y finalmente pudiendo respirar. No me había dado cuenta de que estaba conteniendo el aire desde que aquella tipa había entrado interrumpiéndonos. —¿Estás bien? —Su voz me saca de mis pensamientos. —Si... —Vamos, andando. Me ayuda a subir a una enorme camioneta, sube encendiéndola y salimos rápidamente de los predios de la hacienda. —¿Cuantos años tienes? —Le pregunto tratando de sacar conversación y hacer menos aburrido el camino. —Tengo treinta y cuatro —Me sonríe —. ¿Y tú? —Pronto cumpliré veintiuno. —Ahora entiendo tu actitud. Eres una niña aún. —¿Mi actitud? —Asiente —. ¿Cómo es mi actitud? —Mimada y caprichosa. —¿Tú también piensas que soy así? —Asiente —. Lo soy en ocasiones, pero no todo el tiempo. —Es bueno saberlo. Sonríe haciéndome sonreír también. Durante el camino me ve contando de su vida. Ha crecido toda la vida en el campo, su padre había sido capataz de la hacienda y murió hace unos años entonces tomando su puesto él. Él y Damian han sido amigos desde niños y al parecer se convirtió en su mano derecha cuando tomó control de su herencia y todos sus negocios y empresas. José está graduado en administración de empresas, cosa que no me esperaba y al parecer ayuda a Damian administrar un par de sus empresas. Al llegar al pueblo me doy cuenta qué hay varias tiendas unas pegadas a las otras, panaderías, cafeterías y pequeños supermercados. Nada comparado a la ciudad, pero bien me puede servir. —Debo ir a retirar unas vitaminas y suplementos de los animales. —De acuerdo, estaré en una de estás tres tiendas viendo qué consigo. —De acuerdo, regreso pronto. Se marcha, entro a la primera tienda y me acerco viendo que encuentro que pueda ser de mi agrado. Consigo algunos pantalones vaqueros, camisas mangas largas y solo me faltarían unas botas. —¿Porque todo luce ordinario y aburrido? —Musitó para mi misma. —¿Te puedo ayudar en algo? La voz de un hombre hace que me voltee encontrándome a un chico alto, cabello n***o y ojos achinados con una gran sonrisa. —¿Trabajas aquí? —No, pero conozco bien la tienda y quizás te pueda ayudar —Me extiende su mano —. Por cierto, soy Abang. —Lucrecia —Respondo su saludo. —¿Eres nueva en el pueblo? —Mi padre me mando un tiempo a trabajar a la hacienda de un amigo suyo, Damian Solís. —¿Enserio? —Asiento —. La hacienda de mi familia queda alado de la de Damian, podré verte seguido entonces. —Seguro. Me sonríe y vaya que es atractivo el chico. Sus rasgos son asiáticos lo que me hace preguntarme qué hace un chico como él en un pueblo tan caluroso y lejano como este. —¿Me regalarías tu número? —Me pregunta con una sonrisa —. Me gustaría invitarte a cenar a nuestra hacienda esta noche. —¿Me prestas tu móvil? Lo saca de su bolsillo y me lo entrega. Guardo mi numero en el con mi nombre y se lo entrego. —Lucrecia —Me giro encontrándome a José —. ¿Todo bien? —Si, ya termine. —Abang, no sabía que estabas de vuelta —Le extiende su mano —. ¿Cómo están tus padres? —Bien amigo, regresamos a ver como va todo en la hacienda y estaremos aquí una temporada. —Bueno, nos estaremos viendo seguido. —Seguro, nos vemos Lucrecia —Toma mi mano y deja un beso en ella —. Nos vemos esta noche. —Nos vemos. Camino con José saliendo de la tienda con rumbo a la camioneta, me ayuda a subir mis bolsas y veo que está muy serio. —¿No te cae bien Abang? —Preguntó y me mira asombrado —. Lo pregunto por la manera tan serio que lo trataste. —No somos muy amigos, es todo. —Vale... Durante el camino ninguno dice nada, al llegar voy directamente a mi habitación encerrándome en ella. La tarde pasa con rapidez,Abang me escribe para recordarme la cena de la noche, empiezo alistarme y al terminar salgo de la habitación bajando las escaleras. Cuando estoy por salir, me toman del brazo girándome. —¿A dónde vas ? —Ese no es tu problema —Me suelto de su agarre. —Estás bajo mi responsabilidad y no conoces nada ni a nadie aquí. —¿Estás seguro de eso?, no soy tu prisionera así que no te metas en mi vida. —Damian, cariño —Su patética novia se hace presente —. La cena ya está lista. ¿No vienen? Mi móvil suena, llegándome un mensaje de Aban que se encuentra afuera. Sonrió y lo miro fijamente. —Lamentó no acompañarlos, pero ya tengo planes para cenar —Le sonrió falsamente —. Disfruten su cena, con permiso. Me doy la vuelta y salgo rápidamente de la casa encontrándome a Aban afuera alado de su camioneta. —Luces muy guapa —. Toma mi mano y me ayuda a subir al auto —. ¿Lista para una cena amena? —Por supuesto. —Entonces, andando. Nos espera una rica cena...
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