Elena regresó a su hogar con el corazón destrozado y la esperanza hecha añicos. Había encontrado a su hermano, pero no era el reencuentro que había imaginado. En lugar de alegría y conexión, solo había encontrado desprecio y negación.
Durante días, Elena se sumió en una profunda tristeza, incapaz de sacudirse la sensación de dolor y desilusión que la embargaba. Había querido tanto este encuentro, había esperado tanto tiempo para encontrar a su familia perdida, solo para ser rechazada de la manera más cruel.
Ronald la consolaba lo mejor que podía, pero incluso su amor y apoyo no podían mitigar el dolor que Elena sentía en su corazón. Se sentía como si una parte de ella se hubiera perdido para siempre, como si la esperanza misma se hubiera desvanecido en la oscuridad.
—Lo siento tanto, Elena —le decía Ronald una y otra vez, abrazándola con ternura—. No puedo imaginar lo que estás sintiendo en este momento.
Pero Elena apenas podía encontrar las palabras para expresar su dolor. Se sentía perdida, rota, como si todo lo que había esperado y soñado se hubiera desmoronado a su alrededor. La herida en su corazón era profunda y punzante, y no sabía cómo sanarla.
A pesar del doloroso rechazo que experimentó en su primer encuentro con Samuel, Elena no pudo sacarse de la cabeza la sensación de que aún tenía que intentarlo una vez más. Una parte de ella seguía aferrada a la esperanza de que algún día, de alguna manera, su hermano pudiera abrir su corazón y aceptarla.
Con el apoyo renovado de Ronald y una determinación férrea en su corazón, Elena decidió volver a buscar a Samuel. Esta vez, estaba decidida a no rendirse fácilmente, incluso si enfrentaba más rechazo.
Encontró a Samuel en la misma finca donde lo había visto por primera vez, trabajando bajo el ardiente sol del mediodía. Cuando él la vio acercarse, su expresión se endureció de inmediato, como si estuviera preparado para repeler cualquier intento de conexión.
—Samuel, necesitamos hablar —dijo Elena con voz firme, ignorando la frialdad en los ojos de su hermano.
—No tengo nada que decirte, Elena —respondió él bruscamente, sin detener su trabajo—. No tienes nada que ver conmigo.
Pero Elena no se dejó intimidar por su actitud hostil. Sabía que tenía que persistir, incluso si cada palabra de Samuel era como un puñal en su corazón.
—Sé que nuestra relación no ha sido fácil —admitió Elena, luchando por contener las lágrimas—. Pero somos familia, Samuel. Y creo que todavía hay una oportunidad para nosotros, si tan solo estuvieras dispuesto a intentarlo.
Samuel la miró con incredulidad, como si no pudiera entender cómo Elena podía seguir buscando algo que él consideraba perdido hace mucho tiempo.
—No entiendes, ¿verdad? —dijo él con amargura—. Nunca has entendido. No tienes ni idea de lo que pasé después de que nos separaron. Y no quiero que vuelvas a mi vida para recordármelo.
Las palabras de Samuel fueron como un golpe directo al corazón de Elena. Se quedó paralizada por un momento, sintiendo cómo el dolor se extendía por todo su ser. Pero luego, con una determinación renovada, se obligó a seguir adelante.
—No puedo cambiar el pasado, Samuel —dijo ella con voz temblorosa—. Pero podemos trabajar juntos para construir un futuro mejor. Uno donde podamos dejar atrás el dolor y la amargura, y encontrar la paz y la conexión que tanto anhelamos.
Samuel la miró fijamente, como si estuviera evaluando cada palabra que decía. Por un momento, pareció que iba a ceder, que tal vez, solo tal vez, estaba dispuesto a darle una oportunidad. Pero luego, sacudió la cabeza con resignación.
—Lo siento, Elena —dijo con voz apagada—. No puedo hacerlo. No puedo dejar que vuelvas a mi vida y arruines todo lo que he construido. Por favor, déjame en paz.
Con el corazón roto pero la determinación intacta, Elena se alejó de Samuel, sabiendo que esta vez, la brecha entre ellos era más profunda de lo que jamás podría repararse.
Después de su último encuentro con Samuel en la finca, Elena se sintió desolada por el rechazo una vez más. Sin embargo, la determinación que ardía en su interior no se extinguía fácilmente. Decidió que no podía darse por vencida sin intentarlo una vez más.
Con el apoyo inquebrantable de Ronald, Elena se armó de valor y se embarcó en una nueva búsqueda de su hermano. Recordando la dirección aproximada de la finca donde lo había encontrado, decidió regresar allí, con la esperanza de obtener alguna pista sobre su paradero actual.
Al llegar a la finca, Elena se encontró con una sorpresa desalentadora: Samuel ya no trabajaba allí. Después de preguntar a los demás trabajadores, descubrió que había dejado el trabajo unos días antes, sin dejar rastro de hacia dónde se dirigía.
El corazón de Elena se hundió en su pecho mientras absorbía la noticia. Se sentía como si estuviera persiguiendo sombras, siempre un paso detrás de su hermano. Pero la determinación que la había llevado hasta aquí seguía ardiendo en su interior, impulsándola a seguir adelante.
Decidida a no rendirse, Elena se propuso encontrar a Samuel, sin importar cuánto tiempo o esfuerzo le llevara. Con la determinación de un detective, comenzó a recopilar información de cualquier fuente que pudiera proporcionarle alguna pista sobre el paradero de su hermano.
Finalmente, después de días de búsqueda exhaustiva, Elena obtuvo una pista prometedora. Un vecino de la finca le dijo que había escuchado rumores sobre Samuel mudándose a una pequeña ciudad cercana, donde aparentemente había conseguido un trabajo como peón en una granja.
Con un destello de esperanza renovada, Elena se encaminó hacia la ciudad mencionada. Después de preguntar y buscar por todas partes, finalmente encontró la dirección de la casa donde Samuel supuestamente residía.
Con el corazón latiendo con fuerza en el pecho, Elena se acercó a la modesta casa y tocó la puerta con manos temblorosas. Esperó con impaciencia, esperando que esta vez, su hermano estuviera dispuesto a escucharla.
Pero cuando la puerta finalmente se abrió, no fue Samuel quien apareció ante ella. En cambio, fue recibida por un desconocido que le informó que Samuel se había marchado hacía unos días, sin dejar ninguna indicación de su destino.
Una oleada de desesperación y frustración inundó a Elena mientras se enfrentaba a otra decepción. Se sintió como si estuviera persiguiendo un fantasma, incapaz de atrapar el hilo de su hermano perdido.
Con lágrimas en los ojos y el corazón pesado, Elena se alejó de la casa, sintiendo el peso abrumador de la incertidumbre. Pero a pesar de la desesperanza que la rodeaba, una pequeña voz en su interior seguía susurrando que no podía darse por vencida. Que algún día, de alguna manera, encontraría a Samuel y repararía la brecha que los separaba. Y con esa convicción ardiente guiándola, Elena se preparó para continuar su búsqueda, sabiendo que el camino por delante sería difícil, pero decidida a seguir adelante, sin importar qué obstáculos se interpusieran en su camino.