Recuerdos dolorosos del pasado

1112 Words
En el sombrío crepúsculo de una tarde de otoño, Samuel se encontraba sentado en el porche de su nueva casa de acogida, observando en silencio el cielo teñido de tonos dorados y anaranjados. A su lado, el viento susurraba entre las hojas marchitas de los árboles, llevando consigo un eco de melancolía y desolación. —¿Por qué siempre tienes que ser tan inútil? —escuchó la voz áspera de su padrastro, interrumpiendo la tranquilidad de la tarde. Samuel apretó los puños con impotencia, ya acostumbrado a las críticas constantes que parecían seguirlo a donde fuera. Levantó la mirada para encontrarse con la mirada fría y despectiva de su padrastro, cuyos ojos parecían arder con una mezcla de disgusto y desdén. —Lo siento, lo intenté —murmuró Samuel, tratando de contener el nudo en su garganta. —Lo intentaste, ¿eh? —bufó su padrastro con desprecio—. ¿Y qué conseguiste? Nada. Eres un fracaso, un estorbo. No sirves para nada. Las palabras golpearon a Samuel como un puñetazo en el estómago, dejándolo sin aliento. Sabía que no podía hacer nada para cambiar la opinión de su padrastro, pero eso no lo hacía menos doloroso. —Lo siento —susurró de nuevo, sintiendo cómo la humillación lo envolvía como una manta fría. Su padrastro simplemente resopló y se alejó, dejando a Samuel solo en el porche con sus pensamientos oscuros y su corazón destrozado. Mientras el sol se ponía lentamente en el horizonte, Samuel se aferraba a la pequeña chispa de esperanza que aún ardía dentro de él. A pesar de las palabras hirientes y el desprecio que enfrentaba a diario, seguía creyendo en la posibilidad de un futuro mejor, donde finalmente sería aceptado y amado por quien era. Pero en lo más profundo de su corazón, también resonaban las voces crueles que lo atormentaban sin piedad, repitiendo una y otra vez las mismas palabras desgarradoras: "No sirves", "Nadie te quiere". Y mientras luchaba por encontrar su lugar en el mundo, Samuel se aferraba a la esperanza de que algún día esas voces callarían, y él encontraría la paz y la felicidad que tanto anhelaba. Después de la separación de Elena, Samuel se encontró atrapado en un torbellino de familias de acogida. Cada nuevo hogar parecía traer consigo una nueva dosis de desprecio y crueldad. En lugar de recibir amor y apoyo, Samuel enfrentaba constantemente el rechazo y el abuso. En una de esas familias, una pareja mayor lo acogió con la promesa de brindarle un hogar cálido y amoroso. Sin embargo, pronto descubrió que las apariencias podían ser engañosas. Los supuestos "padres cariñosos" resultaron ser implacables en su desdén hacia él. —¿Qué clase de chico eres tú? —le espetaba su "padre" con desprecio, cada vez que cometía un pequeño error—. No haces más que causar problemas. —Lo siento, de verdad lo intento —se disculpaba Samuel, con los ojos llenos de lágrimas. Pero sus disculpas caían en oídos sordos. Para sus padres de acogida, Samuel era simplemente un estorbo, un recordatorio constante de sus propias frustraciones y fracasos. En otra familia, conformada por una madre soltera y sus dos hijos, Samuel creía haber encontrado finalmente un lugar donde pertenecer. Pero su ilusión fue rápidamente destrozada cuando se convirtió en el blanco de las burlas y el acoso de los hermanos. —¿Por qué no te largas de una vez? Nadie te quiere aquí —le gritaban los niños, con crueldad en sus ojos. Samuel se encogía de dolor, sintiéndose más solo y desamparado que nunca. ¿Por qué siempre parecía atraer la hostilidad de aquellos que supuestamente debían cuidarlo y protegerlo? Con el tiempo, Samuel comenzó a resignarse a su destino. Se convenció a sí mismo de que no merecía amor ni felicidad, que su lugar en el mundo estaba predestinado a ser uno de sufrimiento y soledad. Pero a pesar de todo, una pequeña chispa de esperanza seguía ardiendo en lo más profundo de su corazón. Una voz suave y lejana que le decía que quizás, solo quizás, algún día encontraría el amor y la aceptación que tanto anhelaba. Y así, mientras navegaba por las turbulentas aguas de su infancia y adolescencia, Samuel se aferraba a esa pequeña luz, esperando contra toda esperanza que algún día encontraría un lugar donde verdaderamente pertenecer. Cuando Samuel alcanzó la edad de veinte años, creyó que finalmente había encontrado un rayo de sol en el oscuro túnel de su vida. Conoció a una joven llamada Laura, cuya sonrisa cálida y ojos comprensivos le ofrecieron un respiro del constante dolor y la soledad que lo habían consumido durante años. Al principio, todo parecía ir bien. Samuel se aferraba a la esperanza de que finalmente había encontrado a alguien que lo amaba y lo aceptaba tal como era. Pero conforme su relación con Laura avanzaba, Samuel comenzó a darse cuenta de que sus demonios internos aún no habían sido completamente domados. Los traumas del pasado seguían acechando en las sombras, esperando el momento adecuado para surgir y arruinar todo lo que había construido con Laura. Sus inseguridades y temores se convirtieron en una barrera insuperable entre ellos, causando tensiones y conflictos constantes. —¿Por qué eres así? —le preguntaba Laura, con frustración en su voz—. No puedo lidiar con tus altibajos emocionales todo el tiempo. —Lo siento, de verdad lo siento —se disculpaba Samuel, sintiéndose impotente ante su incapacidad para ser quien Laura necesitaba que fuera. Pero sus disculpas ya no eran suficientes. La relación se volvió cada vez más tumultuosa, con peleas frecuentes y desconfianza en ambos lados. Samuel se sentía atrapado en un ciclo de autodestrucción, incapaz de romper las cadenas que lo mantenían prisionero de su propio dolor. Finalmente, llegó el día en que Laura decidió que ya no podía más. Con lágrimas en los ojos, le dijo a Samuel que necesitaba alejarse, que ya no podía seguir soportando el peso de sus problemas. —Lo siento, Laura —dijo Samuel, con el corazón destrozado—. Nunca quise lastimarte. Pero era demasiado tarde. La relación había llegado a su fin, dejando a Samuel sumido en un abismo de desesperación y desolación. Una vez más, había perdido a alguien a quien había amado, confirmándole una vez más su creencia de que estaba destinado a la soledad. Con el corazón roto y el alma destrozada, Samuel se encontró de vuelta en el oscuro lugar donde había comenzado, luchando por encontrar una razón para seguir adelante. Pero en algún rincón de su mente, una pequeña voz seguía susurrándole que tal vez, solo tal vez, aún había esperanza para él.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD