Recuerdos de la infancia

1056 Words
El Parto de Emergencia El quirófano estaba preparado con todos los equipos necesarios. Nikki, aún en coma, fue llevada a la sala de operaciones mientras Ronald y Elena observaban desde una ventana, sus corazones latiendo con fuerza. El equipo médico trabajaba con precisión y cuidado, conscientes de los riesgos involucrados. La tensión en el ambiente era palpable. Finalmente, después de lo que pareció una eternidad, el llanto de un bebé llenó el aire. —Es una niña —anunció el doctor, sosteniendo al recién nacido con cuidado—. Está sana, pero necesitamos asegurarnos de que Nikki también esté bien. Elena y Ronald se miraron, sintiendo una mezcla de alivio y preocupación. La bebé fue llevada rápidamente a una incubadora para recibir la atención especializada necesaria para un bebé prematuro. Horas de Espera Las horas siguientes fueron un torbellino de emociones para Ronald y Elena. La pequeña Gabriella, como la habían llamado, estaba bajo constante supervisión en la unidad de cuidados intensivos neonatales. Ronald no se separaba del cristal que los separaba de su hija, mientras Elena se mantenía cerca de Nikki, esperando cualquier signo de mejora. El doctor se acercó a ellos nuevamente, con una expresión seria en el rostro. —Señor y señora Wilson, hemos hecho todo lo posible, pero debido a la cantidad de drogas en el sistema de Nikki, su cuerpo está teniendo dificultades para recuperarse. Nos tememos que la situación es crítica. El Desenlace Pasaron unas horas más antes de que el doctor regresara con noticias devastadoras. —Lo siento mucho —dijo el doctor, con una voz cargada de compasión—. La bebé no ha podido resistir los efectos de las drogas transmitidas durante el embarazo. Hicimos todo lo que pudimos, pero falleció hace unos minutos. Elena se derrumbó en los brazos de Ronald, ambos llorando por la pérdida de la pequeña Gabriella. La noticia fue un golpe devastador, un recordatorio de la crueldad de las circunstancias en las que se encontraban. —Además, la paciente también ha fallecido, las muertes parecieron sincronizadas. La muerte de Nikki no sorprendió a Elena y Ronald, pero no esperaba que muriese la bebé. *** Elena se sumió en una profunda depresión tras la pérdida de Gabriella y sus infructuosos intentos de quedar embarazada nuevamente. Las noches sin dormir se llenaron de lágrimas y desesperación, mientras Ronald intentaba, en vano, consolarla. —Ronald, no puedo seguir así —dijo Elena una noche, su voz quebrada por el dolor—. Cada vez que veo a un bebé, siento que mi corazón se rompe un poco más. Ronald la abrazó, sabiendo que sus palabras eran insuficientes para curar su dolor. —Vamos a encontrar una solución, Elena. No quiero verte sufrir así. Buscaremos ayuda profesional y haremos todo lo posible para superar esto juntos. Ronald y Elena decidieron buscar ayuda de un terapeuta especializado en traumas y pérdida. Las sesiones fueron difíciles al principio, con Elena luchando por abrirse y compartir su dolor. Sin embargo, con el tiempo, empezó a encontrar un poco de alivio en las palabras y ejercicios del terapeuta. —Elena, la pérdida que has experimentado es inmensa, y es normal sentirte abrumada —dijo el terapeuta—. Pero necesitas recordar que el valor de tu vida y tu felicidad no está determinado únicamente por la maternidad. Vamos a trabajar en reconstruir tu autoestima y encontrar nuevas fuentes de alegría y propósito. En su búsqueda por encontrar alivio y superar su depresión, Elena decidió someterse a un tratamiento de hipnotismo. La idea de liberar recuerdos reprimidos y enfrentar traumas pasados le parecía aterradora, pero sabía que necesitaba explorar todas las opciones para sanar. Ronald la acompañó a la primera sesión, tomándole la mano mientras esperaban en la sala de consulta. —¿Estás segura de que quieres hacer esto? —le preguntó Ronald, con preocupación en sus ojos. Elena asintió. —Sí, Ronald. Necesito enfrentar esto para poder seguir adelante. El hipnoterapeuta, un hombre calmado y experimentado, comenzó la sesión guiando a Elena a un estado de relajación profunda. Poco a poco, Elena comenzó a adentrarse en los rincones más oscuros de su mente. —Quiero que te relajes y retrocedas en el tiempo —dijo el hipnoterapeuta con voz suave—. Regresa a un momento en tu infancia que hayas bloqueado. Elena sintió como si flotara en un espacio nebuloso. De repente, imágenes de su infancia comenzaron a emerger. —Estoy en el orfanato —dijo Elena con voz débil—. Me siento sola y asustada. —¿Qué está pasando? —preguntó el hipnoterapeuta. —Veo a otros niños siendo adoptados, pero yo sigo aquí. No entiendo por qué nadie me quiere llevar a casa —respondió Elena, con lágrimas rodando por sus mejillas. Elena comenzó a revivir momentos de su infancia en el orfanato, la constante espera y la incertidumbre. Recordó cómo se había sentido invisible y desamparada. —Finalmente, una familia me adoptó cuando tenía seis años —continuó Elena, su voz temblando—. Al principio, pensé que todo iba a estar bien, pero siempre sentí que no encajaba del todo. El hipnoterapeuta la guió con cuidado a través de esos recuerdos, ayudándola a procesar el dolor y a comprender que no era responsable de la falta de conexión con su familia adoptiva. A medida que las sesiones continuaban, Elena comenzó a desenterrar más recuerdos. Recordó la presión constante de sus padres adoptivos para ser perfecta y su miedo a decepcionarlos. —Eso explica mucho de cómo me siento ahora —dijo Elena en una sesión—. Siempre he sentido que no merezco ser feliz, que no soy suficiente. —Esos sentimientos de insuficiencia provienen de tu infancia, Elena —le explicó el hipnoterapeuta—. Pero ahora que los has identificado, puedes empezar a trabajar en cambiarlos. Eres valiosa y mereces ser feliz. El proceso de hipnoterapia no fue lineal. Hubo días en que Elena se sentía más ligera, como si hubiera dejado atrás un gran peso. Pero también hubo días en que los recuerdos y las emociones la abrumaban, llevándola a episodios de ansiedad y tristeza. Ronald, siempre a su lado, la apoyaba en cada paso del camino. —Estás haciendo un gran trabajo, Elena. Estoy aquí para ti, pase lo que pase —le decía, animándola a seguir adelante.
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