Señora Wilson

1329 Words
Tras darle el tiempo suficiente a Elena, Ronald decidió entrar al baño, al parecer Elena no se había percatado de su presencia y cuando ella como si tirarán algo cerca, abrió sus ojos y se encontró a su jefe quitandose la ropa. Ella trató de taparse con la espuma que había en la bañera. —¿Que se supone está haciendo? Váyase de aquí. —¿Aquí donde? Ya has firmado el acuerdo, mañana solamente lo vamos a formalizar, pero desde ya eres mi esposa. En qué momento firmó ese acuerdo, se arrepiente de haberlo hecho y eso que solo ha pasado una hora aproximadamente. —Pero no se supone que sea así, está es la privacidad de uno. —No hay privacidad entre nosotros, somos pareja, así que nada malo estamos haciendo. Elena le dió la espalda, no quería verlo desnudarse, era como si todo lo estuviera haciendo a propósito, con tal de provocarla. Ronald quedó completamente desnudo, entró a la bañera y se acomodó frente a Elena. Elena aunque quería salir de ahí, la toalla no estaba a su alcance, tenía que ponerse en pie y dar dos pasos, pero con eso sería suficiente para que él la viera desnuda. —Relajate —le dijo Ronald—, no será la única vez que hagamos esto juntos, vergüenza es lo menos que deberías de tener conmigo. —Usted porque ya está acostumbrado a tener cuántas mujeres quiere, pero yo no, prácticamente solo dos hombres me han visto desnuda. Ronald sabía que ella hacía referencia al hombre de las fotos, aunque el prácticamente se dejó llevar por el dinero y por el hecho de tocarla, Ronald detestaba la idea de que la haya visto desnuda, sino es por el hecho de que le advirtió sobre la droga en la bebida, hoy fuera muy diferente la situación. —Nadie más te verá desnuda, solamente serás para mí. —Deje de decir eso como si fuera una mercancía. —Volteate. —¿Cómo? —Si, date la vuelta y acércate a mí. —¿Para que? —Solo hazlo. Elena sabía que no debía de hacer enojar a Ronald, se acercó a él, tratando de taparse sus voluptuosos pechos y luego se dió vuelta. —Acercate, no pasará nada. —Ella se acercó a él, hasta llegar a escasos centímetros. El la tomó de la cintura y luego la acercó completamente. —Quiero que te acostumbres a mi contacto, lo primero que debes hacer es reconocerme. Él empezó a recorrer una de sus manos por el hombro de ella, lo hacía con delicadeza. —¿Que hace? —Solo relájate, cierra tus ojos y relajate. Las caricias dejaron de ser incómodas para Elena, las manos de Ronald solamente recorrían sus brazos y espaldas. Cuando él sintió que ella estaba más relajada, comenzó a darle besos en su espalda. —¿Que hace? —preguntó nuevamente Elena, pero está vez con una voz más suave, como si dudaba en hacer la pregunta. No hubo respuesta de parte de Ronald, simplemente continúo. Cuando sintió que ella estaba relajada completamente, decidió dar el siguiente paso, la levantó a ella y ambos salieron de la bañera desnudos, aunque Elena trató de taparse, no fue ningún impedimento para que Ronald la llevará a la cama. Esa tarde él comprobó que con Elena su cuerpo no sentía ningún tipo de repulsión. Para Elena, aunque no era la primera vez, sentía que así fué, no obstante, él la guío en todo momento, dejando por un momento a un lado la vergüenza que estaba teniendo relaciones con alguien que no amaba. A la mañana siguiente ella despertó y sentía que no tenía fuerzas, pero su acompañante ya no se encontraba ahí. Decidió salir de la habitación, se puso la ropa con la que había llegado y luego bajó, encontrándose a personal de servicio. —Buenos días —dijo Elena, con un poco de vergüenza. —Buenos días —respondió una señora de unos 50 años aproximadamente—. El señor Wilson se encuentra en el gimnasio, me ha pedido que le prepare el desayuno, usted solo me indica lo que desea comer y yo con mucho gusto se lo preparo. —¿Solo usted está aquí? —No, el personal de servicio solo viene 3 días a la semana, así que encontrará a varias personas trabajando el día de hoy, por cierto, mi nombre es Brenda Velasquez, llevo trabajando con el señor Wilson desde hace 8 años. —¿8 años? —Asi es, de los cuales estoy segura que nunca había traído a una mujer a esta casa, debe ser muy especial. —Ella es mi esposa —dijo Ronald quién recién había llegado. —Lo siento señor Wilson, no quería ser inoportuna... Ronald no dijo nada sobre la situación. —Tendremos que comer afuera, ha surgido un percance y debemos viajar —le dijo Ronald a Elena. —No tengo ropa aquí, tendré que ir... —Ya me he encargado de eso, la ropa que se pidió de la tienda ya ha llegado, pero igual compraremos más. Ronald subió a la habitación y Elena quedó a solas con Brenda. —Lo siento mucho, no sabía que usted era la esposa del señor Wilson, por favor no me despida. —No, no lo haría, no has hecho nada malo, si el decide correrte intentaré convencerlo para que no pase. —Se lo agradezco mucho, soy una persona mayor y no podría conseguir trabajo con facilidad, tengo un hijo que aún depende de mí. —Tranquila, hablaré con él, aunque no sé si tenga la habilidad para convencerlo. Elena subió a la habitación, preocupada por lo que le sucedería a Brenda. Cuando estuvo frente a la puerta de la habitación suspiró, todo esto era nuevo para ella. Al abrir se encontró a Ronald en toalla. Ella agradeció encontrarlo así y no de otra forma. —Señor Wilson... —No me digas así, se supone que eres mi esposa, así que dime Ronald. —Esta bien, quería preguntarle.... Ronald se le acercó a ella. —Si no quieres que te castigue es mejor que deje de tratarme como señor, no es preguntarle, es preguntarte, ¿Me has entendido? —Si, entendí. —Conociendo a su jefe, los castigos no deben ser nada bueno—. Quería preguntarte si tomarás alguna acción contra Brenda. —¿Te preocupa una empleada? No me gusta que andén chismoseando en mi casa o trabajo. —Lo entiendo, pero ella solo me estaba haciendo un comentario, dice que ha trabajado por varios años contigo y por un comentario que de seguro quería hacerte quedar bien pueda perder su trabajo. —Si quieres que se quede dame un beso. Elena se quedó muda, no esperaba que él negociará el puesto de alguien de esa manera. —¿No quieres que la despida? Dame un beso, si no lo haces me molestaré y la despediré, pero quedará en tu consciencia de que podías haberla ayudado. —¿Por qué debo de darle... darte un beso para conservar su empleo? —Simple, tu quieres algo, yo quiero algo, negociaciones. Este hombre no perdía oportunidad de hacerla sentir acosada, pero tampoco quería que una señora perdiera su trabajo. Se acercó a él y le dió un beso en el cachete. —No, ese no es un beso, somos esposos, los besos son en la boca. Elena lo que menos quería era besarlo, quien sabe a cuántas mujeres había besado. —Dices que los besos son en la boca, pero quién sabe a cuántas mujeres ya ha besado. —¿Estás preocupada de que haya besado a alguien más? La señora Wilson debería de estar tranquila, a pesar de haber estado con varias mujeres, no me gustaba besarlas, ayer fue la primera vez que le dí un beso a alguien. ¿Para que dijo eso? Se preguntaba Elena, lo menos que quería era conocer la vida de su jefe.
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