Llegaron a una isla paradisíaca, era un resort, la cual fue reservada para ellos dos.
—¿Qué hacemos aquí? —preguntó Elena.
—Estaremos de luna de miel.
—Pensé que vendríamos a un viaje de negocios.
—No, nunca dije eso, esta parte de la isla será solo para nosotros, el resto estará el personal de servicio, ellos vendrán de 10:30 a 1, hay suficiente comida para nosotros dos.
—¿Cuánto tiempo estaremos aquí?
—Una semana.
—¿Una semana? Eso es bastante tiempo. —Lo que a Elena más le preocupaba era lo que Ronald tenía planeado hacer en esa semana. Quizás pensaba no dejarla salir de la habitación.
Tuvieron una gran recepción, todo el personal del resort estaba ahí para darles la bienvenida.
Les sirvieron una copa de vino de 30 años, luego fueron a un gran comedor donde había una gran variedad de alimentos.
—Se que no has comido nada el día de hoy, así que puedes comer con tranquilidad.
Elena no había visto es gran cantidad de comida en una sola mesa solo para ella. ¿Acaso la veía muy delgada y quería la engordar? ¿Quizás la quería engordar para que nadie más se fije en ella?
—Comida es lo menos que te faltará conmigo.
Ronald al ver que ella no se decidía, tomó un plato y le sirvió comida, no sabía que le gustaba a ella, así que esperaba que eso le gustará.
Elena nunca espero que su propio jefe le sirviera la comida.
Ambos comieron hasta sentirse saciados, sobró una gran cantidad de comida.
—¿Qué harán con el resto de la comida?
—El resto de la comida se distribuye entre los trabajadores, evitó que se desperdicie, ahora, no es que ellos comen la sobra, sino que nosotros escogemos lo que queremos comer y después ellos eligen.
—Es lo mismo, se comen lo que has dejado, no me gusta esa forma de trabajar, prácticamente el personal come mucho tiempo después que nosotros.
Ronald la quedó viendo, siempre había trabajado de esa manera y nunca lo habían contradecido.
—¿Qué propones?
—¿Proponer?
—Asi es, si algo no te gusta debes de proponer algo, en todo caso, eres la encargada del personal.
—Solamente digo que no hay necesidad de cocinar tanto para nosotros dos, con dos o tres platillos es suficiente, así ellos no comerán tan tarde o comida fría.
—Hazlo saber a Julieta, ella es la responsable del personal. Debo de atender unos asuntos, puedes recorrer la isla para mientras.
Ronald se levantó y se fue directo a un despacho que había ahí. En cambio Elena no sabía que hacer.
No sabía cuál era su habitación, ni sabía que ropa utilizaría en estos días.
Salió al jardín y se encontró con el jardinero.
—Disculpe, ¿donde puedo encontrar a Julieta?
El jardinero al verla se puso en pie rápidamente, se quitó el sombrero antes de dar una respuesta.
—La señora Julieta, le pediré a alguien que se la localicé, mientras puede esperar aquí —dijo señalando unas sillas de descanso —. Pronto vendrá ella.
Elena tomó asiento, las sillas eran bastante cómodas y uno fácilmente podría descansar. Al cabo de unos minutos llego una mujer alta, delgada, cutis clara, rostro fino, sus pechos no eran tan voluptuosos como los de ella, pero si tenía mas trasero. Por un momento Elena empezó a tener celos de que es mujer quisiera coquetear a Ronald.
—¿Me h mandado a llamar? —preguntó Julieta.
—Si, quisiera que me indicará cuál es mi habitación.
—Su habitación está en el segundo piso, número 21, su ropa ya está acomodada, le sugiero que use algo más ligero y bloqueador solar.
«Su ropa ya está acomodada? Pero yo no he preparado ropa» Se decía Elena para ella misma.
—¿Algo más que desee?
—Si, no quiero que repitan lo de hoy, únicamente van a preparar entre 3 o 4 platillos, no hay necesidad de llenar el comedor de tanta comida, así pueden preparar algo directamente para el personal.
—Esta bien, solo necesitaré confirmación del señor Wilson...
Te lo estoy diciendo a ti, en todo caso es mi esposo y puedo tomar decisiones por él, ¿alguna duda?
Julieta se quedó callada, era primera vez que Ronald venía a este resort, de hecho Julieta canceló algunos compromisos para poder atender a Ronald, había escuchado que él es un dios en la cama y quería comprobarlo por si mismo.
Julieta simplemente asintió con la cabeza, si quería intentar algo, debía de hacerlo pronto.
Acompañó a Elena hasta las escaleras, esperó que ella entrará a la habitación, luego fue a la cocina, preparó un té, acomodó mejor su ropa y su escote era más pronunciado, cuando ella va hacia el estudio, se termina de dar un último toque, sube su falda un poco más y ahora sí se decide a entrar.
Cuando abre la puerta sin tocar previamente, se encuentra dos pares de ojos observándola.
«¿Qué hacía ella aquí si vió que subió a la habitación?» Se preguntaba Julieta.
—¿Qué haces aquí? ¿Quién te ha mandado a llamar? —le preguntó Elena a Julieta.
—Solo le he traído un té al señor Ronald.
—¿Solo ha sido un té? Hace un momento recuerdo que tú escote no era tan pronunciado, además que le hace falta unos centímetros a tu falda, ¿no pensarás coquetearle a mi esposo?
—¡No! Para nada —dijo nerviosa Julieta.
—¿Qué pretendías hacer? —preguntó Ronald.
—Nada, no pretendía nada, fue un error mío haber entrado sin tocar, no sucederá de nuevo.
—Claro que no va a suceder de nuevo, estás despedida —dijo Elena
—¿Despedida? No puede despedirme, no soy trabajadora suya.
—Si ella te ha despedido es porque así es, toma tus cosas y lárgate —dijo Ronald.
La mujer no solo rechazaba lo que le había sucedido, Elena se miraba que era del campo, ¿cómo pudo seducir a semejante galán?
Julieta salió de ahí enojada, en cambio Elena se quedó con Ronald.
—Te lo he dicho, esa mujer quería seducirte.
—Por eso tengo a mi mujer que me protege de otras, aunque mi fama me preside, tus celos en esta ocasión tuvieron razón.
—¿Celos? ¿Crees que tengo celos por ti?
—Si lo tienes, de no ser así no hubieras venido rápidamente aquí a advertirme, o quizás ni hubieras despedido a Julieta, tienes que aceptar que tienes celos hacia mi.
Ronald se acercó a ella y la dejó acorralada.
—¿Sabes que provoca eso en mí?
—No, ni quiero descubrirlo —dijo Elena tratando de liberarse.
—Hace que mi cuerpo se encienda y quiera poseerte, demostrarte que solo soy tuyo.
Ronald se acercó a su cuello, aunque Elena quería evitar caer en su a juegos, pero su cuerpo le traicionaba, su piel se erizaba cada vez que Ronald la empezaba a acariciar de esa manera.
—Dime, ¿te dejo ir?
—Si —respondió Elena, aunque no muy convencida.
Ronald acercó su boca a la de ella y comenzó a besarla, ya no había más rechazos, esta vez hubo una respuesta más rápida de parte de ella.
—¿Aquí?
—Si, aquel que se atreva a interrumpir simplemente desea su muerte.
Las manos de Ronald recorrían el cuerpo de Elena, aunque Elena no correspondía a las caricias, pero no podía dejar escapar algunos gemidos.
Alrededor no había nadie más que pudiera escuchar los sonidos de ellos dos, simplemente eran ellos dos en ese momento.
Aunque Elena no estaba segura si antes pudiera haber quedado embarazada, ahora si no cabe la menor duda.