El tiempo. Siempre caprichoso, sufre tanto como la mente los humos, a veces nocivos a veces no tanto, que dejan escapar la pasión el deseo e incluso el temor. La semana transcurrió por causa de ello lenta y pesada, como sin ambición alguna por alcanzar el sábado, ni tan siquiera el jueves, día en el cual se propuso nuestro entrevistador realizar esa primera, traicionera y prohibida llamada que fijaría un encuentro personal disfrazado apenas sin sutileza alguna de interés profesional.
Volubles como somos todos quiso excusarse consigo mismo desde la mañana siguiente de su primer encuentro con aquella hipnotizante mujer de superfluas ideas, pero innegable genio. Busco entonces entre un catálogo bien surtido de temores adultos motivos suficientes para suprimir el deseo innegable de propiciar un segundo encuentro, encontró allí miedos que harían temblar a una versión algo más joven de sí mismo, casi todos ellos relacionados con su esposa. Sin embargo, sintiéndose un poco infantil por abrigar esperanzas románticas en una reunión que terminaría con casi toda probabilidad en desencanto, jugo la carta del engaño consigo mismo y mientras pasaba los dedos por la pantalla del celular para marcar el numero anotado en el papelito de dulce, se convencía. Sin lugar al más mínimo dejo de cordura, de que en efecto aquella cita del sábado tan solo culminaría una entrevista fracasada en su momento por cuenta de un fortuito y afortunado enlace de acontecimientos que supieron robarle en su oficina la clama pero que no lo haría de nuevo, olvido, tal vez deliberadamente, el suave tono de aquella voz femenina que pronunciaba sin vacilaciones ideas que para otros serian totalmente censurables en una entrevista de trabajo, el escote, la mirada y principalmente su graciosa expresión de perpetua preocupación.
La voz del otro lado de la línea basto para retornarlo con rapidez vertiginosa a la verdad tan dura y tentadora de que escondía realmente en su interior sombrías esperanzas de transgredir. Aunque sea un poco, la línea delgada del interés profesional. Así, sabiendo que no existía ya marcha atrás y simulando calma, fijo la cita con pocas palabras, ella accedió sin intento alguno por ajustar la hora o el lugar, acordaron entonces encontrarse en un café bien conocido de la ciudad, ubicado apenas en la frontera entre los vecindarios de las personas más adineradas y la zona de los bares y las aventuras fortuitas.
Así, llego el día ansiado con tantísima vergüenza. Por toda excusa respecto al motivo de su ausencia en casa. Un día hecho por la fuerza de la costumbre, para la convivencia marital, esgrimió la tan útil mentira a medias. Comento a su esposa su obligación de realizar una entrevista que en su momento no pudo llevarse a término debido a las urgencias del tiempo y apelando a su infaltable bondad supo convencerla de que aquello era un acto altruista que incluso a el mismo incomodaba pero que resultaba ineludible dado que comprometía el medio de subsistencia mismo de un posible trabajador que de otro modo vagaría de nuevo por las calles sin ocupación alguna. No menciono, por supuesto, que se trataba de una mujer.
El lugar elegido, ubicado en la esquina de una calle bastante transitada, era pese a su fama un lugar de pequeñas dimensiones. Separado de la calle por un grueso vidrio que dejaba ver su interior desde la acera, estaba decorado con toda solemnidad, sin recurrir a los engaños barrocos se bastaba del toque mágico de la madera y la infalible combinación del color blanco y n***o para decorar con sobriedad su interior, las mesas. Pensadas para las parejas, tenían todas ellas tan solo dos sillas. Como último cobarde y socaron intento para combatir la tentación de que sucediera cualquier cosa indiscreta eligió dentro de la pequeñísima cantidad de posibilidades que ofrecían esas 8 mesas la que se encontraba cercana a la puerta y con ello a las miradas indiscretas de los transeúntes y quien sabe incluso a la mirada de algún conocido.
La hora fijada, las 3 de la tarde, ambos llegaron tarde a propósito. El, 10 minutos, ella 15, saldada quedo entonces esa pequeña primera competencia de intereses que ella gano por diferencia de 5 minutos, tuvo el que esperarla sentado, admitiendo por medio del culo ya puesto en el asiento que se encontraba en algo más ansioso que ella. Al verla, ataviada esta vez de un modo bien distinto, no tardo en reconocer en las prendas un espíritu más libre de él que el mismo nunca quiso consentir ni aun siquiera en sus amistadas, vestía una falda cortísima de color azul, con pliegues regulares en todo su contorno, la blusa. Que rozaba apenas el borde superior de la falda, también constituida por poca tela, dejaba al descubierto sus hombros protegidos por apenas una pequeña tirilla, el escote de nuevo sutil pero exquisito.
Desde el momento mismo en que la vio entrar y sonreír sin vacilaciones al encuentro con sus ojos se vio de nuevo privado de sus propósitos meditados y maldijo para sus adentros no haber ocupado la mesa más distante, aquella puesta al abrigo de una columna, esa única que deja escapar de vez en cuando el sonido de un beso intempestivo. Ella, aparentando la caminata de las modelos en la pasarela, camino despacio, como intentando prolongarle el momento de contemplación en que podría grabar en su mente la belleza que con tanta gracia le había proporcionado la suerte genética y el buen gusto. Dijo entonces sin saludar y mientras arrastraba con sus delgados brazos la silla para sentarse.
-Mira que parezco fuera de lugar aquí, todos en camisa y vestido
-Bueno, a mí no me lo parece- dijo el, suprimiendo a tiempo su deseo de añadir “estas muy guapa”
-ha no- fue toda la respuesta que obtuvo en palabras, el resto, transmitido por la mirada y la sonrisa fue una invitación al halago
El, para sortear esa obligación que nos impone la caballerosidad, respondió- pues no, y un si fuera así sería mi culpa, de seguro otros compromisos te ocupan el día y no me cabe duda de que para ellos estas vestida de la mejor manera
-uy, qué caballeroso- dijo mientras ponía cara de fingida seriedad- ya no quedan muchos de esos
-Solo cuando es necesario- dijo el, sorprendiéndose de inmediato de sí mismo
-Si me lo permite me lo tomare entonces como un halago-dijo, a la vez que simulaba una pequeña reverencia
Riendo hecho mano del portafolio que había elegido para guardar los papeles necesarios para realizar la fingida entrevista y poniéndolo sobre la mesa abrió los dorados broches
Ella juguetona como siempre, señalo que aquello daba toda la impresión de un intercambio ilícito de drogas y dinero
Esta vez, para evitar nuevas distracciones no hizo caso a su comentario y una vez abierto el portafolio tomo el pequeño grupo de hojas que resguardaba, lo cerro y sobre su tapa superior poso los folios, entonces ella se inclinó curiosa para pegarles una ojeada.
-No puedo dejar que los leas, sería injusto, tramposo- se apresuró a señalar
-Esta cita es por si sola tramposa señor entrevistador…. déjame a mí también una pequeñita ventaja, yo he aceptado todo sin rechistar
Dudo un poco, pero aceptando que alguna razón tenía la pequeña chica accedió no sin advertir-bueno, todos tuyos pero que sea una mirada corta-
-eres el mejor de todos- respondió ella sonriendo, a la vez que con la mano iba tomando sin ninguna delicadeza los papeles, apenas 10 segundos después de que posara sus grandes ojos en el blanco papel ya empezaba acentuase la pequeñísima arruga en su entrecejo, el dándose cuenta del detalle que a otros hubiera parecido apenas razonable, por la aparente complejidad de los documentos, supo que no sería la dificultad técnica sino tal vez algún otro detalle, sin poder suprimir esa interrogante pregunto- algo interesante-
-Mucho, pensé que sería algo distinto, pero es totalmente decepcionante, es una especie de sistema de puntuación- devolvió entonces los papeles con un gesto de genuino aburrimiento
-lo sé, excesivamente maquinal para un trabajo que promete tanta complejidad humana ¿no?
-Sí, calificar con matemáticas la vida y el carácter no es solo aburrido sino también estúpido- dijo apenas en un murmullo
-Tuve exactamente el mismo pensamiento, pero tiene sus virtudes- se defendió, dándose cuenta de inmediato de que lento pero seguro le calaba en el alma el discurso corporativo que en su juventud tanto había reprochado a otros, bajo la mirada instintivamente
-De seguro es práctico, pero supongo que eres psicólogo, parece una traición a tu propio arte
-Sí[P1] [P2] , supongo que así podría verlo alguien como tú- respondió, como defendiendo un orgullo que había creído ya extinto
Ella entonces estallo en una sonora carcajada- te ofendí- interrogo
-No simplemente concluyamos esto, voy a elegir una de las preguntas al az…- fue entones interrumpido
-Una última cosa, hagamos la entrevista sin los papeles, luego me dices que te ha parecido todo, sin guía alguna, me expongo como conejillo de indias para probar si aún tienes el toque, que tal, será divertido, lo prometo
Quiso negarse, pero sono tan esperanzada su voz y tan aparentemente inocente la propuesta que lo tomo como la tarea de cumplir un capricho a cualquier niño pequeño-vale, pero no te llenes de expectativas las entrevistas de trabajo aun antaño no tenían más que la profundidad de un vaso de agua-
-No tengo ninguna expectativa, te lo juro- dijo ella guiñando un ojo
-Bueno dime, cuáles son tus principales intereses, que haces por ejemplo con tu tiempo libre
Irguiéndose en la silla para tomar una actitud profesional que para nada correspondía su atuendo empezó a responder -bueno, primera pregunta y ya me veo tentada a mentir, pero te seré sincera, odio permanecer atada a una misma cosa, creo que de no haber nacido en este siglo seria parte de alguna tribu gitana, nómada, así que no creo que existan en mi vida cosas como los pasatiempos, la única constante es mi violín, el cual toco a diario, el resto de las cosas va cambiando, por ejemplo el mes pasado tuve una obsesión temporal con los museos y el anterior con las mujeres, explore ambas cosas tanto como pude-
La última parte de su respuesta, sin lugar a dudas, calculada, por el tono que empleo, le causo cierto deseo de indagar más al respecto, pero no estando dispuesto a mostrar aún más interés a esa mujer que parecía conocer todos los métodos para distraer la atención y embelesar a su interlocutor prefirió no hacerlo y mantenerse así en el terreno seguro
-Que tal la relación con tus padres-
-Ambos fallecieron, tendría yo 13 o 14 años, desde entonces estuve al cuidado de mi tía, y luego por mi cuenta-
-Lamento escuchar eso-
-No lo lamentes, es una pregunta ineludible ¿cierto?
-Lo es, no sabes que tanto delata en una persona su relación con familiares cercanos, padres y madres principalmente
-Pues bueno, mi tía hizo las veces de padre y madre así que te diré que con ella todo fue siempre bien, es una mujer tal vez más estricta de lo que yo hubiera deseado, pero todo cuanto hizo estuvo siempre bien justificado, no me golpeo ni regaño en exceso lo suyo era más el control a través del orgullo, era una experta en esa mirada de decepción que cuando se dirige a un niño causa tantísimo dolor
-Bueno eso es algo ciertamente muy interesante- añadió el, mientras que su mano vacilaba dubitativa si debía posarse sobre las de ella- se resolvió finalmente a que no sería necesario, a fin de cuentas, todos tenemos algo un poco sombrío en el pasado y esto era apenas gris
-No me cabe la más mínima duda- dijo ella pensativa por un instante, su entrecejo pareció sufrir de nuevo una pequeña agitación que no tardo en disolverse
-Dirías que eres una persona feliz-
-Iug, no- dijo ella sin vacilar un solo instante y recobrando de inmediato la cadencia rápida de su voz, al parecer había dado en el clavo con un tema que le parecía apasionante- la felicidad es vulgar y grosera, de algún modo, tontarrona y sin profundidad, se basta consigo misma y permanece impávida ante toda desgracia, en cambio la tristeza está colmada de sabiduría y trascendencia, es la verdad que hiere, pero engrandece. Creo sin embargo que no es obstáculo para la alegría aparente, es decir, andar cabizbajo y meditabundo no es divertido, pero la sonrisa tampoco se interpone a la nostalgia y sus reflexiones, es decir, si estuviéramos ambos colmados de felicidad qué sentido tendría esto de lo que hablamos hoy, sabes, creo sinceramente que la tristeza cuando es verdadera es como un lujo, no todo el mundo puede permitírselo, la mayoría de las personas nunca tiene tiempo de cuestionar nada. Solo quienes como tú y yo poseemos este ligero excedente en el tiempo, podemos ocuparnos de sentir que las piezas no encajan, la mayoría de los hombres viven y mueren con todas las piezas que forman su rompecabezas extraviadas como sin saber el motivo de nada, simplemente llevados por la corriente- mientras decía todo esto, su mirada estuvo siempre fija en los ojos de ese hombre que la admiraba maravillado del otro lado de la mesa, sin embargo la expresión era de cierta dejadez, como si más que un dialogo su pequeño discurso se hubiera transformado a medio camino en una conversación personal consigo misma-
El, que la había escuchada con profunda atención, volvió a encontrar en su modo tan particular de divagar sin rumbo aparente, ese místico atractivo que no había sentido nunca, una especie de atracción irrefrenable por esos labios que iban pronunciado todo sin permitir que los ojos interrogaran tan siquiera el reloj, toda ella parecía tan ensimismada, tan maravillosamente colmada de desprecio por él, por sus ideas, por su opinión, su posición quedaba relegada a la de una herramienta que sirve para explorar el camino, nada más, nunca se imaginó tanto querer ser usado, solo para presenciar el proceso que ello operaba en ella, el movimiento imperceptible de su entrecejo, la modulación de sus palabras y la impasividad de sus ojos, el cuello siempre erguido y los hombros tan redondos y delicados siempre danzantes, atentos a la espera de ocupar de nuevo un lugar central en la situación, de volver a esgrimir la sensualidad sobre los pensamientos, algún tiempo después de esta reunión confeso a cierta persona, habar sentido el impulso contradictorio de observar y de besar, una especie de unión entre la admiración y la lujuria.
El, que la había escuchada con profunda atención, volvió a encontrar en su modo tan particular de divagar sin rumbo aparente, ese místico atractivo que no había sentido nunca, una especie de atracción irrefrenable por esos labios que iban pronunciado todo sin permitir que los ojos interrogaran tan siquiera el reloj, toda ella parecía tan ensimismada, tan maravillosamente colmada de desprecio por él, por sus ideas, por su opinión, su posición quedaba relegada a la de una herramienta que sirve para explorar el camino, nada más, nunca se imaginó tanto querer ser usado, solo para presenciar el proceso que ello operaba en ella, el movimiento imperceptible de su entrecejo, la modulación de sus palabras y la impasividad de sus ojos, el cuello siempre erguido y los hombros tan redondos y delicados siempre danzantes, atentos a la espera de ocupar de nuevo un lugar central en la situación, de volver a esgrimir la sensualidad sobre los pensamientos, algún tiempo después de esta reunión confeso a cierta persona, habar sentido el impulso contradictorio de observar y de besar, una especie de unión entre la admiración y la lujuria.
Ella había callado ya hace un par de segundos, pero él seguía con la mirada clavada en sus labios, sabiéndose admirada rio alegremente, cumplido estaba ese objetivo apenas secundario que se había representado por la mañana como una excelente oportunidad de jugar un juego nuevo inexplorado, el de la seducción de un hombre mayor, uno que no tenía ya solo necesidades sexuales, sino que había alcanzado por fin la madurez que nos lleva a buscar la plenitud en otras muchísimas cosas.
Finalmente, él se percató de que ella callaba, pero como no sabía que decir recurrió al mesero, que estando ya cerca parecía haber olvidado entender esa mesa, pidió un café y la interrogo a ella sobre su apetito, sin miramientos pidió un sándwich el “más grande” añadió. Así transcurrió una hora, el formulaba alguna pregunta y ella se prestaba a resolverla con toda la erudición y el encanto que poseía, hablaron sobre otros muchos temas e incluso la política encontró cabida, las sonrisas se cruzaron sin caer en la cuenta de que apenas había instantes cortísimos en los que no estaban presentes y los minutos cayeron como fichas de dominó uno sobre el otro, casi sin espacio entre sí.
Entonces fue todo interrumpido por el sonido de un celular, el de ella, que se cortó a media frase y fijo la mirada en el dispositivo para después hacer una mueca de genuina sorpresa al darse cuenta de la hora. Contesto la llamada
-Perdóname, en serio pensé que era más temprano……. Todo en pie aun cierto... estoy bastante lejos, no llego tu sabes cómo es el trafico…. Bueno, intento.
Tras la cortísima charla telefónica comento que debía irse. Minutos después se encontraban ambos en el auto de él, sin saber ninguno de los dos exactamente como habían llegado a la conclusión de que él podía llevarla a su reunión como excusa por quitarle tanto tiempo sin motivo alguno, de nuevo la entrevista, el motivo verdadero de la reunión se dejó pendiente.
El destino, un pequeño apartamento, hogar de la persona que telefoneara en la cafetería, a unos 20 kilómetros al sur oriente de la ciudad, estaba en un sitio poco agraciado de la misma. De calles irregulares y dispares, comportaba esa muestra pequeña pero tangible de que las obras publicas aun teniendo tal carácter son más propicias a ser desarrolladas en lugares de cierto estatus y no es que fuera deplorable o deprimente el escenario, pero si realmente distinto, desprovisto del ornamento del espacio libre bien cuidado, de la poda constante y mucho más evidente del ornato uniforme, las casa que se elevaban del suelo en ese puto de la geografía eran todas de dispares colores, unas de 2 pisos otras de 3, daban la impresión de una sonrisa desdentada, con espacios vacíos y algunos dientes demasiado estrechos, otros verdaderamente chuecos que desafiaban las leyes de la física. Por otro lado, los conjuntos de apartamentos, tampoco parecían de arquitectura muy inspirada, simples edificios rectangulares de naranja ladrillo, aparcaron enfrente de uno de ellos.
Durante el camino, que pareció de nuevo bastante breve, ambos intentaron aplacar un poco el sentimiento, tal vez ligeramente avergonzados por dejar que el ímpetu tomara las riendas. Además, la mano adornada por el anillo de casado que se posaba en turnos sobre el volante y también sobre la palanca de los cambios, al estar ahora mucho más presente cambiaba de algún modo todo el asunto. Se encontraban atrapados en una de esas convenciones sociales que inculcadas desde la cuna nos impiden rebasar ciertos límites. La conversación palideció un poco, no por ello dejo de ser mucho más sobresaliente que las que se tienen con el común de las personas, pero el freno de los pudores atragantaba un poco a ambos.
Aun ella que no se creía muy cercana a este tipo de veleidades, más propias de un alma conservadora se sorprendía ante la idea de saberse aplacada por el temor a causar un daño irreparable, en alguna otra ocasión del pasado había alentado e incluso sostenido un par de relaciones en las que su contraparte tenia novia, pero en esta ocasión, todo bien distinto, pues el compromiso se había ya cerrado y por tanto se enfrentaba ya no solo al rompimiento de alguna relación pasajera formada tal vez intempestivamente y sin ninguna meditación, sino a una cosa mucho más profunda, más firme de profundas raíces.
Al estar ya estacionado el auto, quisieron despedirse sin hallar el modo de hacerlo, quedando atrapados en uno de esos incomodos y graciosos momentos en que uno estira el cuello y el otro la mano, que quede en la mente del lector quien hizo cada cosa. Un grito llego oportuno a evitar el bochorno de una mano que acaricia el aire y unos labios que besan el espacio vacío, era otra mujer, de pequeñas tallas también, su rostro muy afilado, la nariz algo larga y aguileña, de una delgadez algo cadavérica, se aproximó corriendo desde la parte de atrás del automóvil y azoto sin con una mano el trasero femenino que empezaba ya a asomar desde la puerta del pasajero, listo para marcharse.
Ambas mujeres se saludaron efusivamente, por un momento olvidado al conductor que esperaba paciente a que fuera cerrada la puerta paro poner de nuevo el pie sobre el acelerador, no ocurrió esto, sino que la cara delgada de la recién llegada se asomó hacia el interior del coche presentándose sin ningún asomo de pudor, lo invito a entrar a su vivienda y quedarse un rato “ya que vino, porque no se queda un rato, además necesito a un hombre fuerte, para subir un par de cosas, no tenemos ascensor” tras meditar un instante, resolvió ayudar a esa mujer desconocida. Desembarco del auto y alcanzo a las dos figuras femeninas que ya empezaban a caminar con rumbo hacia el portal del edificio, aún estaba algo confundido de su comportamiento, nunca había aceptado las invitaciones que se le proponían sin mucha antelación, pero hoy, había optado por seguir la corriente, eso sí, inconscientemente, pues las dudas le asaltaban a cada instante, pero de algún modo encontraba siempre motivo alguno para traicionar sus antiguos modos de proceder. Este hombre había olvidado el poder de la lujuria, que hace mucho no experimentaba y también el de los descubrimientos, no sabía que ese colon que todos llevamos en el pecho puede dormitar, pero nunca desaparecer y los nuevos horizontes aun cuando tienen nubes de tormenta no pierden por ello su encanto.
Cruzaron la puerta del edificio y ante la perspectiva de 5 pisos de escaleras hicieron un par de bromas sobre la inconveniencia de vivir en el piso más alto, la escalera para nada amplia permitía apenas que dos cuerpos la escalaran al tiempo, las dos mujeres tomaron la delantera y empezaron a intercambiar una conversación de pequeños murmullos a todas luces comprometedores por el tono y la risita de la que iban acompañados. El, por su parte no podía evitar mirar las caderas deliciosamente torneadas que le abrían camino en ese edificio nunca transitado, la falta tan corta dejaba al descubierto casi todo el muslo, una mirada por sobre el hombro de la amiga que ya desde muy temprano dejaba entrever sus colores, le encontró los ojos apuntando en esa mala posición, la risita de las dos mujeres que no se hizo esperar y le coloreo de inmediato las mejillas. Al llegar finalmente ante la puerta del apartamento 502 cayó en la cuenta de que no había sido requerido para subir nada, penetro en el apartamento con una ligera erección de pura expectativa, ahora controlando los ojos para que no delataran de nuevo los pensamientos tan carnales que le rondaban la mente.