Antes de que Alice pudiera comenzar a gritar la respuesta iracunda que podía decir que se estaba gestando en la punta de su lengua, Mateo hizo un alarde de marcar su lugar en el libro y devolverlo a la bolsa que tenía a la espalda. Extendiendo sus brazos hacia un lado en el clásico gesto de estar desarmado, murmuró secamente - Ahí. ¿Eso esta mejor?- Realmente, no entendía por qué estaba haciendo un gran problema con él leyendo y caminando. Ella lo había visto hacerlo con la frecuencia suficiente para no sorprenderse. La ira que hervía en sus ojos verdes se desvaneció ligeramente cuando sus labios se torcieron en un pequeño puchero. Sus brazos, que habían sido cruzados sobre su pecho, finalmente se relajaron nuevamente a los costados mientras sus hombros se curvaban hacia adelante con res