Habían pasado dos días exactamente desde el banquete, pero Alberto no podía olvidar como se veía su hermosa esposa en ese vestido tan sensual, bebió vinagre, (expresión que escucho de un amigo para no decir que estaba celoso) en todo el banquete gracias a eso, las miradas que le dedicaban a su esposa no precisamente era de admiración y eso no podía quitárselo de cabeza.
Pero tampoco sabía cómo decirle a su esposa que él quería que se pusiera ese vestido para él una de estas noches, se moría de vergüenza solo de pensarlo, pero sus sueños más sucios habían estado muy vividos en su mente y lo estaban arrastrando en un abismo sin fondo.
Irene era demasiado hermosa a sus ojos, sexi, sensual, despertaba sus pervertidos sentidos sin proponérselo, estaba decidido esta noche aprovechando que su madre le propuso llevarse a su hijo para visitar a su otra abuela, él tomaría esta oportunidad para estar solos y dar rienda suelta a sus más bajas pasiones con su adorada esposa, su amiguito hay abajo se lo agradecería ya estaba demasiado frustrado de solo tener ese hermoso cuerpo al lado suyo todas las noches y no tocarlo como él quería, el sexo vainilla hoy no estaba en sus planes.
Salió temprano de la oficina quería la tarde libre para pasar con Irene.
Ella se sorprendió al verlo tan temprano en casa, ella sabía el horario de su esposo.
Sin más la agarro por la cintura y la jalo hacia él dándole un beso muy fogoso haciéndole temblar las piernas a su esposa, una de sus manos subió delineando su cuerpo hasta llegar a su nuca, llevando el ritmo del beso.
Irene se sorprendió mucho, su esposo no era así más bien era algo tímido y no tenían muchas noches de pasión.
No se apartó y correspondió el beso algo torpe, pero muy apasionado llevo sus manos al pecho de su marido y siguieron hasta que sus pulmones pidieron aire.
Irene estaba roja de la impresión y algo acalorada queriendo algo más, solo pudo decir muy bajo casi como un susurro.
¿Amor que pasa?
Se abrazó a ella, no quería perder la calma su esposa no era frágil, pero recordaba su embarazo, él quería ser gentil antes de perder toda la cordura que tenía, él no era un dominante, pero su lado posesivo siempre estaba presente cuando se trataba de su esposa y no había podido sacar de su mente todas las miradas que habían dedicado a ella todos esos hombres ¿qué pensaban? ¿Qué tendrían alguna oportunidad? Sobre su cadáver, ella era suya y jamás la dejaría.
Su respiración estaba muy agitada, pero logro controlarla y como una orden hablo a su esposa.
Ve a ponerte el vestido que cargabas en el banquete ¡Ahora!.
Irene parpadeó un par de veces, su esposo jamás le había hablado así, su voz sonó grave y casi enojada no dijo nada solo obedeció, su marido era dulce con ella, pero la excitaba verlo así de decidido esa voz la estremeció, algo le decía que su esposo estaba celoso, si ese era el caso lo haría ponerse así más seguido —río en sus adentros y se apresuró a su dormitorio.
Alberto se quedó en la cocina, le había costado un mundo hablarle así a su esposa, pero ya no podía contenerse estaba al límite.
Se apresuró a ponerse el vestido se soltó el cabello y puso un poco de brillo en sus labios y bajo las escaleras encontrándose a un Alberto dando vueltas como león enjaulado.
Al verla Alberto paro en seco, si talvez no se veía tal cual como ese día, pero estaba igual de sensual con ese cabello largo azabache suelto y un poco sonrojada, esa imagen la grabaría en su mente para no olvidarla nunca.
Se apresuró a la escalera para ayudarla a bajar, Irene siempre olía bien, pero hoy estaba obsesionado con el aroma de su esposa, a rosas y lirios que le relajaron mucho, pero no como para olvidar lo que quería.
Le dio la mano y beso cada uno de sus nudillos, subiendo sutilmente por su antebrazo llegando a su hombro haciéndola erizar ante el contacto, beso su hombro y siguió a su cuello él jamás había hecho una marca en esa piel tan blanca, pero hoy no estaba en sus cabales empezó a dar pequeñas mordidas en el cuello haciéndola gemir bajito a ella. Estaba encantado de ver las reacciones de su esposa se paró detrás de ella besando ambos hombros y su nuca dando una mordida en esta parte.
Irene estaba extrañada por el comportamiento de su esposo él jamás era así de pasional, pero no se quejaría aprovecharía todo de principio a fin no desaprovecharía esta oferta limitada, lo mejor es que iban a estar solos todo el fin de semana porque su suegra le dijo que tenían la casa para ellos solos.
Alberto posó su mano en su espalda descubierta por el escote haciéndola removerse entre sus manos, suspiro y fue dando besos en su espalda la giro y quedaron frente a frente la miro por unos segundos y siguió besando ahora su escote delantero haciéndola suspirar y jadear de la impresión.
Su mente estaba colapsando, esa mujer lo enloquecía lo armaba y desbarataba a su antojo llevo sus manos al escote de la espalda y de un tirón jalo el vestido haciendo pedazos la tela, dejándola en un instante desnuda, por inercia trato de cubrirse, pero él no la dejo, aparto sus manos suavemente y contemplo cada parte de su cuerpo el embarazo le había anchado las caderas, encendiéndose más tanto que su entrepierna ya dolía.
Se deleitó con todo lo que tenía en frente y como un lobo acechando su presa se abalanzó a ella bajando sus manos a su trasero amasando y masajeando a su antojo devoro sus labios en un beso abrazador, sus cuerpos ardían la necesidad de poseerse era una locura, alzo sus piernas a sus caderas elevándola al mesón de la cocina el frío mesón choco con su piel ya caliente y gimió aún más.
Beso, sus muslos subió a su abdomen, hasta llegar a sus senos y se deleitó con el sonrojo en su esposa los toco masajeo y lamió a su antojo haciéndola gemir alto se apartó para sacar su ropa hace rato que había empezado a incomodarle, quedo completamente desnudo, Irene enmudeció al ver el esbelto cuerpo de su esposo su torso bien formado, no era musculoso, pero se veía espectacular trago duro al ver todo en su esplendor y lo que se venía.
La cogió de las piernas y la apego a su entrepierna sacándole un jadeo siguio moviéndose simulando embestidas, Irene arqueo su espalda tirando su cabeza para atrás exponiendo más sus senos, Alberto no dudo en volver a tocar era un desastre entre jadeos y gemidos se movía desesperadamente para que él entrara en ella, pero él quería hacerla sufrir —el paso muchos días padeciendo por su culpa.
Se detuvo con una mirada expectante espero la reacción de su esposa, que lanzo una maldición.
—Mierda— Alberto porque te detienes hazlo de una vez, no, no me hagas esperar por favor.
Alberto rio malévolo y la embistió de una sola haciendo que Irene se levantara de golpe y se aferrara a sus hombros, empezó un vaivén lento, pero profundo sacándole jadeos ahogados la sujeto de la cintura y empezó a moverse frenéticamente dentro de ella, tan fuerte tan rudo y ella lo aguantaba le gustaba ese salvajismo que podía mostrar su esposo la levanto del mesón dejándola parada y siguió con su trabajo, hoy daría rienda suelta a su lujuria ella lo había provocado y él correspondería.
La giro quedando su pecho en la espalda de ella y siguió alzo una de sus piernas en el mesón y se hundió aún más en ella ahogando un fuerte gemido en su garganta, se sentía tan bien estar dentro de su esposa era tan cálido y caliente.
Gruño y posesiono las manos en su cintura, dejaría marcas en esa zona por la presión, pero eso era lo que menos importaba, mordía su nuca y seguía penetrando con rudeza era un salvaje total.
Cariño me vuelves loco no puedo dejar de pensar en ti, en ese banquete quería matar al todo el que te mirara porque eres mía —mía y de nadie más ahhh.
Irene estaba perdida en la niebla del placer su esposo la subía al cielo y la arrogaba al infierno quemándola en su lujuria.
Mi amor solo soy tuya, de nadie más todos me pueden mirar, pero solo tú eres mi dueño, con esas palabras embestía más fuerte haciendo gemir sin control a su esposa y haciéndola llegar al clímax en segundos.
Irene perdió toda la fuerza en su cuerpo tenía espasmos suaves, pero su esposo seguía dentro de ella después de unas cuantas estocadas más llego derramándose dentro de ella con un fuerte gruñido.
Repartía besos en la espalda de su esposa. Te Amo Irene, te amo tanto, la abrazo y la llevo en sus brazos hasta su recámara.
La deposito en la cama y dio un beso en su frente. Te amo Alberto Jordan eres el único para mí. Te amo en esta vida y en las demás.
Se acurrucó a su lado en la cama dándole besos, talvez no sería la última ronda este día.
Irene se aseguraría de ahora en adelante vestirse más sugerente para salir, iba a ser a su esposo celoso adicto a ella.