Hiz lo observó con intensidad y sintió su respiración contenerse. —Puedo hacer eso y mucho más. Haré que te bese los zapatos si eso es lo que quieres —dijo Dober. ¿Eso era una trampa?, ¿por qué le decía eso? Dober se levantó y caminó hasta ella, estiró su brazo izquierdo y tocó su frente. —Respetaré la privacidad de tu mente, desde ahora no podré leer tus pensamientos. Ahora se veían fijamente y Hiz notó la sinceridad en sus palabras. . . . El comandante de la inteligencia de los Diamantes en la ciudad de los Infinitos fue llamado a una reunión de urgencia a eso de las nueve de la mañana. Fue acompañado por agentes de los Plumas y llevado hasta la suite del Mando Segundo sin informarle el porqué de la prisa de aquella reunión. Él estaba asustado, ¿acaso había fallas en la