Capítulo Dos
Colt metió las
manos en los bolsillos de su cazadora de cuero, mientras daba un paseo hasta su
casa. Cada fibra de su ser clamaba por ese chico de espléndidas y delicadas
facciones. Su cabello dorado y brillantes ojos azules, eran muy parecidos a los
de James. Colt tenía hambre. Hambre de ese chico. Robbie.
Se echó a reír,
porque toda la situación tenía poco sentido. Debería haberle abordado allí
mismo mientras iban a su casa. Había decidido que quería a Robbie, podría
haberse alimentado de él y eliminar el cuerpo con gran facilidad. Nadie
sospecharía nada. Estaban solos, después de todo.
Pero ya no
estaba en la ciudad. Esto era el norte de Michigan, que difícilmente sería el
paraíso de un vampiro. Para todos los propósitos prácticos, apestaba... sin
juego de palabras intencionado. Las noches de invierno serían largas, frías y
aburridas. Y Colt odiaba la nieve. En verano, el clima era perfecto. Las
cálidas noches eran impresionantes, pero eran demasiado cortas, dando como
resultado solo ocho horas de sólida oscuridad. Podría levantarse de manera
segura ya a las nueve, cuando el sol empezaba a ponerse, pero el amanecer
llegaba temprano, alrededor de las siete. Si no se resguardara a tiempo,
sufriría. Nada era peor para un vampiro que una quemadura provocada por el sol.
Colt tenía muy poca tolerancia a la luz solar.
La otra
realidad molesta del norte de Michigan eran esas pequeñas poblaciones rurales
que hacían la caza casi imposible. Cuando la gente desaparecía, era algo
demasiado importante. En las áreas metropolitanas donde Colt había vivido con
anterioridad, siempre podía encontrar vagabundos e indigentes para su
nutrición. La ausencia de esas personas no se notada. Temía tener que depender
fundamentalmente de animales para alimentarse, ahora que vivía en una comunidad
rural. A pesar de que le sustentaría, no le proporcionaría los máximos
nutrientes ni la satisfacción que anhelaba. Tendría que encontrar una manera de
encontrar presas humanas, al menos de forma ocasional.
Por naturaleza,
se crecía ante la sangre humana. Existía con el único propósito de la
conquista; una presa fresca le entusiasmaba tanto física como sexualmente. El
tragar sangre de un cuerpo caliente, un cuerpo humano con un corazón latente,
era el intercambio supremo de energía. Era orgásmico, apagando tanto su sed
física como sus anhelos sexuales.
Después de
haber hecho la transición a la edad de diecisiete años, permanecería
eternamente en un cuerpo en la cima de la potencia s****l. Lo que era,
simultáneamente, una bendición y una maldición, una condena a la perpetua
pubertad. No era que no pudiera disfrutar del sexo al margen de la conquista.
Había tenido encuentros sexuales con
parejas que no podía o elegía no matar. Sin embargo, cuando se encontraba con
una persona tan magnífica, tan absolutamente deseable como el chico con el que
había interactuado al comenzar la noche, era casi imposible no considerar la
idea de tomarle por completo.
Quería a
Robbie. Colt le quería desesperadamente por varias razones. La pureza de su
alma y su dulce naturaleza confiada parecían llamar a Colt. La suavidad de su
rostro era atractiva y tentadora. Colt sabía que iba a ser oh-tan-fácil
tomarle. Quería sentir el pulso de esos latidos del corazón, degustar la
riqueza de esa sangre. La boca se le hacía agua. Su polla palpitaba. No podía
dejar de pensar en el chico de pelo rubio y ojos azules.
Sin embargo,
otra parte de él no quería nada más que abrazar al chico, acunarle y protegerle
del mundo cruel, era demasiado altruista aún para entender. Era demasiado joven
e inocente para conocer siquiera el significado de la palabra hastío. Robbie le
recordaba a otro amor que tuvo en otro tiempo. Su primer y único amor
verdadero, en la época de la guerra.
La noche aún
era joven. Colt podría viajar si quisiera. Yendo a toda velocidad, le llevaría
menos de tres horas llegar a una ciudad. Aunque no era exactamente como en las
historias de vampiros contemporáneas se retrataba, su capacidad para atravesar
las zonas geográficas con relativa rapidez era uno de sus poderes
sobrenaturales. Y él había conseguido mejorar en los últimos años. Podía correr
a toda velocidad a Detroit o a Grand Rapids, alimentarse, y luego regresar
antes del amanecer.
Pero sabía que
no tendría sentido. Aunque una víctima humana era preferible a una criatura de
cuatro patas, la matanza seguiría dejándolo insatisfecho. Se despertaría la noche siguiente anhelando al chico aún
más. Tomó un desvío hacia el bosque y encontró un venado. Este animal resultaba
una opción práctica. Eran abundantes y el cadáver era fácil de eliminar.
Simplemente lo tiró en medio de la carretera donde estaba seguro que sería
descubierto por algún transeúnte y lo confundiría con un atropello.
Luego se fue
paseando el resto del camino a casa, degustando el sabor de la sangre caliente
en su lengua, al tiempo que imaginaba que era la de Robbie. Cuando por fin se
había acomodado para tomar su siesta de catorce horas, se quedó dormido con
imágenes del dulce Robbie en su mente. Colt casi podía saborearlo ya.
~~~~~
Robbie se
despertó en el mismo estado de todas las mañanas durante los últimos diez meses
—duro como el acero—. De hecho, estaba tan erecto que la polla le dolía.
Tocarse era más que una tentación. Era obligatorio. Si no se corría,
probablemente moriría. Su erección latía con tanta fuerza que parecía que
podría partir su cuerpo o quizás explotar.
Se preguntaba
si era normal. ¿Era esto lo que todos los chicos experimentaban a su edad?
¿Finalmente lo superaría o estaba condenado a pasar la eternidad despertando
con una erección matutina? Cuando alargó la mano hacia abajo para acariciarse,
se sonrojó de vergüenza. Gracias a Dios que estaba solo y nadie sabía su
vergonzoso secreto.
Tumbado de
espaldas, se estiró bajo las mantas, extendiendo sus piernas separadas.
Mientras envolvía sus dedos alrededor de su polla dura como una roca, suspiró.
Acarició el rígido palo con su suave palma, lo que le hizo temblar y mover los
dedos de los pies por reflejo.
No pasó mucho
tiempo. Nunca lo hacía. Dos minutos más tarde, buscó a tientas bajo la cama y
alcanzó con su mano izquierda la crujiente toalla que había escondido de su
madre. Continuó bombeando su polla mientras recogía con el trapo el semen.
Apartó las mantas mientras gemía y se empujaba contra la toalla, manteniéndola
en su lugar con la mano izquierda mientras sujetaba su polla hinchada con la
otra. Gimió y se corrió, cerrando los ojos con fuerza mientras lo hacía.
No fue hasta
que terminó que pensó en Colt y recordó que tenía una cita esa noche. Su
calmada erección comenzó a volver a la vida, hinchándose mientras pensaba en su
nuevo amigo. Colt parecía tan confiado y seguro de sí mismo, el tipo de persona
que no toleraba chorradas de nadie. Esto, siendo lo contrario de la
personalidad relajada de Robbie, lo hacía aún más atractivo.
Pero Robbie
tuvo que recordarse a sí mismo que lo que le había dicho a su madre era cierto.
Colt y él eran solo amigos que querían pasar el rato juntos. No debería saltar
a conclusiones, poner sus esperanzas en algo que no era probable que sucediera.
Posiblemente Colt no tuviera estos mismos sentimientos por él, y una vez que
llegara a conocer a Robbie —cómo era en realidad— puede que no sintiera el
menor interés.
¿Por qué un
tipo como él —un chico que andaba por ahí con tanta confianza en sí mismo y con
ese aire de seguridad— querría asociarse con alguien como él? Tenía que ser
porque era nuevo en la zona. Colt no había hecho ningún otro amigo, pero eso
cambiaría totalmente a lo largo del verano.
Cuando Robbie
salió arrastrándose de la cama y se dirigió al cuarto de baño, decidió que no
iba a preocuparse por eso. No pensaría en Colt, en su lugar se centraría en su
ocupado día. Había un montón de césped que necesitaba ser segado, y podía hacer
bastante dinero si se esforzaba al máximo.
Después de
hacer sus necesidades, se metió en la ducha. Enjabonó su pecho y brazos y
volvió a pensar en Colt. Se preguntó cómo sería su cuerpo. Con esos hombros
anchos y esa cintura estrecha, probablemente se vería bien sin camisa. Si
Robbie no hubiera logrado a base de fuerza de voluntad ser más disciplinado,
estaría duro como una roca de nuevo y tendría que encargarse del asunto con sus
propias manos una vez más. Bueno, eso no sería tan raro. Había días en los que
se masturbaba más de una vez. Algunos días lo hacía tres o cuatro veces. Cuando
estaba ocupado, ya sea trabajando o en la escuela, era mucho más fácil resistir
la tentación, volverse a centrar al concentrarse en algo distinto de sus deseos
sexuales.
Pero sus
pensamientos no eran puramente sexuales. A menudo se despertaba sin razón
aparente, y parecía que la única manera de hacer que esos impulsos disminuyeran
era llegar al orgasmo. Había recibido educación s****l y sabía que la
masturbación era normal, pero temía que pudiera ser adicto a ella. A veces
parecía que estaba obsesionado. ¿Pensaban otros adolescentes de su edad —otros
chicos— constantemente en la excitación s****l como lo hacía él?
Cuando imaginó
a Colt, sucumbió a la tentación, y con una resbaladiza y enjabonada mano, se
acarició, esta vez más despacio que en el dormitorio. La segunda ronda fue
diferente, una lenta progresión. Allí, en la ducha, mientras inhalaba el vapor
y sentía la caricia del rocío de la ducha en su espalda, las sensaciones se
acentuaban. Se sentía mareado cuando bordeó el orgasmo y, al final, en el
escalofriante momento de la liberación, todo su cuerpo se convulsionó mientras
chorros de esperma brotaban de él en cuatro copiosas cuerdas. Gimió y se apoyó
de espaldas contra la pared.
Inmediatamente
después de alcanzar el clímax, Robbie intentó quitárselo de la cabeza. La idea
misma de masturbarse era algo de lo que no estaba orgulloso. Lo veía como una
debilidad, una adicción por así decirlo, y temía que de alguna manera su madre
se enterara. Peor aún, se sentiría mortificado si cualquier otra persona
llegara a sospechar que lo hacía tan a menudo. Era su más profundo y oscuro
secreto.
Otro aspecto de
su carácter del que no estaba particularmente orgulloso era su excesivo pudor.
No sabía exactamente por qué, pero se sentía incómodo al desnudarse frente a
cualquier persona —quienquiera que fuera—. Incluso en casa, cuando solo su
madre y él estaban presentes, no andaba por ahí sin una camisa. Había odiado
siempre las clases de gimnasia en el instituto por tener que cambiarse en el
vestuario.
Por esta razón,
Robbie generalmente se envolvía en un albornoz cuando salía de la cama. Reunía
toda su ropa, y se la llevaba con él al cuarto de baño cuando se duchaba. Y no
daba un paso fuera del baño hasta que estaba completamente vestido. Aunque
últimamente se había relajado un poco.
Dado que su
madre ya había salido a trabajar, no se molestó en ponerse el albornoz después
de secarse como era su costumbre. Vestido solo con ropa interior, se acercó a
la nevera y abrió la puerta en busca de un cartón de zumo. Cogió el recipiente
y lo puso sobre el mostrador, luego alzó la mano para coger un vaso del armario
de encima. Cuando lo alcanzó, el vaso se deslizó de sus dedos. Dio unos torpes
manotazos, pero no pudo recuperarlo, y cayó al suelo, donde se hizo añicos a
sus pies.
—¡Mierda!
Robbie, estando
descalzo, no quería moverse por miedo a pisar un trozo de cristal. Se agachó y
empezó a recoger las piezas más visibles. Hizo una mueca al coger uno de los
fragmentos. Se había rebanado el dedo, haciéndose un corte bastante profundo en
la carne.
Al instante
empezó a sentirse débil. La sensación se inició en sus extremidades, con la
flacidez de las muñecas, seguida de mareos y náuseas. Ver sangre le resultaba
desagradable, casi siempre se sentía como si fuera a desmayarse. A veces perdía
el conocimiento, de ahí que cuando tenían que extraerle sangre en el
consultorio del médico siempre le hicieran acostarse.
Rápidamente
apartó la mirada de la mano y extendió el brazo, alejándolo de su cuerpo. Con
la otra mano, se agarró al mostrador y se irguió. Ya estaba empezando a
sentirse enfermo. Mirando al suelo, se alejó de los fragmentos de cristal,
dando pasos con cautela sobre las puntas de los pies. Cuando llegó a la
alfombra, sintió cómo corría la sangre por su dedo. Por pura estupidez, desvió
la mirada hacia la herida. Tan pronto como vio el líquido de color rojo
brillante deslizarse por toda la mano, su cabeza empezó a dar vueltas.
Moviéndose a trompicones, trató de mantener el equilibrio apoyándose contra la
pared. Lo siguiente que supo, es que caía en espiral y su visión se volvía
negra.
~~~~~
—Richard, eso
es asqueroso. —Colt hizo una mueca cuando miró al vampiro mayor mientras se
alimentaba.
—Es sopa
—respondió Richard a la defensiva—. Gazpacho.
—Estás comiendo
un plato de sangre de vaca. Sinceramente, no sé cómo tienes estómago para tomar
ese lodo. Apenas puedo soportarlo caliente. La idea de beber eso frío casi me
hace vomitar.
Richard puso
los ojos en blanco ante la hipérbole de su descendiente.
—No has
vomitado en más de un siglo. Sinceramente, dudo que siquiera sea posible.
—No te quedaste
levantado todo el día, ¿verdad? —Colt ya sabía la respuesta. Richard a menudo
permanecía despierto durante el día. La luz del día por sí sola no era
suficiente para hacerle daño, pero la luz solar directa era incómoda, incluso
dolorosa. Richard parecía tener una gran tolerancia. Colt ni siquiera intentaba
soportar la luz solar directa; era demasiado desagradable.
En general,
cuando Richard permanecía despierto durante el día, se quedaba en el interior y
mantenía las persianas bajadas.
—Tenía mucho
que hacer —explicó Richard—. Y alguien tenía que estar despierto para recibir
las entregas. Nuestros paquetes llegaron hoy de Seattle.
Colt miró a su
alrededor.
—Tus cajas
están arriba en el cuarto de huéspedes.
—Sabes,
Richard, puedes venir a cazar conmigo. Anoche disfruté de un festín de venado.
Richard hizo
una mueca.
—Dios, odio la
caza silvestre. Es tan...
—¿Apestosa?
—Colt negó con la cabeza—. ¿Cuándo fue la última vez que tomaste una comida de
verdad? ¿Sabes?, no podrás seguir así para siempre. Por mucho que quieras
serlo, ya no eres humano. Negarte el alimento no es la respuesta.
Richard empujó
su silla hacia atrás y se levantó.
—Brendan
debería despertar pronto. A menos, por supuesto, que decida dormirse otra vez.
Justo en ese
momento, el tercer miembro de la familia entró dando tumbos en la cocina.
Bostezó y se estiró, luego sonrió dulcemente a Richard.
—Buenos días,
solete —lo saludó Richard.
Brendan se echó
a reír.
—Ese no es un
saludo apropiado para un vampiro. No es ni por la mañana ni está soleado.
Richard se
acercó a él y le dio un beso en los labios.
—Siempre serás
mi sol.
Colt resopló.
—Oh, por Dios,
buscad una habitación, ¿queréis? Después de doscientos cincuenta años creía que
ya habríais acabado con las escenas sensibleras.
—Todavía
estamos en nuestra luna de miel. —Richard siguió mirando a los ojos de su
amante—. Algún día tal vez lo entiendas, querido muchacho. Cuando conozcas a
esa persona especial.
—Sí, porque
Dios sabe que esta ciudad está llena de vampiros gay con cuerpos de diecisiete
años de edad.
—Oh, anímate,
Pequeño Colt —dijo Brendan con su tono más alegre—. Mira el lado bueno. Tienes
toda la eternidad por delante. Al final, seguro que encuentras al hombre perfecto.
—Yo ya tenía
al hombre perfecto, en caso de que lo hayas olvidado. James lo era todo para
mí, y ahora se ha ido para siempre. No quiero oír hablar de encontrar a mi alma
gemela.
La pareja de
padres se le quedó mirando con simpatía. Richard habló:
—Colt, piensa
en esto como un nuevo comienzo. Ahora pertenecemos a una comunidad —un pequeño
pueblo, como siempre hemos querido—. Harás amigos.
Colt suspiró y
se apoyó en la encimera de la cocina.
—Hablando de
amigos, puede que traiga a uno.
—¿Aquí? —jadeó
Brendan—. No creo…
—¡Sí! Sí, por
supuesto —interrumpió Richard—. Tendremos nuestro primer invitado. Dinos, Colt,
¿quién es él... o ella?
—Es un chico
que conocí anoche. Su nombre es Robbie.
—¿Un chico?
—Brendan sonaba escéptico—. ¿Y es humano?
—Por supuesto
que es humano, y es de mi edad.
Richard alzó
una ceja.
—¿Un chico de
ciento sesenta años de edad?
—Sabes lo que
quiero decir. —Colt suspiró exasperado—. Tiene dieciocho años. Casi la misma
edad que yo tenía…
—Pero querido
muchacho, ya no eres un adolescente. Probablemente le dobles la edad al abuelo
del chico.
—¿No estás
pensando en... ya sabes? —Brendan se acercó a él un paso.
—Si me
preguntas si estoy planeando alimentarme de él, por supuesto que no. Pero huele
tan bien.
—Colton... —Richard
hizo un gesto de reproche con el dedo en su rostro—. No hagas nada.
Colt puso las
palmas de las manos sobre el mostrador y se encaramó, sentándose con las
piernas colgando.
—Robbie tiene
dieciocho años, no ocho. Técnicamente es un adulto. Lo dices como si fuera una
especie de pedófilo. No lo olvides, todavía tengo el cuerpo de un adolescente.
Siempre lo tendré.
—Pero tienes
una mente de ciento sesenta años de edad, y no tienes las mismas emociones que
un adolescente.
—No estoy tan
seguro de eso —interrumpió Brendan—. Creo que sus emociones dejaron de madurar
casi al mismo tiempo que su cuerpo. —Colt odiaba que Brendan hiciera eso;
hablar de él como si no estuviera presente. Y que además fuera tan
condescendiente.
A decir verdad,
ciento sesenta y siete años no era ser viejo para un vampiro. Colt era todavía
un novato, y había algo de verdad en lo que Brendan había dicho. Estar atrapado
en un cuerpo joven, afectaba al grado en que madurabas emocional y mentalmente.
Cuando los demás miraban a Colt, lo veían como un chico, o en el mejor de los
casos como un hombre joven. Lo trataban como a un adolescente, y no esperaban
que se comportara de forma diferente a como lo haría un adolescente normal.
También era
consciente de que debido a su apariencia juvenil tenían que mudarse con tanta
frecuencia. Solo podían quedarse a vivir en un lugar determinado durante un
tiempo antes de que la gente comenzara a notar que Colt no crecía. Diecisiete
era una edad en la que eras casi completamente adulto, pero no del todo. Si
hubiera hecho la transición solo dos años más tarde en la vida, habría supuesto
una gran diferencia.
Richard Beckett
y Brendan Garrett no tenían este problema. Richard tenía unos cuarenta años
cuando se convirtió en no-muerto. La edad perpetua de Brendan era de treinta y
siete. Simplemente cambiando su vestuario y estilos de peinado, podrían pasar
por mayores o menores que sus edades físicas.
A principios
del siglo XX, los tres se habían hecho pasar por hermanos. Era más aceptable
para la sociedad de la época que tres hermanos residieran juntos en vez de
hacerlo tres amigos o, Dios no lo quiera, amantes. En la década de 1980, se
trasladaron a la costa oeste, donde comenzaron a vivir como una pareja gay,
pasando Colt a ser su hijo. Pero mantuvo su propio apellido, Abernathy.
En sentido
literal, Richard era su padre. A pesar de no ser su padre biológico, Colt era
su descendencia vampírica. Richard y Brendan eran compañeros. Llevaban juntos
un poco más de cien años en el momento que Colt llegó. En los primeros años, le
habían servido como mentores. En los últimos tiempos, eran más como un grano en
el culo.
—Todo lo que
estoy diciendo —aconsejó Richard—, es que tengas cuidado. No quiero que nadie
salga herido.
Colt puso los
ojos en blanco y negó con la cabeza. Consejos como esos parecían un poco hipócritas, sabiendo que sacaban el
sustento de la vida de indefensas víctimas. Aunque habían pasado muchos años
desde que Richard asesinara a un humano por última vez. Aun así, a Colt le
molestaba el tono condescendiente de sus padres sobrenaturales.
—No te
preocupes. No tengo ninguna intención de hacerle daño al chico.