Un Año Problemático - Ariadna calabró

CAPÍTULO DIEZ

— No puedo decirlo, eso sería romper el pacto que tengo con mis amigos. —Contestó restándole importancia, Cleopatra analizaba cada reacción y cada movimiento.— ¿Y tú?

— ¿Yo qué?

— ¿Qué tal te ha ido la semana? —pregunta Cleopatra, mirando a su amiga con curiosidad.

— Pues la verdad es que ha sido dura —responde ella, bajando la mirada—. Te he echado mucho de menos, eres mi mejor apoyo. —Se toca la nariz, nerviosa, y Cleopatra nota que algo le oculta.

— Venga, no seas tímida —dice Cleopatra, acercándose a ella y cogiéndole la mano—. Sabes que puedes confiar en mí, ¿verdad? Cuéntame qué te pasa. —Le sonríe con dulzura, tratando de transmitirle empatía.

Su conversación no duró mucho, supuestamente Emma se había olvidado que tenía cosas para hacer, dejando la conservación en ese punto, y la dejó allí plantada con las palabras en la boca. Algo tramaba y lo sabía muy bien, aunque ella no pensaba que era la culpable de todo esto, sino un títere más.

Antes de llegar a su casa, decidió pasar por la armería que había dicho, sabía que tendrían que protegerse de cualquier manera, no importaba si era legal o no. Sus amigos no estaban muy de acuerdo, pero ella asumiría toda la responsabilidad. Se compró una calibre 22, no era un arma muy grande ni muy pesada para su opinión; al mismo tiempo que la compraba decidió anotarse en las clases de tiro deportivo, si la tiene, mínimo tiene que aprender a usarla.

La guardó en una caja fuerte junto a viejas facturas y objetos de valor, cualquiera que quisiera usarla tendría que pedir permiso antes y ella iba a ser la única que manipulara esa caja.

Después de conducir por varias calles, llegó al lugar que estaba buscando.

— Buenas tardes, ¿Qué se le ofrece? —Le pregunta un señor al entrar.

— Buenas tardes, ¿usted es Pedro?

— Sí, soy yo, ¿Qué estarías necesitando?

— Soy hermana de Thalía Marino, ayer pasé por aquí y usted no se encontraba, vengo a practicar tiro deportivo con armas de fuego. —Le responde ella y el señor abre sus ojos de manera exagerada, le toma la mano y la saluda formalmente.

— Excelente, otra Marino me imagino, mucho gusto. —La saludó enérgicamente haciendo que ella ría, ese era el motivo por el cual le había recomendado esta tienda y no otra— ¿Traes lo necesario para practicar?

— Tengo el arma, las balas y unas gafas de protección ¿necesitaría algo más? —le pregunta.

— Sí, faltarían unos tapones sencillos para los oídos, por el asunto del ruido que provoca cuando se dispara la bala y también estaría faltando un chaleco que sirve para no tener accidentes a la hora de disparar, pero eso te lo podemos prestar aquí. —El señor sale de atrás del mostrador y le hace una seña para seguirlo— Sígueme, te mostraré el lugar, donde practicarás y quien será la persona que te enseñe. Por cierto, ¿Cómo está tu hermana? hace mucho no pasa por aquí...

— Bueno, Thalía está bien, yo tampoco la veo mucho últimamente. —Le contesta y conversan un poco mientras él le muestra el lugar.

No era ni demasiado grande, ni demasiado chico. Tenía muchos posters y cosas colgadas por las paredes, pero no creía que fueran de él. Luego del pequeño recorrido le da los tapones, el chaleco y le presenta a la persona que le iba a enseñar.

— Hola. —La saluda y cuando ella lo mira se da cuenta que es el chico de la cafetería.

— Cleopatra, él es Matteo Alvani, es el encargado de enseñarte tiro deportivo. —Los presenta— Además, supongo que te habrás dado cuenta por el parecido, también es mi hijo. —Termina de decir y Cleopatra se fija, era verdad, tenían cierto parecido.

— Así que tu nombre es Cleopatra, pensé que sólo eras la chica muy observadora que no me quitaba el ojo de encima. —Dijo con una sonrisa y con un tono que logró hipnotizarla, se había quedado sin palabras— ¿Cuántos años tienes?

— Diecinueve, así que ilegal no soy. —Le responde y él ríe.

— No eres ilegal, pero sí bastante pequeña para mí. —Le dice rompiendo sus ilusiones.

Matteo la guía hacia una especie de habitación donde está la protección, una que Pedro no le habría mostrado, que necesita para empezar y se la colocó junto a las gafas que ya había traído antes.

— No pensé que eras la chica a la que le gusta este tipo de cosas. —Comenta intentando sacarle conversación.

— Yo tampoco lo pensaba, pero últimamente es necesario.

— ¿Puedo preguntar o ya estaría demasiado confiado?

— No puedo decirte, por lo menos por ahora, perdón.

— Está bien.

Comienza a practicar y le falla a la mayoría de los tiros. Delante de ella había una especie de cartón, como el que usan los policías, tiene distintos puntos marcados y otras cosas. Disparó de nuevo, pero esta vez, por pura suerte, no falló y le dio justo en el pecho, cerca del corazón.

— Bien hecho, ahora intenta no mover mucho el arma y le darás justo en el corazón. —Se coloca detrás de ella y la ayuda a ponerse en una mejor posición— Permiso, —pide y ella asiente repetidas veces sin enfocarse en anda— separa un poco más las piernas, el pie que está del lado del arma ponlo un poco más atrás y el otro adelántalo. —Acomoda sus piernas ayudándose con una de las suyas— Ahora sube un poco más el arma, concéntrate en tu objetivo y dispara. —Le dice y Cleopatra se queda inmovil, no dispara, no se mueve, casi ni respira.— Sé que te pongo nerviosa, pero vienes a aprender sobre esto, así que necesito ver que eres capaz de mejorar tu puntería. Olvida todo, hasta que estoy detrás tuyo, y dispara.

Lo hizo y la ayuda de Matteo le sirvió mucho, no le dio justo donde quería, pero estaba mejor que las veces anteriores.

Estuvo un rato practicando, hasta que mira su teléfono y se da cuenta que ya es hora de irse, se sacó la protección y recogió las cosas.

— Mañana tu turno sería de las cinco y media hasta las ocho y media, ¿Te parece bien? —no lo había escuchado entrar y se asustó— Perdón, tuve que haber avisado que entré.

— No pasa nada, ¿A qué hora tendría que venir mañana?

— A las cinco y media.

— Bueno, ¿Tú estarás aquí? —pregunta y él sonríe.

— Teniendo en cuenta que soy la persona que te tiene que enseñar y el único profesor aquí, sí, voy a estar mañana. —Mierda, se había olvidado de eso.