CAPÍTULO CATORCE

1998 Words
— ¿Por qué se puso así? —preguntó el doctor preocupado por ella. — Su infancia no fue muy buena, estuvo por varios hospitales y, —observa a Aaron sin saber si decirlo o no— tuvo una experiencia muy traumática. — Un día tuvo un accidente junto a su hermana a tal punto que tuvieron que operar, creo que se había roto unas costillas o una de las clavículas, no recuerdo qué fue lo que había pasado. —Comienza a contarles— Estuvo internada varias semanas en aquel hospital, su madre no siempre podía estar con ella y su hermana mucho menos, quedaba completamente sola en una sala de hospital. —Respira profundamente, recordando el día que ella se lo contó, las lágrimas bajando por las mejillas de ambos y odiando la vida misma— Un doctor se aprovechó de ella y no una sola vez, se aprovechaba cuando no había nadie para cuidarla. Luego de eso la amenazaba constantemente con que si hablaba mataría a todos los que amaba, ¿Y qué puede pensar una simple niña? —Las enfermeras se miraban atónitas, sin poder creerlo, al igual que el doctor, el cual el enojo y la tristeza había inundado su expresión— Por eso detesta los hospitales y a toda la gente que allí trabaje, no será tarea fácil. El silenció reinó en la sala, nadie sabía qué decir al respecto. Con sólo ver las expresiones de cada uno se daban cuenta de todo, fue una pesadilla para ella, pero era necesario que la revisaran y que esté siendo controlada. — Tranquila, somos nosotros, tuviste una pesadilla. —Le dicen mientras soban su espalda para tranquilizarla. — Sácame de aquí, por favor. No quiero estar aquí. — Cleo, mírame. —Le responde Aaron y ella lo miró fijamente— Ese doctor ya no podrá hacerte nada, estás a salvo, estás con nosotros. — ¿Ya estás mejor? ¿Tu cuello cómo está? ¿Te duele? — Me sigue doliendo mucho. — Te tuvieron que poner un par de puntos, el tipo cuando cayó te corto bastante profundo, por suerte no llegó a lastimar nada importante. — Aaron, sácame de aquí, por favor. —Los ojos de Cleo se llenaban cada vez más de lágrimas y lágrimas queriendo salir, su corazón estaba acelerado y comenzaba a transpirar frío. Él la miraba odiando todo lo que le había pasado, en sus ojos había pena y enojo, pero negó con la cabeza. — Lo que menos quiero es que sufras, Cleo, pero no es posible, no puedo sacarte de aquí, tienen que curarte. — Cleopatra se dejó muy a regañadientes. Los doctores la revisaron, le curaron la herida, y luego se marcharon, tampoco querían agobiarla más de lo que ya estaba. Aaron se quedó en la sala de espera con sus amigos, estaban esperando al doctor para hacerle algunas consultas y, de paso, para esconderse un rato de esta maldita persona que tanto mal les quiere hacer. — ¿El tipo? ¿Lo atraparon? —Cuando Cleopatra preguntó esto, los chicos se miraron entre sí, no querían decirle que se les había escapado. Ella los miraba uno por uno comiendo un postre que le habían dado en el hospital, al ver qué ninguno respondía le llamó la atención— ¿Chicos? — No sabemos cómo, pero escapó. — Mierda. ¿Los demás están bien? — Sí, tranquila. Excepto Aaron que pisó los vidrios de un vaso roto, creo, ahora camina medio raro. —Cuando dice esto, ella lo mira y suelta una mínima risa que le hace doler. — Le tiré un vaso al sujeto, pero no me dio tiempo a nada. — Con razón, de eso eran los vidrios en el piso. —Dice y agarra su teléfono— Ya vuelvo. —Jordan sale de la sala. — ¿Qué pasó exactamente anoche? ¿Qué hacías allá? —le pregunta a Matteo. — Bueno, estaba cerrando el local cuando me di cuenta de que te habías olvidado tu arma, la que habías agarrado es una que tenemos para las prácticas. —Empieza a decir, indeciso— Cuando llegué a tu casa ví al sujeto arrastrándote, entonces tomé tu arma, por suerte la traía en la parte trasera de mi pantalón, y le apunté. —Centra sus ojos en ella— En ese momento me di cuenta de que tenía una navaja, cuando me pidió que baje el arma, vi venir a tu amigo Jordan, creo que se llamaba así, y él lo golpeó en la cabeza, cuando el tipo cayó te clavó la navaja en el cuello y después de eso te desmayaste. ¿Se entendió? —suspira— Fue mucho para explicar. —Sonríe. — Si, entendí bastante. —Desvía su mirada hacia Aaron— ¿Quién era el tipo? — No lo sabemos, no nos fijamos en eso, apenas vimos que estabas sangrando decidimos traerte al hospital. Cleopatra estaba intentando eliminar ese recuerdo de su mente, enfermeras entraron a la sala avisando que los demás tendrían que salir para curar la herida, pero ella se negó. — Yo me quedaré con ella, los demás pueden salir. —Avisa Aaron sentándose al lado de Cleopatra, Matteo los mira confundido y se marcha. — No puedes quedarte aquí, lo lamento. —Le responde una de las enfermeras negando con la cabeza. — No la dejaré sola, así que me quedo aquí o me tendrán que sacar los guardias. — Dejen que el chico se quede. — Aparece el médico y cierra la puerta, se acerca al estante donde se encuentran todos los insumos para las curaciones y empieza a buscar lo necesario. Cleopatra se quedó un par de horas más en observación hasta que le dieron el alta, según el médico no había sido nada grave, pero tendría que hacerse curaciones hasta que la herida cicatrice. Dolía y ardía, no obstante, ella fingía no sentirlo para no preocupar a los demás. — ¿Estás segura de que puedes volver a las prácticas? —Le pregunta Matteo mirándola no muy convencido. Ya habían pasado unos días de lo sucedido y Cleopatra quería volver a practicar, según ella para volver al ritmo y acostumbrarse, pero la realidad es que no quería quedarse sola en su casa, sabiendo que esta persona peligrosa estaba suelta por ahí. — Matteo, la navaja lastimó mi cuello, no mis brazos. —Le responde convencida. — Tienes que descansar igual, Cleopatra. — Pero Matteo… — Cleopatra, es un no, no dejaré que practiques hasta que sepamos que ya estás bien del todo. — Por favor, una vez sola, prometo que tendré cuidado. —Le dice y parece que logra convencerle, aunque la seguía mirando con desaprobación. — Todavía no decidimos cuando ibas a probar con otro tipo de arma. — Pero si ya empezamos con otras armas. —Le contesta ella y él se ríe. — No me refería a eso. —Cleopatra, al darse cuenta de lo que se refería, se sonrojó— Te ves hermosa cuando te sonrojas. — Cállate. — ¿Tengo que contestarte a eso? —Pregunta con un tono juguetón y atrevido, ella lo mira por unos segundos recalculando. — ¿No eras tú el que había dicho que yo era muy pequeña para ti? —Le responde ella soltando una risa. — ¿Vamos a empezar o van a seguir aquí? —Aaron cuestiona enojado entrando a la habitación de protección, Matteo bufa silenciosamente y sale de allí.— ¿Qué estaban haciendo? —Le dice a Cleopatra acercándose. — Nada, sólo estábamos hablando, me va a dejar que vuelva a las prácticas. — No estoy de acuerdo con eso, Cleo, sabes que tu herida no se ha curado del todo y está en riesgo que los puntos se abran. — Es que, voy a perder la costumbre si lo dejo, no quiero que vuelva a aparecer este sujeto y no pueda hacer nada al respecto. — Una vez y ya, ¿Entendido?, si te llega a doler la herida o algo no volverás a tocar un arma hasta que te cures del todo. — Entendido. — Ahora déjame ayudarte con esto. —Aaron toma el chaleco y comienza a ponérselo delicadamente, sus rostros se acercan más de lo esperado y él le da un tierno beso en los labios antes de alejarse. Ambos se miran sin decir nada, pero sintiendo todo, sentimientos del pasado están volviendo a resurgir, pero todavía no se dan cuenta.— Bueno —se aclara la garganta— tenemos que ir, sino no podrás practicar. — Tienes razón. En el sitio de entrenamiento ya se encontraban sus amigos practicando concentrados, ella se había dado cuenta lo mucho que mejoraron con el pasar de los días y a su vez se sentía un poco molesta, debido a que sólo podía quedarse allí sentada observando, hasta hoy. Matteo le entrega un arma y Cleopatra se acomoda, empieza bien con la práctica y todo está en orden. Sus amigos miraban, de vez en cuando, para asegurarse que Cleo se encontrara bien. Una leve molestia comenzaba a aparecer en su cuello, pero ella la ignoraba. — ¿Va todo bien? —pregunta Eva acercándose. — Sí, sentía que ya le estaba perdiendo la mano a esto. —Le responde ella con una sonrisa, su cuello comenzaba a picar poco a poco. El dolor había incrementado bastante en pocos minutos, Cleopatra decidió no fingir más y frenó todo, avisó a Matteo y a sus amigos mientras se iba a la habitación de protección. Aaron y Matteo la siguieron, se sentó sobre la mesa y le quitaron la venda revisando la herida, había comenzado a hincharse y enrojecerse, debía ser por hacer movimientos algo bruscos, cuando en realidad tendría que estar descansando. — ¿Estás segura que no quieres ir con el médico? — Estaré bien, sólo tengo que descansar. — Te acompañaré a casa, primero le avisaré a los demás y luego nos vamos, ve buscando tus cosas. Las ganas habían ganado, Aaron y Cleopatra se encontraban comiendo helado y recostados en el sillón del salón mientras miraban una película. Estaban viendo la de "Bajo la misma estrella", una de las que era su favoritas cuando estaban juntos. Durante toda la película hubo algunos acercamientos entre ellos, pero poco notorios. Aaron pasaba su brazo por los hombros de ella, intercambiaban miradas cada rato, se recostaban apoyándose entre ellos, Cleo apoyaba su cabeza en el hombro de él y viceversa. — Se murió Augustus. —Llora y toma otro pañuelo— ¡Augustus! — Ya, tranquila. —Aaron la abraza mientras ríe— Es una película, ya sabías que eso pasaría, no te pongas tan mal. —Acaricia su espalda. — ¡No te rías, insensible! Nadie se ríe de Augustus. — No me estoy riendo, ya la he visto tantas veces que me acostumbré a que se muera. — Yo nunca me acostumbraré a su muerte, así que no tienes derecho de reirte. — Tienes helado en tu cara. — ¿Dónde? —Ella no podía concentrarse en otra cosa que no fuera en sus ojos. — Aquí. —Desliza suavemente su lengua por el borde del labio de Cleopatra, sintiendo como esa chispa de deseo volvía a activarse. — Lamentamos interrumpir esta bella velada, pero por si no se dieron cuenta, búsquense una habitación. —Resuena la voz por la sala y Aaron mira a Eva bufando.— Sin rechistar, Hendry. Jordan entra a la casa seguido de Hanna, él tenía algo oculto en la cinturilla de su pantalón, pero no dejaba ver qué. Cleopatra lo descubrió a los pocos segundos, también se había comprado un arma, pero no entendía la razón de ocultarla a sus amigos. Se acerca lentamente y se para a su lado, mirándolo. — Dime. —Le dice él, con su vista enfocada en otra cosa. — Te compraste un arma, ¿cierto? — Es sólo por seguridad como la que tienes tú.
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