Se escapó de la escuela. No le importaba que la directora llamara a su madre para avisarle el mal acto de su hija. Sus pasos sonaban contra la vereda. Las lágrimas corrían por sus mejillas y a medida que estas bajaban se las llevaba el viento.
Para su mala suerte, había comenzado a lloviznar. Poco a poco su uniforme se iba mojando, incluyendo también su cabello. Su ojo izquierdo continuaba ardiéndole sin piedad y eso la ponía más irritante.
—¡Alma!
El grito de Tom no pudo sacarla de sus pensamientos. El pecho le ardía infiernos y se sentía completamente humillada.
Ni siquiera le daba la cara para ir mañana nuevamente a la escuela y verle la cara a Lucas. Iba a faltar una semana si ese dolor no cesaba.
—¡Alma, vamos, espérame!—volvió a gritar, pero Alma continuaba en su mundo.
Tenía u
