Miraba el reloj, y no dejaba de golpetear mi lápiz contra el pupitre. Sólo quedaban quince minutos para salir al recreo. Debía decirle, no me echaría hacía atrás como una cobarde. Le diría lo que me había guardado durante cinco años. Ya no más, debía ser fuerte y afrontar todo lo que sentía. ¿Y si me rechazaba? Rápidamente desterré esa idea de mi cabeza. Había posibilidades, lo sé, pero quizá era todo lo contrario. Quizá él también sentía algo por mí y le daba miedo decírmelo. También desterré esa idea de mi mente. No quería crear falsas expectativas ya que tenía miedo de terminar con el corazón roto. Corrección, ya estaba roto, pero tenía pudor de que terminara hecho pedasitos que jamás podrían restaurarse. La campana sonó, y un profundo dolor de cabeza me consumió por completo, impidi