Rodeándola, los gigantes árboles emitían un rumor al menearse por la brisa del ocaso. Isabell era una joven mujer de unos 1,70 metros, piel blanca, azules ojos grandes pero ahora tristes, nariz pequeña y labios llenos. Su mejor amiga y confidente siempre fue su hermana, siempre lo había sido. Juntas en la infancia, en la adolescencia y principio de la adultez, cuando apareció Erick en sus vidas, joven atlético de corto cabello n***o caoba y ojos verde esmeralda, el tipo de chico cuyo físico pasa a ser el sueño de todas las jovencitas del barrio. No pasaron muchos meses cuando los unió más que una amistad.
Suspiró, en medio de su soledad, miró a lo bajo y lágrimas abandonaron sus ojos, con el rostro inexpresivo y las manos frías. Por más que evitaba pensar en ello, no podía evit
