—Me diste un susto, Georg. No esperaba visitas —dijo Martín volviendo a la pantalla de su ordenador. —Discúlpame —pidió el oftalmólogo amablemente, acercándose a su colega—. ¿Qué cosas ves? —quiso saber, una vez que tomaba asiento a un lado y le ofrecía un café expreso. Martín Thompson recibió el vaso de cubierta marrón. —Gracias. —¿Qué ha pasado con Hanley? Al escucharlo, Martín volteó a verlo, con aquella mirada propia de quien retiene una realidad desbordante. —Si te lo digo, no me creerías. En uno de los edificios más lujosos de Chicago se encontraba la empresa para la cual trabajaba Isabell Hanley y otros arquitectos bastante reconocidos en todo el Estado de Illinois. Sahara Brown, fue descartando uno a uno los diseños ofrecidos por sus empleados hasta dar con el mejor, aunque