El oficial

2971 Words
— ¡Hey! Ya despiértate. ¡Jamie! Ya es tarde. Siento como su mano sacude mi hombro. El sonido de su voz me obliga a incorporarme y de pronto me doy cuenta de que he pasado toda la noche en esta esquina de mi habitación. ¡Me quede dormido mientras pintaba! — ¿Ya es hora? —le pregunté desconcertado. —Si. Ya es hora. Nosotros ya nos vamos. Mamá te está esperando abajo. ¡Se te hizo bien tarde! Asentí. —Bajo en diez minutos solo deja que me cambie. —De acuerdo. Ya te prepare tu canasta con pays. ¡Nos vemos al rato! —Gracias Estefan. Vayan con cuidado. Tuve que cambiarme lo más rápido posible. Pantalón de mezclilla gris, playera negra, anteojos y ya. Ni siquiera había tenido tiempo de ver cómo había quedado mi pintura de anoche. — ¡Buenos días! —salude a mis padres. — ¡Buenos días hijo! —respondió mi papá. — ¿Descansaste bien? —Si. Me siento muy bien. Soy como un roble, fuerte y macizo. Sonreí. Papá era muy animoso. — ¡Siempre has sido fuerte! Ya verás que te recuperarás pronto. — ¿A dónde vas? —Voy a ir a trabajar. — ¿Qué haces ahora? Desde su enfermedad, papá ya no ha podido retomar las labores con su oficio. Ahora está limitado a estar en casa, de su habitación a la cocina, de la cocina al jardín y del jardín a la calle cuando mamá lo lleva a caminar por le vecindario. Nuestras vidas habían cambiado mucho. ¡Nosotros éramos los que veíamos por los gastos económicos! —Vendemos postres. Ya sabes, esos pays que tanto te gustan también les encantan a las personas. — ¿Salen a vender? —Si. —Pero eso es peligroso. —Por eso salimos con mucho cuidado. —No. Mejor ya no deberían salir a vender. ¡Voy a recuperarme para poder volver a trabajar como antes! Ver ese lado optimista me hacía sentir ternura por mi padre. ¡Era obvio que él extrañaba su vida! ¿Y cómo le dices a tu ser querido que ya nada volverá a ser lo mismo de antes? — ¡Claro que sí! Solo que ahora es mejor que te concentres en recuperarte para que puedas volver a la normalidad. ¡Mentira! Nada volvería a la normalidad. Muchas cosas habían cambiado y el tiempo no se podía regresar. Una parte de nosotros aun no era capaz de decirle de forma abierta que ahora su vida había cambiado debido a una discapacidad psicomotriz. — ¿Vas a desayunar algo? Eran cuarto para las ocho y el reloj seguía avanzando. ¡De verdad que se me había hecho tarde! Todo por andar de vago y luego llegar a desvelarme con los oleos. ¡Mi locura era grande! —No. Mejor desayuno al rato que venga. —Por lo menos toma ese vaso de licuado que hice. Es de guayaba. ¡Mi favorito! Sin dudar tome el vaso y me lo empine a la boca. Dulce, suave, delicioso fue el sabor que desencadenó en mí. — ¡Gracias ma! Nos vemos al rato. —Ve con cuidado mijo. —Si. Nos vemos. Si necesitan algo, me llamas por cualquier cosa. — ¡Cuídate Jamie! —me dijo papá. Me acerque a él y sin dudarlo, le di un abrazo bien cálido. Fuerte. Un abrazo que me ayudara a reconstruirme de las cenizas. Y así, días tras día luchábamos por poder obtener lo necesario para poder vivir. Cuando una enfermedad abraza el alma de un ser querido, la vida de este y de todos los que le rodean siempre va a cambiar. Se necesita aguante, empatía, valor y sobre todo, amor. ¿Serias capaz de adaptarte a un cambio como ese en tu vida? *** A las once treinta andaba caminando cerca de la pirámide. Esta vez había varias personas cuidando a sus perros y algunos estaban sentados en las bancas del parque. El sol comenzaba a provocar calor y sin querer comencé a sentir mucho cansancio en mis pies. Me obligue a sentarme debajo de un árbol, un fresno que refrescaba demasiado bien con su sombra. — ¡Hola! —escuche que hablaban. Yo estaba acomodando mi canasta, aún me faltaba por vender al menos diez pays. ¡Y eso que hoy se me había hecho tarde! — ¡Chico de los pays! —exclamó él. Alce la vista y observe para todos lados. Se detuvo justo enfrente de mí. Al momento de mirarle directamente a los ojos, sentí nervios en mi interior. ¿Cómo era posible que estuviera aquí? Dude en ponerme de pie, me acorde de esa vez que lo deje bailando como idiota en la pista. — ¿Aún tienes pays? —Si. ¿Cuantos quiere? Sus ojos, la última vez que los había visto fue en ese club nocturno donde el baile y mi intención de ser candente fue un absoluto asco. Vi sus manos acariciar el botón de su pecho, había vellos en sus dedos y me acorde de su tacto sobre mi piel desnuda. —Me quedan once. Note que él estaba un poco pensativo. ¿Me reconoció? —Dámelos todos. ¡Orales! Que buen cliente resultó ser. Maduro de buen ver estaba de pie frente a mí buscando billetes en su cartera de piel. ¿Qué había pasado entre nosotros? Después de esa noche que yo hui del club, aborde el autobús y mientras regresaba a casa, bloquee su perfil para que no pudiera contactarme. Le di todos los pays. —¿Cuánto te debo? —Serían ciento sesenta y cinco. Me dio un billete de doscientos pesos. —Ahorita le doy su cambio. —No te preocupes, así está bien. Es para que te compres un agua. Está haciendo mucho calor. Me regalo una sonrisa. De pronto no entendía porque él estaba haciendo algo así por mí. ¿Me reconoció? ¿Sabe que yo soy el escort con el qué pasó algunas noches en la cama? Los pensamientos comenzaron a traicionarme. — ¡Gracias! Es usted muy amable pero… — ¿Puedo saber cómo te llamas? Su pregunta me puso en una encrucijada. ¡No podía estar pasando esto! — ¿Por qué quiere saber mi nombre? —contraataque con otra pregunta. Como mal ejemplo, él no llevaba puesto su cubre bocas en un área publica como esta. —Te me haces un chico dulce. — ¡Oh! Pues la verdad no creo ser muy dulce porque soy diabético. Mis palabras le dejaron en shock. Su expresión causo mucha gracia. — ¿De verdad? Asentí para intensificar mis palabras. —Agradezco mucho su compra tan generosa. ¡Me tengo que ir! Mi intención era poder huir de allí. — ¿Quieres que te dé un aventón? Si gustas te puedo llevar sin problema alguno. —No, así está bien. Comencé a caminar, le di la espalda y agradecí mucho el tener la mascarilla puesta. Además los anteojos ayudaban a ocultar mi identidad. ¡Me sentía como Clark Kent! Seguro que no me había reconocido y con eso me bastaba. — ¿Y si te invito un trago? Me sorprendió ver que estaba muy insistente conmigo, venia caminando a la par de mis pasos. —No bebo alcohol. —Te invitó un agua de sabor. — ¿Qué es lo que quiere? —me detuve en seco. —Bueno es que… — ¿Acaso le gustó? Se sorprendió un poco. —La neta sí. Veo que tienes buen cuerpo y… — ¡A mí no me gusta usted! Fueron tres ocasiones en las que vi a Maduro de buen ver sin nada de ropa. Su cuerpo al natural, buscando la forma de encajar con mi cuerpo. ¿Fue agradable? Orgasmos instantáneos, un m*****o duro y muchas ganas de consumirme con el fuego de su deseo. ¡Fue un placer de cincuenta por ciento! —Perdón, creo que inicie con el pie izquierdo. No me he presentado. —No hace falta. — ¿A no? —Es que no me interesa. ¿Qué le hace creer que aceptaría su propuesta de salir esta tarde con usted? Cerca el uno del otro, ojos profundos oscuramente y el sabor de una tarde airosa. ¿Qué cosas pasaban por la mente de este hombre? ¡Yo siempre me mostré claro ante sus peticiones locas! — ¿Te gustaría pasarla bien? — ¡Llamaré a la policía! Su mano me sujeto de la muñeca, lo empuje sin miedo. —No hagas eso, no te conviene. — ¡A usted no le conviene! Es un pedazo de basura. Enarcó sus cejas, yo estaba comenzando a prenderme en furia. —Anda. No te hagas del rogar. Se nota que… — ¡Viejo cochino! Le arrebaté mi mano. La gente a nuestro alrededor se giró a mirarnos y es que esta vez no me contuve de mantener la cordura. Me di la media vuelta y comencé a caminar. ¡Al menos el trago amargo me hizo vender todo! Me reí en mi interior. —Oye, ¿te encuentras bien? —me preguntó un hombre uniformado. —Si. Todo está bien. Su uniforme me hizo arquear las cejas, no esperaba que él me fuese a socorrer en este momento. — ¿Ese hombre te está molestando? —Si. Pero parece que ya le ha quedado claro que yo no quiero nada. — ¿Lo conoces? —No. El uniformado era alto, fornido y con una mirada autoritaria. ¿Quién era él? Un policía, el vigilante de este parque. — ¿Seguro de que ya no te molestará? Si quieres puedo intervenir. Sonreí debajo de mi cubre bocas. —Si. Todo estará bien conmigo. No se preocupe oficial. De todos modos ya tengo que regresar a mi casa. No faltaba mucho para el medio día. —Vuelva a casa con cuidado jovencito. Este oficial parecía ser muy amable. —Si. Gracias. —De nada. Supongo que ya no te sobraron pays. Me sorprendió que él estuviera preguntando por mis pays caseros. —No. Se terminaron todos, él los compro. Note que se acomodaba los guantes. Asintió. —Te he visto pasar casi todos los días por este parque y aún no he tenido oportunidad de probar tus pays. —Quizá mañana pueda probarlos. — ¿Tú los haces? —No. Mi mamá es la que se encarga de hornearlos. Yo solo salgo a vender. El oficial se me quedó mirando por algunos segundos directamente a los ojos. Era como si su mirada tratara de buscar algo en mí. —Perdona si soy muy entrometido pero, ¿no deberías estar en la escuela? —La verdad es que sí, pero las cosas no han ido muy bien en casa así que tuve que posponer la escuela. Arrugo las cejas. —Pero la escuela es algo importante. Creo que deberías retomarla, no la hagas a un lado. Después de todo eso influirá en tu futuro. Este hombre tenía algo de razón. —Yo sé que la escuela es importante. De hecho yo quería, quiero seguir estudiando. Planeo ingresar a la escuela cuando las cosas mejoren. ¿Cuándo iba a mejorar las cosas? — ¿En qué grado estas? —Recién iba a ingresar a la universidad. — ¿De verdad? Yo pensé que estabas en preparatoria. Te ves muy chico. —Sí, me gradué de la preparatoria a inicios de este año. — ¿A qué universidad ibas a entrar? —En la Ibero. Logre conseguir una beca del cincuenta por ciento. — ¡Orales! Es buena escuela. —Si. Y como le digo, espero poder volver a la escuela pronto. ¡Nomas que mejoren las cosas! —Eso muchacho, debes perseverar en tus metas. Y sin querer estuve platicando de cosas importantes con un policía del parque. *** — ¿Que estás haciendo? —No tiene mucho que recién llegue a casa. ¿Y tú? —Termine la escuela. — ¿Y cómo te fue? —Todo normal. Mis profesores son muy tranquilos. —Suena bien. — ¿Que harás en la tarde? —No lo sé aún. Tengo algunos pendientes con mi jardín y también me gustaría pintar. — ¿Puedo ir a verte? —Pues sí. Ya sabes. Esta es tu casa. Escuche una risa de su parte. — ¿Puedo ir ahorita? —Si. —A bueno. Entonces ábreme la puerta. Estoy afuera de tu casa. ¡Gerardo me sorprendió demasiado! — ¿Estas afuera? —Averígualo. Me puse de pie, estaba terminando de desayunar. Giré la perilla de la puerta y abrí. Su sonrisa me hizo sonreír. —Eso fue muy rápido. —Lo sé. Es que neta tenía ganas de salir de mi casa. Ya sabes, es un poco aburrido con esto de la pandemia. —Si. Bueno, yo no siento que sea aburrido. —Es que tú eres muy inteligente y cualquier cosa te entretiene. En mi caso no es así. —Pues ahora estás aquí para entretenerte conmigo. Pasa, estoy desayunando. — ¿Que desayunas? —Cereal con leche. — ¿Solo eso? —Si. Esta vez no tuve mucho apetito. ¿Te ofrezco un poco de cereal? —No. Así está bien. Él se sentó junto a mí en la mesa. Recordé que mamá había dejado un pay para Gerardo. —Bueno, entonces te ofreceré un pay de queso con zarzamora. ¡Mi mamá lo guardo para ti! Le dije que te gustaban de ese sabor y pues mira, eres parte de la familia. Vi cómo se le iluminaba el rostro. — ¡Que buena onda es tu mamá! —Ya se. A ella le da gusto de que estés aquí. — ¿Y a ti? — ¿A mí? — ¿Te da gusto de que esté aquí? Era impredecible y muy agradable poder escuchar esas preguntas tan necesarias para poder reflejar y dar a conocer lo verdadero del corazón. ¿Cuál era su verdadera intención al preguntarme eso? —Si. Me caes súper bien. Obvio que no le iba a decir en ese momento que no solo me daba gusto que viniera a verme casi todos los días, la realidad era que mi corazón saltaba de felicidad. ¡Una parte de mi sentir se derretía por él! —Yo sé que te caigo súper bien. Siempre ha sido así. Sonreí. Preferí comer un poco. — ¿Cómo está tu madre? —Ella está bien. Un poco apurada porque papá vendrá unos días a México. — ¿Lo extrañas? —La neta no. No es que yo sea un ingrato o alguien frío de corazón. Es solo que cuando tus padres se divorcian la vida te cambia y tienes que aprender a vivir divido. —Suena un poco complicado. —Es complicado. Lo bueno que tú tienes a tus padres juntos. —Si. Ellos se quieren mucho. —Yo sé que sí. Si no se quisieran tal vez no estarían juntos o peor, ahora que están afrontando esto de la enfermedad quizá tu madre no querría cuidar tu padre. ¡Qué bonito cuando se casan por amor! Amor, el sentimiento que hoy se experimenta con diferentes opiniones. —Si. Yo espero algún día poder encontrar a alguien así —dije sin miedo. Enarcó sus cejas. —No creo que eso sea difícil para ti. Tú eres un chico muy dulce y regularmente siempre estás al pendiente de hacer las cosas correctas. ¡Afortunada la persona que logre amarte! Su respuesta me dejo pensando por varios segundos. ¿Tú me amas? ¡Ojalá pudiera saber lo que hay en tu corazón! —Si bueno. ¿Y a ti? ¿Cómo te va en el amor? ¿Tomaste una decisión ya? Fue en ese momento que su semblante cambió y un hilo de nostalgia (casi como la tristeza) colgó de su mirada. —Pues no muy bien. Yo… La puerta se abrió, Emilio entró y nos interrumpió. — ¡Ya llegue! —Qué bueno. Mamá estaba preocupada por ti que no llegabas. — ¿Dónde está ella? ¡Hola Gerardo! — ¡Hola Emilio! —Ella está en su habitación, están viendo una película. — ¡Oh! Qué bueno que papá se distraiga viendo la tele. ¿Saldrán a algún lado? — ¿Que no tienes una clase que atender? —Es verdad. Me voy. Mi maestra me va a matar. Emilio no tardó mucho en desaparecer del comedor. — ¿En qué grado están tus hermanos? —Él está en segundo de secundaria y Estefan en primero. — ¿Cómo tienen sus clases? —Ya sabes, se conectan a Google Meet y disque intentan poner mucha atención. — ¿Y si les va bien? —Si. Son buenos estudiantes. Él dio un mordisco a su pay. Termine de comer el cereal. — ¿Y tú? — ¿Yo? — ¿Extrañas ir a la escuela? Su pregunta me hizo recordar la conversación que había tenido esta mañana con el oficial del parque. —Un poco, aunque siendo sinceros, ya me estoy acostumbrando. — ¿Y cómo piensas convertirte en un artista? —Pues mira, hoy más que nunca hay otras oportunidades de poder estudiar. YouTube es una plataforma genial y luego he visto técnicas de pintura que neta, son bastante geniales. Lo estuve pensado. En la oferta que me mostraste el otro día, en la Ibero y en lo que yo quiero. ¡Hay muchos caminos para poder triunfar! —Yo creo que tú eres genial. Siempre se te dio la pintura y el dibujo. ¡Es tu don! —Más que un don, creo que es una manera en la que puedo expresar cosas sin la boca. — ¿Qué cosas necesitas expresar? ¡Necesito expresar que siempre te he amado!
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