La chizpa

2627 Words
Al terminar de cenar fuimos a caminar por los puestos de artesanía y estar cerca de él me hizo olvidar por un momento todos mis problemas. En verdad que me sentía muy despreocupado. — ¿Y cómo está tu familia? —le pregunté. La altura de Jair era considerable. Su cabello alborotado parecía brillar con las luces de la noche y de vez en cuando nuestros hombros se rozaban a medida que íbamos avanzando. —Ellos están bien. Papá es un jubilado del campo petrolero y mamá es feliz con sus amigas. — ¿Tienes hermanos? —Dos hermanos mayores. —Así que tú eres el menor. ¿Qué se siente ser el consentido? Y es que era verdad que en la mayoría de las familias siempre se suele consentir al hijo menor. En nuestra casa, el consentido siempre era Estefan. —Pues es algo chido. Te dan casi todo y tienes libertad. Sonreí. —Pues lo bueno que es que estas aprovechando ese privilegio. No dudo que por eso tus padres te hayan dejado trabajar lejos de casa. —Pues aunque no lo creas, mi madre no quería dejarme venir. — ¿De verdad? Asintió. —La última semana que me la pase en casa, ella siempre me recordaba que pensará bien en las cosas. A cada raro me decía que mejor me quedara por ahí cerca a trabajar en mis prácticas y la verdad es que ella siempre se ha preocupado demasiado por mí. ¡No sé! A lo mejor es como dices, soy el menor y tienen miedo a que me pase algo. —Bueno, es que siempre las madres se van a preocupar por el bienestar de sus hijos. Por ejemplo, en mi caso. Mi mamá supo que hoy saldría de noche y me pidió llegar a las diez. ¡Límites! Una madre siempre pedirá límites por el bienestar de sus hijos. — ¿Así que tienes que regresar a casa pronto? No me habías dicho eso. —Bueno, es que tú nunca me preguntaste. Le saque una sonrisa. El reloj marcaba las nieve treinta. —Si. La neta es que no me había dado cuenta de la hora porque me la estoy pasando chido. ¡Me siento despreocupado! — ¿Y eso? —Pues es que tenía rato que no salía a dar la vuelta. Casi siempre ando en el trabajo, las actividades en la casa, mi papá y sus cuidados. ¡Ya sabes! Toda una rutina. Se detuvo por algunos segundos cerca de un puesto de pan, el aroma a pan recién horneado nos atrapo. —Aparte de ser escort, ¿a que más te dedicas? ¿Jair se estaba entrometiendo demasiado en mi vida personal? Algo que es bien cierto y que a veces olvidamos, es que cuando una persona quiere conocernos (porque seguramente tiene interés en nosotros), siempre va a estar preguntando sobre nuestra vida y nuestros gustos. ¡Este era el caso con Jair! Y no por eso se convertía en un chismoso. —Pues por las mañanas suelo salir a vender postres. Mi mamá nos hornea pays y flanes. Ya nosotros nos encargamos de salir a venderlos. — ¡Orales! No esperaba eso de ti. — ¿Que esperabas de mí? Parecía meditar en su respuesta. —Pensé qué tal vez estarías en la escuela o no sé, te imaginé durmiendo hasta el medio día porque imagino que regularmente sueles terminar muy noche aquellos encuentros de la noche. La forma en que sus ojos se posaban sobre mí me hacía sentir tranquilo. No pude evitar reírme. — ¿Que te causa risa? —preguntó tras ver mi reacción. Intente calmarme pero no pude. — ¡Nada! Es solo que estaría chido poder descansar hasta el mediodía. ¡A veces si lo necesito! Que padre que imaginaste eso de mí, ojalá fuese una realidad. — ¿Y por qué no intentas hacerlo un día? —Pues verás, lo he intentado los días domingos pero la neta es que mi cuerpo ya se acostumbró a esta rutina. ¡Ahora no puedo flojear! —No creo que sea flojear. Más bien es como, tomar un descanso necesario. Por todo lo que me dices yo creo que te esfuerzas demasiado. ¿Tu familia sabe qué...? —No. Ellos no saben y yo no quiero que se enteren. ¡Quizá nunca les diga! Seguro se molestarían mucho por lo que hago. En ese instante de la plática sentí que era el punto en el qué tal vez yo tendría que comenzar a darle explicaciones a Jair sobre las decisiones que me orillaron a todo esto. ¿Él me entendería? —Está bien. Supongo que haz de tener tus razones. Yo, bueno. Si puedo ayudarte en algo, aquí estoy. ¡Cuenta conmigo! No estas solo y el hecho de que no nos conozcamos desde hace mucho tiempo no significa que no me importes. ¡Canijo acento norteño que me hace deshacerme por completo! Comenzamos a avanzar. Me sentí en gratitud por lo de sus palabras. — ¿Quieres que te lleve a casa? Me tomo desprevenido. — ¿Tienes auto? —Sí. Afortunadamente lo tengo, un beneficio más de ser el hijo menor. Hizo que sus cejas se movieran de forma coqueta. —Pero… — ¿Aún alcanzas transporte público? Seguro que a esta hora el autobús viene lleno de pasajeros. Su suposición era cierta. ¿Y qué debería hacer? Mi intención era que Jair no conociera muchos detalles sobre mi vida privada. ¿Estaría mal si acepto su propuesta? ¡Canija inseguridad de mi interior! — ¿Entonces...? —Me preguntó al ver que no le daba una respuesta. — ¿Seguro que puedes llevarme a mi casa? —Es lo menos que puedo hacer por ti. Hemos pasado una noche agradable, en mi caso me siento bastante tranquilo y despreocupado. Como que me transmites confianza. Y eso está chido. ¿No? ¿Confianza? ¿De verdad eso le causaba? Una chispa hizo que mi corazón se incendiara en una emoción inexplicable. ¿Cosquillas? — ¡Está bien! Aceptaré que me lleves a casa. —Va. Ya solo me dices la dirección. Asentí. —Antes de irnos, ¿quieres un pan? La verdad es que a mí se me antojaron unos cuernos hace rato que nos detuvimos junto a ese puesto de pan. Sonreí debajo de mi máscara. —Si. Se me antoja una concha de chocolate. ¿Que era ese momento? ¿Significaba algo? ¿Qué pensaría la gente de nosotros? Lo más probable es que nadie en el mundo entero fuese capaz de comprender lo que estábamos experimentando en ese momento. Más que una cita entre dos chicos, creo que esto sería el comienzo de algo inexplicable. Por aquellos segundos todos mis problemas desaparecieron, e incluso, ni siquiera fui capaz de recordar a Gerardo. *** —Es en esta casa de dos pisos —le dije señalando a mi casa. Faltaban cinco minutos para las diez. —Creo que tu casa es muy bonita. — ¿De verdad te gusta? Sus ojos se enfocaron en lo que estaba justo enfrente de nosotros, principalmente se quedaron viendo la parte de arriba. ¿Que había allí? — ¿Hay alguien en la terraza de arriba? —No. No hay nadie. Regularmente siempre dejo que esas luces se enciendan por las noches para darle una vista más coqueta a la casa. —Se ve chido. ¿Tú lo hiciste? Había tantas cosas que Jair podría haber sabido de mí en ese instante. ¿Debí decirle todo? —Si. Yo me encargué de decorar la terraza. ¡Es mi lugar favorito! Mis palabras le hicieron sorprender. Esta vez no llevaba su mascarilla puesta y así pude ver cómo sus labios me sonreían con curiosidad de poder saber más sobre mí. — ¡Pues se ve bien chido! Me gusta como se ve. Sonreí. Desabroche el cinturón de seguridad. Era mi momento para alejarme de él. — ¡Gracias por haberme traído! También me la pase bien esta noche. —Eso me da gusto. ¡Creo que tu compañía me hace bien! Pensé en sus palabras, sonreí, le miré directamente a los ojos y no me sentía nervioso. ¡Esta vez no me sentía nervioso de estar con un hombre para hacer cosas malas! Porque realmente no estábamos haciendo cosas malas, solo nos estábamos conociendo de forma inocente. —Te escribo luego. —Por supuesto Ángel. Y escucharlo llamarme de esa forma me hizo sentir roto. ¿Por qué? ¿Qué fue lo que se me rompió en el interior? Abrí la puerta, me disponía a bajar pero mi mente estaba sufriendo. Me detuve y me gire a mirarle, necesitaba mirarle. —Jair. — ¿Si? —Tengo que decirte algo. El momento se pintó un poco de silencio y fragilidad. —Por supuesto, te escucho. ¿Que se supone que debes decir ante una situación en la que sientes que tu mundo está roto y tienes miedo de abrirte con alguien porque sabes que esa persona puede pensar que tú eres de lo más patético del planeta? Deje escapar un suspiro. —Mi verdadero nombre no es Ángel. Mi nombre es Jamie. En esa noche fue que sus pupilas parecieron dilatarse en la oscuridad con un brillo que impactó a mi alma. — ¡Jamie! — ¡Si! — ¿De verdad? Asentí —Ese es mi verdadero nombre. Miradas a oscuras, latidos suaves y tranquilos. Fue su gesto la mayor sorpresa de esta noche. Su mano capturó mi mano, sentí su palma suave y tibia; aquel tacto me inundó de una forma tan bonita que era como si nada ajeno a mí importara en este momento. —Es un bonito nombre. ¡Creo que eres muy bonito! Nuestros dedos se entrelazaron. Mi corazón comenzó a acelerarse y fueron segundos los que pasaron para que los nervios me hicieran cosquillas. ¡No pude evitar temblar! — ¿Tienes frío? Ya eran más de las diez. —No. Es solo que… En mi mente yo estaba luchando por poder asimilar esto. — ¿Pasa algo? —Eres el primer chico que me toma de la mano de esta forma y… — ¿Y...? —Cada vez que nos vemos siempre a la hora de despedirnos sueles hacer algo que me pone de forma curiosa. Como si mis sentidos se exaltaran en el buen sentido y me gusta, condenadamente se siente una chispa en mí. — ¿Y eso es bueno? — ¡Se siente bien! Mi respuesta le hizo sonreír. — ¿Te hace sentir bien mi tacto? —Ajá. — ¡Eso está chido! —Como una cosquilla muy agradable. La neta no sabría cómo explicarlo. —No necesitas explicarlo, solo disfrútalo. El tono de su voz provocaba que esa sensación se volviera más intensa en mi corazón. ¿Y que era? ¿Que fue? ¿Que fuimos? Estoy seguro de que aquel tacto nos hizo convertirnos en el inicio de algo bonito. ¡Era obvio que ambos no nos convertiríamos en amigos! —Me gustaría disfrutarlo más tiempo pero, ya me tengo que ir. Seguro que mi madre ya me está esperando en la sala. Nuestras manos seguían unidas. ¿Podría seguir sintiendo lo mismo después de alejarnos un poco? ¡Eso lo tenía que averiguar! — ¿Quieres que nos volvamos a ver? Una pregunta que más bien era una propuesta, aquella propuesta era más que simples palabras. ¿Que eran? Posibilidades. ¡Muchas posibilidades! —Vale. Pero hay que planearlo. ¿Te parece? —Sí, estoy de acuerdo con eso. —Pues bien. ¡Regresa a casa con bien! — ¡Eso haré niño bonito! —Vale señor. — ¿Señor? —Es que eres más grande que yo. — ¿Y qué? —Creo que el título señor te va bien con eso de la barba y el acento marcado que tienes. ¡Suena genial! Le saqué una sonrisa. —De acuerdo. Yo seré el señor y tú el niño bonito. ¿El señor y el niño? ¡Sonaba chistoso! Más bien era algo cursi que me causo unas ganas de vomitar (en el buen sentido). —Dale pues. Ya me voy porque seguro mi madre me va a colgar. —Dale saludos de mi parte. —Le digo. —Va. — ¡Ya puedes soltarme! — ¡Oh es verdad! Y nos soltamos. Los latidos seguían fuertes, los nervios habían cedido y una parte de mí se sentía complacido. — ¡Ten una buena noche Jair! — ¡Tú también, Jamie! Escucharlo pronunciar mi nombre real me hacía sentir bien. Y es que si él decía que yo le transmitía confianza, entonces creo que debería esforzarme por poder demostrarle que yo de verdad era una persona en la que se podía confiar. Al entrar a mi casa, la puerta hizo clic para anunciar mi llegada y mamá no tardó en aparecer. —Llegas diez minutos tarde. —En realidad llegue cinco minutos antes, solo que estábamos platicando afuera de la casa. — ¿Eso es verdad? —Si. Recién se acaba de ir. Mamá sonrió ampliamente, llevaba puesto su delantal y la tela estaba un poco manchada con harina. Esta era la hora en la que ella horneaba los pays para la venta. Tome el sanitizante en spray y me rocié un poco. —Me da gusto que ese muchacho esté de regreso. ¡Qué bueno que han retomado su amistad! Le hubieses invitado a pasar, sabes que tengo pays listos a esta hora. —Sí, solo que también llevaba prisa. Lo esperaban en casa. Mamá asintió. — ¿Sabes que sabor le gusta más a Gerardo? Era obvio que yo no podía decirle la verdad a mi madre, me refiero a la verdad sobre esta noche. ¡Que no estuve con Gerardo! —Le gusta el de zarzamora con queso. —Bien, entonces mañana que lo veas le das uno. Que no se te olvide. —Si mami. No se me olvida. —Bien. ¿Ya irás a dormir? —Quizá. — ¿Como que quizá? —Es que planeó pintar un poco. Sus ojos me lanzaron una mirada tierna. — ¡Está bien mijo! Solo no te desveles demasiado. Mamá conocía perfectamente la realidad de mis sueños y de alguna u otra forma siempre trataba de animarme a que algún día yo podría poder cumplir con lo que tanto había deseado. ¿Qué era eso? ¡Poder convertirme en un artista! —Sí, no me pienso desvelar. ¿A ti te falta mucho? —Ya casi termino. —Entonces tampoco te desveles demasiado. Le saqué una sonrisa a mi madre. — ¡Descansa hijo! —Tú también ma. ¡Buenas noches! Subí a mi habitación. Cerré la puerta, las series de luces iluminaban mi oscuridad. Fui al baño, me quite la ropa y me puse algo más cómodo. Encendí los auriculares Bluetooth y puse play a la música. Sentado frente a un lienzo en blanco, la pintura estaba a mi lado y los sentimientos que mi corazón cargaba eran algo que no quería olvidar. ¿Cómo podría recordarlos? El tacto de Jair era algo que seguía muy fresco en mi interior. Sin mucho en cuenta comencé tomando una brocha y la pintura negra sería el fondo perfecto. ¿Alguna vez has sentido bonito en el corazón cuando alguien te dice que la pasa bien contigo? Soy muy consciente de que la vida que llevo no es muy grata, que yo mismo me he hundido en una situación bastante complicada en la que nadie puede ayudarme. ¿Qué sería de mi si mi familia supiera la verdad? ¡Ojalá la vida fuera menos complicada que cualquier otra cosa!
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