Masoquistas

2680 Words
— ¿Y cómo te fue en tu cita de ayer? Pensé que nunca me preguntaría sobre eso. —Bien. Me la pase chido. Cenamos, platicamos y anduvimos caminando entre los negocios. ¡Ya sabes! Igual esa feria es muy tranquila. Gerardo estaba sentado en el sofá de mi cama y yo de pie, recargado contra mi cajonera. —Ese chavó parece ser un buen tipo. —Si. Jair es agradable. No pude evitar esconder mi sonrisa al recordar lo buena que había sido la noche. — ¿Y hace cuanto que lo conoces? Trague saliva, parecía que ahora había un interés por averiguar sobre Jair. —No lo conozco de hace mucho tiempo. — ¿A no? —No. Tendrá poco tiempo que lo conocí. ¿Este era momento para decirle la verdad sobre mi empleo nocturno? —Supongo que lo conociste mientras vendías pays. La seguridad de sus palabras me hizo asentir sin pena a confirmar que le estaba mintiendo cada vez más. —Exactamente así lo conocí. Él estaba en el parque y yo llegue ofreciéndole pays. ¡Todo salió bien! —Eso de vender pays te hace ser un chico popular. Me reí por su comentario. ¿Popular yo? —Nada que ver. Solo soy el chico de los pays. ¡No es la gran cosa! Me lanzo una mirada curiosa, un toque de inquietud parecía vislumbrar hasta el fondo. —Eso es lo que tú piensas. Pero yo te he visto y veo cómo te ve la gente. ¿Me ha visto? ¿Ve a la gente que me mira? ¿Pero cómo? ¿Cuando? ¿A dónde me ha visto? — ¿Y qué has visto? —Veo que la gente te compra casi siempre porque eres un chico muy dulce. ¡Esto sí que no me lo esperaba! — ¿Me estas espiando? Su mueca fue una sonrisa vagabunda. — ¿Está mal que me interese por ti? —Pues no está mal, solo que… neta me sorprende que digas que ves a la gente que me mira y todo ese rollo de que yo soy dulce. ¿Por qué lo haces? Fue como si mi pregunta le exigiera que soltara aquellos motivos que en su corazón había. ¿Seguro que había motivos con mi nombre? —Porque te hice una promesa en la primaria y pienso cumplirla. ¡Orales! Fue directo conmigo. Sentí bien bonito en mi corazón, como si todo lo malo de esta vida hubiese desaparecido con la presencia de mi crush. —Ah, pues gracias. Que genial que te acuerdes de esa promesa. Pero bueno, ya paso mucho tiempo desde todo eso. — ¿Y eso que tiene? —Pues que ahora ya no soy el chico al que solían acosar en la primaria. De cierto modo ya crecí y bueno, me siento bien. ¡No me ha pasado nada malo! Mentí una vez más. ¡Aún había gente que me acosaba! Gerardo pareció no creer en mis palabras. —La neta no creo que hayas cambiado mucho. ¿Tu moretón? ¿Por qué te salió? Lo había olvidado, los días me habían hecho dejar de pensar en aquel golpe. Me acaricie la mejilla y no quise responder su segunda pregunta. —Creo que ya desapareció. La neta se me había olvidado que tenía un moretón. Él negó con una sonrisa. — ¡Que va! A ver, déjame revisar. Mi espalda estaba contra las jaladeras de metal, centre mi vista en cada uno de sus pasos y me sorprendió mucho ver como la distancia entre nosotros se acortó de forma rápida. Su mano subió hasta mi rostro, en mi mejilla puso su tacto y aquellos ojos bien enfocados en mí me hicieron temblar por algunos segundos. ¡Necesitaba controlarme! —Sí, es verdad. Solo tienes una mancha pequeña de color cafecito. Casi ni se nota. —Sí, te digo que ya desapareció. — ¿Te duele? Sus dedos presionaron un poco sobre mi pómulo y ligeramente hubo dolor en mi carné. —Muy poco. Ya no me duele como esa vez. Comenzó a mirarme de forma curiosa. ¿Qué estaría pensando de mí en ese momento? — ¿Extrañas esa sensación? — ¿De qué me duela más? ¿Recordaba mi gusto masoquista? —Ajá. —Pues…no realmente. Ya no siento dolor intenso. Su boca, rosada rojiza, labios perfectos y su aliento a pay de queso con zarzamora; ¿que estaba sintiendo en este momento? Todo de él me hacía temblar, como si mis fuerzas no supieran aguantarme. — ¿De verdad te gusta el dolor? Y era muy poco lo que faltaba para que su cuerpo impactará con el mío. Su estatura más grande que la mía, el color de sus ojos y ese tacto, jodidamente me sentía como si me fuera a desarmar. ¡Necesitaba aparentar calma! —Pensé que eso ya lo sabías. — ¿Puedo lastimarte? — ¿Cómo me lastimarías? — ¿Puedo hacer que este moretón vuelva a aparecer? Me causo curiosidad su petición. — ¿Cómo harías eso? — ¿Si me dejas lastimarte de la buena forma? ¿Qué hubieses elegido tú? Ten en cuenta que mi deseo de sentir dolor era algo inexplicable, que los moretones siempre me gustaban y que yo mismo solía buscar la forma de lastimarme para poder obtenerlos. ¿Yo estoy mal de la cabeza? ¡La neta si! Pero esa sensación de solor era de mis favoritas. —Bueno. ¿Me vas a golpear? —No. Necesito que te acuestes en tu cama. Su petición me sorprendió todavía más. —Va, solo déjame poner música. Necesito Vaporwave en la sangre. — ¿Vaporwave? —Musiquita chida para gente chida. —No había escuchado de ese género. —Hoy lo escucharas. No me tarde demasiado en encender la música, elegí a oDDling para que tocara en el ambiente, Illusory comenzó a sonar. — ¿Entonces quieres que me acueste? —Sí, boca arriba. Subimos a mi cama. —No sé qué es lo que planeas, pero bueno. ¡Estoy loco por dejarte hacer esto! Y tú también lo estas por querer hacerme esto. Sus ojos habían tomado un color peculiar, era algo tenue, quizá un poco oscuro lo que podía ver en su mirada. ¿Cuál era su deseo? —Yo sé que estás un poco loco, y esta genial. ¡Me gusta! — ¿Te gusta mi locura? —Siempre me pareció interesante. ¡Nunca le tuviste miedo a nada aun cuando te hacían daño! Eras todo un aventado. Me reí, no pude contenerlo. ¡La neta es que si era bien aventado! —Bueno pues. Ya quiero que me hagas esto. ¡Lastímame! — ¿Estás listo? —Si. Sus manos me tomaron de ambas mejillas, sentí el poder de su mirada arriba de mis ojos. Nuestras respiraciones chocaban de forma intensa, era huracán lo que nuestras almas irradiaban y en ese momento ninguno de los dos quiso tomar la iniciativa en ser más que una simple mirada. Su pulgar comenzó a trazar círculos por mi hematoma, suave, delicioso, la mejor sensación que podía experimentar. Un dolor que fue aumentado constantemente a medida que su pulgar presionaba. ¡Esto era perfecto! Arquee mi espalda, había fuego en sus pupilas, se relamía los labios y desee que su lengua se apoderara de mi cuello. ¡El dolor me hacía desear su cuerpo! — ¡Ahggg! —me mordí los labios. — ¿Te duele? —Si. — ¿Te gusta? ¿Que debía responderle? ¿Qué era lo que me más me gustaba de esta situación? ¿Su mano sobre mi rostro? ¿El aroma de su perfume? ¿Su cuerpo casi encima del mío? ¿Que era? Mi crush estaba haciendo cosas que no imaginé experimentar con él. —Si. ¡Me gusta esa sensación! ¿Podrías apretar más? El tono de mi voz era el resultado de un placer extremadamente inexplicable. ¿Disfrutar del dolor? ¿Hematomas de amor? ¿Que era todo esto? —Tus ojos son de color café miel ahora que los veo más de cerca. Había olvidado el tono. ¡Tienes la mirada muy tierna! Aquí estás devuelta Jamie de la primaria. — ¿Que recuerdas del Jamie de la primaria? La presión aumentó, no me molestaba en lo más mínimo tenerlo unido a mi pómulo. —Era un niño chaparrito, muy listo, demasiado risueño y algunas veces indefenso. Le encantaba el arte, los libros, jugar a las escondías y comer gomitas con chamoy. ¡Él era un niño muy inocente a pesar de todo! ¿En que se había convertido ese niño inocente? — ¿Y ahora qué piensas de ese niño? Enarcó sus cejas. Justo cuando sus labios se movieron para hablar, note un hilo de sangre dibujado en su labio inferior. —Creo que no has cambiado mucho. Sonreí. — ¡Tu labio! — ¿Que tiene? Subí mi mano derecha hasta su boca y fue el turno de mi pulgar tocar su labio. Esa fue la primera vez después de mucho tiempo que me atrevía a tocarle de forma muy cercana. Roce su piel y hubo una electricidad fugaz. La sangre se adhirió a mi pulgar, sentí una tensión deliciosa entre nosotros y neta, te lo prometo que estuve así de querer darle un beso en los labios. ¡Por poquito nomas! —Tu labio está partido. —Ora. —Si. Yo creo que por el frío de esta mañana. Le enseñé mi pulgar manchado de su sangre. — ¿Tiendes bálsamo labial? —Ajá. Si quieres ya puedes dejar de presionar mi mejilla. —Claro. En un movimiento rápido termine sentado en la cama y él estaba demasiado cerca de mi rostro. Era como si nos estuviéramos mirando con expectativas de que algo más sucediera entre nosotros. —Si quieres límpiate con papel mientras yo busco el bálsamo. Me baje de la cama, mis nervios parecían ser estables. Busque en mi cajón del escritorio y encontré el bálsamo de cereza. Mi celular comenzó a sonar en ese instante. — ¡Hola Jamie! ¿Cómo estás? — ¡Muy bien! Todo tranquilo conmigo. ¿Tú cómo estás? Camine hasta la cama y le di el bálsamo a Gerardo. Sus ojos se llenaron de curiosidad mientras yo atendía la llamada de Jair. —Pues ando en el trabajo. La neta que estoy muy aburrido. —Deberías hacer algo para quitarte ese aburrimiento. —No lo sé. Como que no hay mucho que yo pueda hacer. —Deberías salir a comprar algunas frituras para matar el tiempo. Supongo que si estás aburrido es porque seguramente no hay mucho trabajo. —Bien que le atinaste. Tomaré tu consejo. —Vale. — ¿Cómo amaneciste? —Pues bien. Se me hizo un poco tarde para el trabajo porque me desvele. — ¿Y eso? ¿Culpa mía? — ¡Culpa tuya! Gerardo me lanzo una mirada inquisitiva, preferí ignorarlo. — ¿De verdad? ¿Tu mamá te castigo por llegar tarde? Me reí. — ¡Nah! No es cierto, andaba haciendo otras cosas. Mi mamá no me castigo. —Ah bueno, ya me habías preocupado. ¡Que por mi culpa! —Te la creíste. —La neta sí. Oye. —Que. — ¿Tienes planes para esta noche? ¿Tenía planes? —Si. ¿Por? —Es que, bueno, si estabas libre quería invitarte a cenar. — ¿A los tacos? — ¡Ándale! ¿Se te antojan? —La neta sí. Pero no creo poder acompañarte hoy. —Sí, no hay problema. Quizá podremos ir otro día a los tacos. —Yo creo que sí. ¡Gracias por la invitación! —No agradezcas. ¡Ya sabes! Lo hago con todo el gusto de mi alma. ¿Cuál era el gusto de su alma? ¿Estar conmigo? —Vale. — ¡Cuídate Jamie! —Tú también. Abrígate porque tal vez haga mucho frío esta noche. —Por supuesto. Gracias por preocuparte. Sonreí. — ¡Adiós! — ¡Adiós! Finalice la llamada. Gerardo me miraba con mucha atención. Había aplicado un poco de bálsamo sobre su herida y sus pupilas parecían estar muriendo por saber sobre mi reciente llamada. — ¿Ya estás mejor? —le pregunté sentándome a su lado. —Si. Gracias por el bálsamo. —De nada. Qué bueno que tenía. — ¿Te gusto lo de tu moretón? —Sí, me dolió chido. ¡Gracias! —No agradezcas, quería hacerte sentir bien. ¡Complacer a un masoquista no es tan difícil! Sus palabras me hicieron mirarle de forma curiosa. Parecía que estaba controlando su necesidad por saber sobre mi llamada. — ¿Que harás esta tarde? —Aun no lo sé. Lo más probable es que duerma temprano porque ayer me desvele pintando hasta la madrugada. — ¿Llegaste muy tarde anoche? —No. Llegue a las diez porque hasta esa hora fue que mamá me dio permiso. — ¿Jair te marco? —Si. —Está muy interesado en ti ¿no? ¿Esos eran celos? —Lo normal diría yo. Somos amigos. Enarcó sus cejas. —Jamie. — ¿Si? — ¿Te gustan los chicos? — ¿Por qué la pregunta? —Bueno solo tengo curiosidad. —Mmmmm. Pues verás. Me gustan las personas. ¿Eso está mal? Me sorprendió mucho ver el calor de Gerardo al preguntarme sobre mis sentimientos. —No. No está mal. Es solo que en la primaria solían acosarte porque… —Decían que me gustaban los chicos. ¡No sé! Quizá si me gustan. También me gustan las chicas. ¡A veces siento que esto es un asco! — ¿Por qué sientes eso? —La gente siempre va a estar viendo a quien le damos nuestro gusto y casi siempre nos volvemos el chisme que todos necesitan criticar. —Bueno eso sí. —Por ejemplo tú. En la primaria todas se morían por ti y resultaba ser que eres el crush de casi todo el mundo. Era obvio que a ti no te juzgaban de mala forma, pero siempre fuiste el chisme más romántico de muchos corazones. Mis palabras le sacaron una sonrisa llena de picardía. — ¿De verdad? La neta no había pensado en eso. —Si. Hablo en serio. ¡Fuiste el guapito de nuestra clase! —Me había olvidado de todo eso. — ¿De verdad? —Si. Yo tuve una novia, la ex que por la que te pedí consejo el otro día. Bueno, ella me hizo sentir muchas cosas, más cosas de las que imaginaba. Ella es guapa, muy linda y tiene cualidades bien chidas. Es solo que llego un punto en el que prefirió alejarse de mí porque yo solo era una cara bonita y ella quería más que eso. ¡Yo deje de hacerla sentir amor! — ¡Que! ¿Hablas enserio? —Si. De momento ella dejó de sentir amor por mí y yo no fui capaz de poder llenar esa necesidad. ¡Terminamos! Una cara bonita no te garantiza el amor. —Supongo que quedaron las cosas bien entre ustedes. —Pues no realmente. Ella me engañó con un amigo de la preparatoria. ¡Qué cosas! Y yo que creía que alguien como Gerardo jamás en su vida iba a experimentar desamor. — ¡Oh! Pues lo siento. Yo… — ¡Me da mucho gusto estar de vuelta contigo! Me interrumpió y era como si él no necesitara escuchar mis lamentos por aquel amor fallido de su pasado. —A mí también me da gusto que estés de vuelta. El tiempo se fue bien rápido. — ¡Ya se! Y a veces me gustaría que el tiempo nos hiciera olvidar cosas de forma rápida. — ¿Quieres olvidar tu desamor? —Si. — ¡Tranquilo! No eres el único que sufre por cuestiones emocionales. Yo también estoy sufriendo por cosas sentimentales y sé que lo único que nos queda por hacer es tratar de seguir adelante. ¡Y que se jodan todos los que nos hacen sufrir!
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