Atrapado

2481 Words
— ¿Y entonces? —su pregunta me hizo volver a la tierra. —Sigo pensando. O sea, es que está carta está súper bien redactada y hasta te dice que eres su universo. ¡Neta que esta chavita si te quería! Lo único que no sé, porque no se me ocurre, es en la posible responsable de estas líneas. Eran las once y media de la noche mientras ambos tratábamos de descubrir un misterio inocente. —Yo trato de hacer memoria pero pues no doy. —No recuerdo que alguna de nuestras compañeras tuviera esta letra. Quizá era de otro salón. — ¿Tú crees? Asentí. La noche estaba fresca y agradecí haber traído un suéter conmigo. — ¿Y por qué te causa tanta intriga? O sea, ya pasaron los años como para que quieras ir a buscar a la chica que escribió esto. ¡Pura locura nomás! A lo mejor y hasta esta chica ya se ha convertido en madre. Tú sabes que muchos de nuestra generación ya son padres. Ligeramente sus labios se curvaron y me sonrieron. — ¿Y de verdad crees que el remitente sea una chica? Sus cejas se arquearon con curiosidad y la forma en que sus ojos me observaban… es que esto era algo diferente. ¿De qué se trataba todo esto? Su tacto sobre el mío, todas esas veces que él me defendía y siempre terminaba consolándome. ¿Qué caso tenia seguir buscando en el pasado? — ¿Tú crees que sea un chico? Ligeramente asintió. — ¡Pues no sabría decirte! La verdad yo no… —Tienes razón. Quizá todo esto es una locura. La neta solo me apresure y te hice perder el tiempo. ¡Mejor que regresemos a casa! Y de forma rápida se incorporó, se puso de pie frente a mí. ¿Qué rayos estaba haciendo este chico? ¡Todo esto había sido una simple bobada! Preferí desperdiciar mis ganancias netas de esta noche, se quedaron en el bar con ese hombre maduro que probablemente, me hubiese hecho sentir cosas totalmente diferentes a sentir una decepción amorosa de primaria. —Bueno, ve con cuidado —le dije. Extendió su mano hacia mí. ¡Gerardo estaba actuando un poco extraño! ¿Qué podía hacer yo? El tiempo no se regresa. — ¡Ven conmigo! —Pero… —Te llevaré a casa. Sentado en la banca de metal, sosteniendo una carta de amor en la mano y mi crush frente a mí con una cara un poco extraña. ¿Qué significaba todo esto? ¿Fui un tonto al elegir perder mi tiempo tratando de descifrar una carta de mi crush? ¡Me hubiese quedado en el bar! Netamente mejor me hubiese quedado en el bar. —Pero, pensé que querías averiguar sobre… —Perdón por hacerte venir, ahora me siento más tranquilo por todo lo que me dijiste. ¿Qué dije? —Aja pero, ¿por qué te sientes tranquilo? No entiendo. Su mano seguía esperando a que yo uniera mi tacto al suyo. —Porqué sé que cuento contigo y eso me hace sentir bien. ¡Gracias por venir! En mi interior no sabía si debía reírme o sentirme conmovido por sus palabras tan cursis. ¡Es que neta que estaba pasando algo con él! ¿Que era? También me sentí un poco frustrado porque por su culpa había perdido esa jugosa cantidad de dinero. —Bueno, llévame a casa —dije tomando su mano—, es lo menos que puedes hacer por mí. ¿Acaso Gerardo estaba jugando conmigo a algo que yo aún no era capaz de descifrar? ¿Que estaba tratando de sentir mi crush? ¡Puras tonterías con esto del amor! *** — ¡Gracias por traerme! Regresa con cuidado. —Por supuesto. ¿Te veo mañana? ¿Pasar más tiempo conmigo? —Si. Aunque lo más probable es que me ocupe con algo. Mejor nos escribimos. ¿Te parece? —Me parece. Baje del auto y cerré la puerta. Comencé a caminar pero su voz me hizo detenerme en seco. —Jamie. — ¿Qué pasa? — ¡Gracias por ayudarme con esto! Sonreí de forma tonta. ¡Me sentía frustrado por su culpa! —De nada. ¡Ya vete! Literalmente lo corrí. Vi como asentía. Hice que el pasador de la puerta se deslizara, esta se abrió y pude entrar. Con mucho sigilo camine por el pasillo que conducía a la parte trasera de mi casa, allí era donde estaba mi habitación, en el segundo piso. Recargue la escalera contra la pared y comencé a subir. Empuje la puerta de la ventana y entre a mi habitación. Con mucho cuidado cerré la puertita y la luz de mi mundo se encendió de golpe. ¡Mi frustración aumento! — ¿A dónde estabas? Me giré al instante para poder ver a Emilio observándome con mucha atención. ¡Hasta tenía los brazos cruzados! —Salí a tomar un poco de aire. Es que no puedo dormir. — ¿De verdad? Parecía no creer en mí excusa. —Si. Solo que no bajo por las escaleras principales para no despertar a los papás. Enarcó sus cejas de forma inquisitiva. —Pues no te creo. —Pues no me creas entonces. — ¿A dónde sueles ir todas las noches? —me preguntó sin miedo alguno. Mi hermano estaba haciendo el papel de detective. ¿Qué le respondería? —Afuera a tomar el aire. Luego no puedo dormir y me siento sofocado, así que prefiero salir a respirar aire nocturno. —Sabes que puedes decirme la verdad. Si la estás pasando mal no necesitas hacerte el fuerte. —De verdad, siempre salgo a caminar por aquí cerca. Pero neta que estoy bien, no te preocupes. No quería que mi hermano supiera que yo era el placer de muchos hombres y que gracias a ese placer podía mantener esta casa a flote. ¡No quería que él supiera sobre mi prostitución! — ¿Y por qué no traes la pijama puesta? ¡Maldita sea! Emilio solía ser demasiado persistente. —Pues porque no quiero ensuciarme con la calle. Recuerda que la pijama es para dormir, no es para salir a caminar. —Pues no sé, como que estás escondiendo algo y no sé qué es. ¿Me tienes confianza? Su pregunta era profunda. ¿Confianza? Emilio estaba jugando a ser un adulto, incluso más maduro que yo. —Emilio tú sabes que confío en ti. — ¿Y entonces? ¿Por qué no me quieres decir la verdad? ¡Canijo! ¿Alguna vez te pusieron entre la espada y la pared porque estás tratando de ocultar algo oscuro? ¡Yo sabía que este no era el momento para que él supiera la realidad de su hermano! Yo mismo sentía un asco inmenso en mi interior. — ¿Quieres saber la verdad? —Si. — ¿Por qué quieres saber la verdad? ¿Por qué no me crees todo lo que ya te dicho? ¿Tan mala persona soy? Sentía que mi corazón se había transformado en un puño de sentimientos encontrados. Eran ternura y compasión lo que predominaba en mí. ¡Recordé al hombre que embriague esta noche! ¿Debía contarle sobre él? —No eres una mala persona Jamie, tú eres increíble y siempre nos estás ayudando. ¡Gracias por cuidar de nosotros! Si te estoy diciendo todo esto es porque de verdad me preocupas. ¡No siempre tienes que actuar como si fueras de hierro! ¿Mi corazón era de hierro? ¡Por fuera estaba firme y seguro! Por dentro me convertí en un asco. ¡Me dieron ganas de darme en la madre! — ¡Está bien Emilio! Enarcó sus cejas. Tenía su cabello enmarañado y su pijama de color azul le quedaba un poco grande. — ¿Me dirás? Tome un poco de aire, hice que mis pulmones se inundaran de tranquilidad antes de animarme a contarle. ¿Qué le diría? —Lo único que te puedo decir es algo confidencial y te pido que no le digas ni una palabra de esto a mamá, a papá o a Estefan. ¿Entendido? —Si. Guardare tu secreto. Asentí. Ya eran las doce de la noche. —Vale. Entonces esta es la verdad. —Ajá. —Tengo un trabajo que me permite ganar bien pero que requiere que yo salga todas las noches. Así puedo comprar las medicinas de papá y pagar sus consultas médicas. Ya ves que todo esto de la enfermedad nos ha hecho gastar mucho dinero. —Sí, yo estoy muy al tanto de eso. —Bueno pues este trabajo también me permite poder ganar más que con la venta de los pays. Tú sabes que los pays si se venden y apenas podemos obtener para la comida. Pero este trabajo me está ayudando también a poder ahorrar para meterme a la escuela. — ¿A la universidad? —Si. Me gustaría poder entrar a la facultad de arte. ¡Sabes que ese es mi sueño! — ¿Y te falta mucho para poder inscribirte? —Solo un poco. Ya casi logro juntar la meta. —Eso está bien. ¿Y es muy difícil tu trabajo? Mi hermano tenía demasiada curiosidad por saber sobre mí nuevo oficio. —No. Realmente no es complicado. — ¿Y crees que yo pueda trabajar allí? —No. Tú no estás hecho para eso. —Pero me gustaría poder ayudarte con los gastos de papá. — ¡Tranquilo Emilio! No te estreses, no estás en edad de trabajar más de lo necesario. ¡No te preocupes! Yo me seguiré encargando de todo. —Pero… —Este trabajo no es para ti. ¡Qué te quede claro! No quiero que tú te metas en algo como esto. —Está bien. —Mejor concéntrate en seguir sacando buenas notas. —Si. Eso siempre. — ¡Más te vale! —Ajá. — ¿Ajá qué? —Sacare buenas notas. Asentí, esa era la respuesta que quería escuchar. —Bueno chamaco, esa es la verdad. Ahora ya me puedes dejar en paz. ¡Pobre de ti si dices algo! Ahora yo estaba amenazando a mi hermano. —No diré nada. — ¡Más te vale! —Que sí. —Bueno pues ya sabes la verdad, ya me estuviste esperando. Es hora de que vuelvas a tu habitación. ¡Ya duérmete! —No tengo sueño. —Agarra un libro y lee un poco. ¡Mira! Así se te van a cansar los ojos y te vas a dormir rápido. ¡Haz eso! —Bueno, lo haré. —Más te vale, no quiero que te desveles. —Va. Descansa canijo. — ¡Tú también, pedorrillo! Emilio salió de mi habitación y yo apague la luz. Me quede a oscuras, de pie, intentado pensar que acababa de hacer lo correcto al no darle detalles sobre mi trabajo. *** Sé que las cosas mejorarán algún día, que toda la miseria que se vive en este mundo desaparecerá y que todo será un ayer. ¡Esta vida no siempre será como nosotros queramos que sea! Y es que también soy muy consciente de que no soy la única persona en el planeta que la está pasando mal. ¡Hay más corazones rotos en este mundo que sonrisas reales por buenos momentos! Todos alguna vez hemos tenido malos ratos, momentos tristes e incluso desesperantes. ¿A dónde se irá todo esto que ahora mismo nos hace daño? La vida es algo tan complejo que hasta por más que lo intentes, no podrás entender. Que somos la rueda de la fortuna. Que subimos a toda velocidad y luego terminamos en el suelo con dolores bien mecos. ¿A dónde está el equilibrio? ¿En dónde quedan todos nuestros sentimientos que nos hacen humanos? ¡Aquí estoy yo! Intentando no fracasar, luchando por ser un buen chamaco y así darle a mi familia la felicidad que se merece. ¿Estoy haciendo algo mal? *** — ¿De a como los pays? —me preguntó la chica. —De a quince pesitos. —Dame dos. Le di dos pays de queso. —Aquí tienes —me dio tres monedas de diez pesos. — ¡Gracias! Que tengas buen día. —Igualmente. Que termines pronto. Estaba caminando por la calle donde los turistas solían estar, había algunos policías de pie y mi ruta de ventas estaba por la zona de los puestos de artesanía. — ¡Hey jovencito! —me llamo el policía. — ¿Si? Justamente estaba pasando frente a ellos. — ¿Ahora si tienes pays? Era el oficial que se portó amable conmigo el día que Maduro de buen ver quiso sobrepasarse conmigo. —Si. Tengo todavía algunos. — ¿De qué sabores traes? —Zarzamora con queso. Crema pastelera. Fresa y chocolate con philadelphia. — ¿Y cuál me recomiendas tú? —Pues es que todos están buenos. — ¿Cuál es tu sabor preferido? Los ojos del oficial me hicieron sentir en confianza. Era como si en ese instante un vínculo inexplicable se hubiese formado. —Me gusta el de queso con zarzamora. Sus cejas se movieron de forma suave. —Bien. Dame ese para mí. ¿Cuantos te quedan? —Solo cinco. Me ha ido bien con la venta. —Eso es bueno, seguro que son los mejores pays de la zona. ¿Esto era extraño? ¿Que un policía estuviera siendo amable conmigo? ¡Tantas ideas atravesaron mi cerebro! —Pues no tanto así, pero mi mamá hornea delicioso. —Imagino que sí. Pues mira, dame todos los pays que te quedan. Les invitaré a mis compañeros. Detrás de él estaban otros uniformados que platicaban y reían entre ellos. —A ver. Aquí tiene. — ¿Cuánto te debo? —Serían noventa pesos. Saco un billete de cien pesos. —Ten, no me des cambio. —Pero… —Así está bien. Y aparte de amable, el oficial también era generoso conmigo. ¡Que inesperado! — ¡Gracias! —No hay de qué. Por algunos segundos nos quedamos callados. Nuestros ojos estaban tratando de descifrar los sentimientos que en ese momento había. ¿Sentimientos? Sentí su mano a la hora de tomar el dinero y una cosquilla chistosa recorrió mi interior. —Tengo que irme. Quizá lo vea mañana. —Por supuesto. Aquí es mi zona. Yo también espero verte mañana. ¡Vernos de nuevo! Un policía y el chico de los pays. Sonaba bastante bien. — ¡Que le vaya bien oficial! —Andrés. — ¿Eh? —Soy el oficial Andrés. — ¡Un gusto! Cuídese oficial Andrés. — ¿No me dirás tu nombre? Sonreí de forma tonta. —Soy el chico de los pays. No lo olvide. Y me fui de ahí. Moví mis cejas de forma chistosa, le di la espalda. ¿A que estaba jugando yo?
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD