CAPÍTULO DIECISIETE
Sawyer suspiró mientras cerraba la puerta de la sala de interrogatorios tras de sí con un suave clic. Apretó el puño a uno de los costados, pero al menos lo pudo contener. Una leve mejoría. Ya estaba en la cuerda floja. Después de lo que sucedió en Oakland, golpear a un sospechoso habría sido la gota que colmara el vaso.
Aún así, el señor Campos no se lo había puesto fácil. Si alguien merecía una buena paliza, era sin duda ese hombre.
No es que hubiera admitido nada. Y tampoco es que Sawyer estuviera convencido de que estaba involucrado en este s*******o. Pero que era un hombre cruel era más que obvio. No solo por el cargo de asalto. Sino que había algo en lo más profundo de sus ojos, en esa mirada enfermiza, en lo profundo de su alma.
Sawyer se tomó un momento, se
