CAPÍTULO QUINCE
Ilse se negó a llamar idiota a un agente de la ley. Pero ciertamente podía pensarlo. Farfulló en voz baja mientras regresaba al camino de entrada de su casa conduciendo el Barco por el viejo camino forestal, hacia la casa del lago. Estacionó el vehículo, y aún murmurando sombríamente para sus adentros, salió del coche. En aquel momento, el agotamiento no solo afectaba a su mente, sino también a sus emociones. Sentía sus ojos pesados, entrecerrados, y los notaba caer a cada par de pasos, solo podía parpadear rápidamente para abrirlos de par en par.
Comprobó dos y tres veces el cierre del coche, antes de girar y dirigirse al frontal de la casa. La niebla se había disipado bajo el sol naciente, y el lago parecía más azul que gris. Los árboles que rodeaban el lago crujían por
