Mi mente corre a un kilómetro por minuto, tratando de desentrañar todo lo que pasó en la última semana. ¿Perder a un padre pero ganar otro? ¿Es esta la compensación? Si es así, esto es una tontería. Pero también sé que si esta es la última oportunidad que tendré de hablar con el hombre responsable de la mitad de mi ADN, quiero respuestas. O al menos una maldita respuesta. Me libero del agarre de Dominic y me acerco a mis abuelos y como quiera que se llame .
—¿Cómo te llamas?— Pregunto.
—Cariño—, comienza mi abuela.
—Abuela, por favor—, le suplico.
—Micah—, responde, a pesar de los tres pares de ojos mirándolo para alejarse y dejarme en la oscuridad.
—¿Dónde vive?— ¿Está cerca? ¿Ha estado viviendo en la puta cuadra todo este tiempo?
—Nueva York, pero paso mucho tiempo en Italia por trabajo—.
—¿Porqué ahora? ¿Dónde has estado toda mi vida?
—Ella me mantuvo alejado, Luisa. Dijo que yo no era apto para ser padre y tenía razón. Estuve con mucha gente mala durante mucho tiempo. Gente peligrosa. Pero salí de todo eso. Ahora tengo un negocio legítimo, lo juro.
—Está bien, entonces estabas en la mafia o lo que sea—. Hago una mueca y miro a mi abuela. —Lo siento—, le digo antes de volverme hacia él. —Pero eso no te impide levantar el teléfono, escribirme una carta, o incluso hacerme saber que existías... o que te importaba que yo existiera—.
—Te escribí. Envié tarjetas de cumpleaños… supongo que nunca las recibiste—. ¿Habla en serio?
—Vaya, eso debe convertirte en el padre del año, ¿eh? Eres un cobarde. No querías la responsabilidad de tener una familia mientras estabas jugando a El Padrino o lo que fuera. Disculpe que no me conmuevan sus intentos de comunicarse con algunas tarjetas de Hallmark de mierda —.
Su rostro cae y observo cómo su postura aparentemente perfecta se desinfla ligeramente. —Luisa…—
—No me querías—. Mi voz es uniforme y estoy orgulloso de mí mismo por mantener la emoción fuera de mi voz. Estoy orgulloso de no haberle dejado ver cuánto me afectaron los años de indiferencia. Cuánto me está afectando su presencia ahora.
Él no se merece eso.
—Hice.— Su voz es suplicante, como si quisiera con todas sus fuerzas que le creyera, pero no puedo evitar sentir que todo esto es un acto de mierda para aliviar su conciencia culpable por ser un padre de mierda, especialmente ahora que no tengo una madre.
No dejes que años de verdades de tu madre sean borrados por diez minutos de palabras bonitas, Luisa. —Mi madre dijo que se separaron cuando ella quedó embarazada—.
—Eso no es del todo cierto. Me separé porque me los habrían quitado a ambos. No podría importarme nadie o los habrían tomado como palanca. Te amaba incluso antes de conocerte y amaba a tu madre más de lo que amaba
Yo mismo, así que me fui para salvar vuestras vidas—.
Miro a mi abuela y me pregunto cómo se siente acerca de lo que supongo que es información nueva. —Creo que es muy fácil decir todo esto ahora, cuando su hijo ya casi es adulto—, espeta. Vaya, ella ni siquiera lo compró y
Invita al diablo a comer comida caliente si la necesita.
—Es la verdad. He estado fuera de esa vida por algunos años, pero... tu mamá... Ángela, dijo que ya era demasiado tarde. Tenías quince años y te iba muy bien. Ella dijo que te arruinaría la vida si regresaba.
¿¡Por qué mamá!? ¡Sabías que quería conocer este lado de mi familia y lo rechazaste cuando lo intentaba!
—¿Es eso cierto?— Me giro para mirar a Dominic y él parece igual de atónito. —¡Dime!—
—Yo... no lo sé, Luisa—.
—Sólo quiero tener la oportunidad de estar en tu vida, Luisa. Sé que no confías en mí y probablemente hayas oído muchas cosas terribles sobre mí mientras crecía. Pero no soy del todo malo. Cometí muchos errores, pero cualquier error que cometí respecto a ti fue para mantenerte a salvo. Debería haber venido a buscarte antes, pero… pensé que le debía a tu madre respetar sus deseos—.
—¿Cómo supiste que había muerto?—
Se aclara la garganta y mira a lo lejos. —¿Cómo? Yo... tenía a alguien que te vigilaba... para asegurarse de que estuvieras a salvo. No lo he hecho desde hace algún tiempo, pero cuando tu madre murió…—
—¿Ven aquí?— Dominic gruñe y se pone delante de mí. —¿Qué pasó con respetar los deseos de Ángela?—
—Ahora tiene prácticamente dieciocho años y merece la opción de tener una relación con su padre—.
— Soy su padre—. Él gruñe. —Le enseñé a andar en bicicleta y a conducir. He estado ahí para ella cada segundo de los últimos siete años y puede que no le guste, pero seguiré estando ahí para ella para siempre—.
Jadeo en voz baja, sin esperar ese tipo de reacción por parte del hombre que supuse que sólo me toleraba porque estaba casado con mi madre, no por... mí. Ahora que mi madre se ha ido, supuse que me enviaría a vivir con mis abuelos.
—Luisa todavía tiene diecisiete años y, a los ojos de la ley, todavía es menor de edad, por lo que ahora mi trabajo es protegerla de depredadores como tú—, continúa Dominic.
—No soy un depredador, imbécil pretencioso, soy su padre —. Observo cómo se desarrolla esta pelea entre mi supuesto padre y mi padrastro. Ambas partes se están calentando y rezo para que no lleguen a las manos.
—Yo diría que sólo en papel, pero ni siquiera apareces en su certificado de nacimiento. Tú no eres nada. Un fantasma. Así es como lo querías, ¿verdad? Dominic gruñe mientras flexiona los puños.
—Dominic…— empiezo, sin querer que esto se convierta en una escena aún más grande, hoy precisamente hoy. —La gente está mirando. ¿No podemos hacer esto ahora?
Los ojos de Dominic encuentran los míos y se suavizan cuando levanta la mano para acariciar mis mejillas manchadas de lágrimas. —Lo siento—, susurra antes de abrazarme. —¿Quieres irte?—
Asiento contra su pecho y lo rodeo con mis brazos, sintiendo finalmente el calor que he necesitado toda la tarde. Su gran cuerpo envuelve al pequeño, calentando tanto mi exterior como mi interior en el peor día de mi vida.
—Quiero que tengas mi número—. La voz de Micah nos interrumpe y, para mi decepción, Dominic me deja ir. Miro a Micah y lo encuentro sosteniendo una tarjeta hacia mí. —Llámame. Dia o noche. Me gustaría conocerte, Luisa…— Mira a Dominic antes de mirarme a mí. —Me gustaría tener la oportunidad de empezar de nuevo—.
—No necesito un padre…— Sacudo la cabeza, escuchando cómo suena y sin querer que Dominic se ofenda. —Quiero decir... tengo uno—.
—Bueno, ¿tal vez podamos ser amigos?— Todavía sostiene la tarjeta y lo veo bajarla un poco cuando se da cuenta de que no estoy extendiendo la mano para agarrarla.
El fuego arde en los ojos de Dominic mientras se lo arrebata de las manos. —Dijiste tu pieza, ahora vete. Si quiere contactar contigo, lo hará—.
Micah niega con la cabeza mientras mira la tarjeta que todavía tiene mi padrastro en la mano. —Lamento tu pérdida, Luisa. Tu madre era una mujer increíble. Ojalá las cosas hubieran sido diferentes. Quizás en otra vida…— Mira a mis abuelos y luego a Dominic antes de aterrizar sobre mí. —Espero verte pronto.—