—¿Quién es?— Me inclino hacia adelante y repito mi pregunta.
No responde de nuevo, ni me mira a los ojos, y al instante me irrito por su descarado desprecio por mi pregunta. Me siento en mi silla con un resoplido, cruzo las piernas, haciendo que mi falda se suba ligeramente y dejando al descubierto más pierna de lo que podría ser apropiado para un funeral. Dominic se recuesta en su asiento. —Más tarde. Ahora no.—
Después del funeral, Dominic y yo recibimos abrazos, besos y lo que parecían promesas interminables de —cualquier cosa que necesites— y —llama cuando quieras— varias veces. Estoy seguro de que la mayoría de ellos lo decían en serio, pero estoy seguro de que la mayoría sabe que nunca los llamaré. No necesito mucha gente. Mis abuelos. Mi mejor amigo. Mi madre. Muerdo el interior de mi mejilla mientras las lágrimas se forman por primera vez en una semana.
Mi madre está muerta.
No tengo padre.
Soy huérfana.
Eso no es cierto. Tienes a Dominic.
Él no es mi padre.
Es lo más parecido que tienes.
Estoy a punto de darle otra refutación a mi subconsciente, pero en ese momento, el destino decide, después de diecisiete años y medio, que está listo para joder los problemas de abandono de mi padre.
—Te pareces a ella—.
Había logrado alejarme de las multitudes y de los abrazos interminables que me hacían sentir asfixiada. Me alejé en busca de un poco de paz y tal vez para llevarme el comestible que Kate me había dado en caso de que necesitara un escape.
Me doy vuelta para encontrar al tipo que vi en el funeral. Chico de la mafia. Parpadeo varias veces como diciendo ¿ qué quieres? Su inglés es bueno, pero su acento italiano es marcado.
Quizás pasó mucho tiempo aquí en algún momento pero actualmente vive en el extranjero.
—¿Cuántos años tiene?— pregunta y frunzo el ceño ante su pregunta.
No, ¿lamento tu pérdida? ¿Mis condolencias? ¿Qué carajo? —Cumpliré dieciocho el próximo mes—.
—Guau.— Él se ríe y se quita las gafas de la cara. —Me siento tan viejo en este momento—. Él da un paso más hacia mí y yo doy un paso atrás, de repente deseando no haber estado allí.
Tanta curiosidad por este hombre. —No te voy a lastimar.—
—¿Quién eres? Yo... nunca te había visto antes. ¿Es usted un familiar perdido hace mucho tiempo o algo así? tal vez un viejo
novio de mi madre?
—O algo.— Él asiente mientras se vuelve a poner las gafas. —Luisa, ¿verdad?—
—Sabes mi nombre, pero no sé nada sobre ti. ¿Qué tal si vamos al grano? En caso de que no lo sepas, hoy no estoy de humor para eso—.
—Aléjate de ella, pedazo de mierda sin valor—. Mis ojos se abren cuando escucho la voz de Dominic resonando sobre todos nosotros. Mi abuela está detrás de él y quiero mirar a Dominic por usar ese tipo de lenguaje cerca de ella, pero algo me dice que ella está de acuerdo en este momento por la forma en que mira al misterioso extraño.
Los ojos del extraño encuentran los de Dominic y él levanta las manos en señal de rendición. —Sólo vine a presentar mis respetos—.
—¿Presentar tus respetos? ¿Hablas en serio? Dominic gruñe.
Sacude la cabeza y se quita las gafas de la cara para limpiarlas, pero si tuviera que adivinar, parece más una guerra psicológica que otra cosa. —¿Has pensado que tal vez no lo sabes todo? ¿Quizás hay cosas sobre tu preciosa esposa que no sabes? dice mientras los desliza sobre el puente de su nariz.
—Que te jodan—, espeto antes de que Dominic pueda decir algo.
—Digamos, para argumentar, que él no lo sabe todo si vas a aludir que tuviste alguna relación extraña en la que ella engaña a su marido. Lo llamo mentira, porque lo sabría. Lo sé todo—.
Mi madre y yo éramos cercanas, nos contábamos todo.
—Entonces, ¿sabes todo sobre mí?—
Dominic da un paso más hacia el extraño, parcialmente frente a mí, bloqueando mi vista. —Luisa, ve con tu abuela—.
—Vamos cariño.— La huelo antes de sentir su mano encerrada en la mía. Manteca de cacao y un breve toque de canela. Uno de mis olores favoritos.
—Esperar. Quiero saber quién es. ¿Por qué me conoce? Doy un paso adelante y miro a Dominic. Nos ponemos de los nervios el uno al otro y sabíamos cómo presionarnos mutuamente, pero que yo sepa, él nunca me ha mentido. De hecho, es bastante bueno repartiendo la dura verdad cuando es necesario, incluso si duele.
—Ella no sabe nada de mí, ¿verdad?—
—¿Por qué lo haría ella? No has estado por aquí—.
interviene la abuela. —Alguna vez.—
—Eso no fue por elección mía—, responde.
Frunzo el ceño al escuchar las palabras deletreadas casi por completo para mí. —Esperar.— Yo paro. —¿Estás…— Doy un paso adelante, frente a Dominic, y miro fijamente a los ojos del hombre que se está volviendo cada vez menos un misterio. —¿Eres… mi padre?—
Tiene la decencia de parecer arrepentido mientras desliza las manos en los bolsillos. —Ella te mantuvo alejada de mí, Luisa...—
—¡Mierda!— Dominic escupe detrás de mí y levanto una mano, lo cual sé que odia, pero espero que en este momento simplemente se calle.
—Responde a mi pregunta—, exijo.
—Eres un salivazo, ¿no?— Entrecierro los ojos y lo miro fijamente. Se aprieta más la chaqueta mientras el viento nos azota en este momento ya gélido. —Sí.—
Estaba anticipando esa respuesta, pero claramente, el resto de mí no lo estaba porque caí de rodillas en un ataque de sollozos. La liberación catártica por la que mi cuerpo ha estado desesperado se aferra a esa única palabra que sale de sus labios. ¿¡Cómo!?
—Mierda.— Escucho y luego unos brazos fuertes me rodean. Por un breve momento, creo que es mi querido padre consolándome y mi espalda se pone rígida, pero luego una sensación de familiaridad me invade. —Soy sólo yo—, susurra Dominic en mi oído. —Te tengo.—
Escucho brevemente a mi abuela y a mi abuelo, que rara vez levantan la voz, usar las palabras bueno para nada y
Abandonado y con tanta jodida manutención infantil.
Dominic me pone de pie para que esté de espaldas al altercado y lentamente me aleja de la escena que se desarrolla. —No mires hacia atrás. Eso no se trata de ti. Es sólo que ese imbécil está creando la situación a su alrededor , como siempre—.