Pueblo nuevo. 1

3973 Words
Las grandes gotas de agua iban cayendo sobre el cristal del parabrisas, de vez en cuando encendía los limpiaparabrisas para poder aclarar el cristal y ver con claridad el feo vehículo que su madre conducía y que cuidaba con mucho amor porque era un recuerdo de su juventud, una furgoneta rosada con grandes girasoles pintados en todo su alrededor, destacaba como un faro brillante entre la niebla que ligeramente les iba cubriendo parte del camino sinuoso hacia Ravenwood. Las montañas de Oregón se alzaban a ambos lados, imponentes y sombrías, casi como guardianes de los secretos que se ocultaban en sus profundidades donde el bosque era simplemente espeso total y podías perderte fácilmente; cada curva del camino parecía llevarlos más lejos de su antigua vida en Reno, Elowen sentía que cada vez iba más profundamente en un mundo lleno de misterios y promesas inciertas porque no estaba muy segura de cómo sería su vida después de todo lo que había ocurrido. Nunca llegó a imaginar que toda su vida iba a caber en maletas muy bien acomodadas en la furgoneta de su madre, vio por el retrovisor de su propia camioneta, atrás llevaba cajas con sus recuerdos más queridos y algunas otras maletas de ropa. Elowen fijó su mirada al frente y en una curva vio a Ryan asomar su cabeza por la ventanilla buscando asegurarse de que su hermana los fuese siguiendo, movió su mano en saludo y con una enorme sonrisa que dejaba ver sus dientes, era un joven de quince años, para él toda aquella mudanza era una aventura absoluta que iba totalmente emocionado de vivir, eso y que era quien más mal terminó con su padre después de que ocurriera el divorcio que los obligó a buscar un lugar para comenzar desde cero porque todo fue bastante feo. La voz de su madre, Helen, resonaba en su mente "Ravenwood será un nuevo comienzo para todos nosotros", sin embargo, Elowen iba sintiendo que aquel nuevo comienzo no iba a ser tan fácil de llevar para ella, cuatro años de universidad de una licenciatura en educación y recién había terminado su programa de certificación para poder desempeñar un trabajo plenamente, tuvo una oferta de trabajo en una de las mejores secundarias de Reno, pero tuvo que rechazar la oferta porque no quería dejar sola a su madre y hermano en aquella aventura. El cartel desgastado que anunciaba la entrada a Ravenwood apareció finalmente entre los árboles y Elowen sintió un nudo en el estómago porque eso fue un golpe más a su realidad de que no volvería a la ciudad que la vio nacer, respiro profundo recordándose que estaba en ese lugar por una buena razón, su familia iba buscando más que un solo refugio, su madre iba buscando sanar las heridas en su corazón y sabía que la abuela iba a ser el mejor consuelo que Helen pudiera tener en aquellos momentos, Elowen también quería encontrar su propio lugar en el mundo que de repente parecía mucho más grande y más oscuro de lo que había imaginado. Separó su espalda del asiento al tiempo que buscaba estirarse un poco, sentía todos los músculos de su espalda completamente contracturada y no era para menos pues llevaba unas siete horas manejando, todo porque su madre no podía separarse de su amada furgoneta rosa de girasoles, Elowen a veces se preguntaba como una persona podía cuidar tanto algo, por las historias sabía que la había comprado cuando tenía diecisiete y con ayuda de la abuela que le complemento la cuarta parte del dinero que le hacía falta. Bajo la ventanilla cuando al momento de comenzar a entrar al pueblo, el frío aire de las montañas se metió, la humedad del ambiente, el aire tan puro que llenó sus pulmones fue un poco molesto y no supo muy bien el motivo, por suerte la lluvia se había detenido por completo y solo había dejado atrás la niebla espesa que seguía cerrando los alrededores boscosos del pueblo. Las primeras casas le parecieron muy pintorescas, madera muy bien tratada y construcciones muy grandes, patios amplios con jardines hermosos, pensó que posiblemente las madres de ese lugar se dedicaban exclusivamente a cuidar de sus casas porque la suya nunca tuvo mucho tiempo para cuidar de un jardín, tampoco es que tuvieran mucho espacio en el apartamento donde vivían. Contemplando las casas a su alrededor decidió bajar la velocidad a la que iba, no quería pasarle por encima a algún perro que saliera de la nada, tenía buenos reflejos, pero no quería comenzar su nueva vida aplastando la mascota de alguien, puso su vista al frente antes de que la furgoneta de su madre se perdiera por alguna calle y a la distancia vio una camioneta de doble cabina color rojo, la pintura se veía desgastada y tenía una abolladura en la parte lateral, un hombre estaba descargando cajas, todo eso hubiese sido irrelevante si de la casa no hubiese salido una pelota azul rebotando y detrás de ella una pequeña niña que se atravesó frente al auto de Elowen como si fuese inmortal, el rechinido de los neumáticos hizo que Helen se detuviera y viera por el espejo retrovisor. — ¿Qué demonios te pasa? — gritó el hombre que corrió de inmediato a tomar a la pequeña. — ¡¿Qué te pasa a ti idiota?! — Elowen se bajó y azoto la puerta — ¡¿Por qué demonios no vigilas bien a tu hija?! ¡Le dejas la puerta abierta y una pelota en las manos, gracias a Dios tengo buenos reflejos! — se enojó mucho porque la culpo a ella. — No es mi hija, es mi hermana. — el hombre aclaró mientras la veía fijamente. — ¡No me importa lo que sea! — su molestia era justificada. — ¿Que paso? — pregunto una mujer saliendo de casa. Viendo con más claridad a las personas frente a ella, la niña era un encanto, grandes ojos de iris color verde, una larga melena castaña y sus mejillas redondas le daban los aires de inocencia que todo infante tenía, le calculo no menos de cuatro o cinco años, la mujer que salió de casa tomó en sus brazos a la pequeña y después de besar la mejilla de la niña puso sus ojos en Elowen, sin duda era madre e hija pues compartían muchos rasgos físicos similares como el color de cabello y el color de ojos; ambas muy en contraste con el hombre que la había cargado de primero, cabello n***o, lacio y una barba bien cuidada, alto y con unos ojos azules bastante intensos. — Salió de casa persiguiendo la pelota, casi le pega. — respondió el hombre. — ¡¿Qué?! — exclamó con espanto — ¡Dios mío! — la bajo — ¿Cuantas veces te he dicho que no corras detrás de la pelota? ¡Te pudieron haber hecho daño! — la reviso con mucho cuidado. — ¿Que paso? — pregunto Helen preocupada. — Salió de la casa siguiendo la pelota y casi me la paso llevando. — respondió Elowen viendo que su hermana había recogido la pelota. — Por suerte esto no ha quedado más que un susto... — dijo otro hombre que salió de detrás de la casa — Andrea no mide las dimensiones de sus acciones, es una niña muy lista, pero solo tiene cinco años y a veces solo se concentra en jugar ¿Estas bien? — pregunto viendo a Elowen. — Si, solo tengan cuidado con ella y no le den pelotas. — se frotó la frente tratando de calmar el susto que se llevó. El hombre frente a ella sonrió, se notaban los años que tenía encima por su cabello grisáceo al que le quedaban pocas partes oscuras, sus ojos azules y la forma de su rostro eran muy parecidos al más joven, padre e hijo seguramente; la mujer se levantó después de haber revisado cuidadosamente a su hija e iba a hablar cuando sus ojos se quedaron fijos en la mujer que estaba al lado de Elowen. — ¿Helen? — cuestiono con sorpresa en su voz y una mueca en su rostro — ¿Helen Winters? ¿De verdad eres tú? — sonrió. — Sabia que conocía tu voz de algún lado, Meredith Corleone. — Helen sonrió también. — ¡Oh no, ya no soy más Corleone! — tomó el brazo del hombre — Me casé y ahora soy la señora Blackwood, creo que te acuerdas de Thomas, iba tres años por arriba de nosotros en la secundaria. — sonrió con orgullo. — Si lo recuerdo, el capitán del equipo de baloncesto. — volteo hacia su lado, Ryan acababa de tomarla del brazo. — Tuve mucha suerte, ellos son mis hijos, Ethan y Adriana. — Meredith los presento con mucho más orgullo. — Este par son los míos, Elowen y Ryan. — Helen también los presento con orgullo. — Elowen... — puso la mirada en ella — Supongo que ella es el motivo por el que abandonaste Ravenwood y tus escandalosos sueños de ser doctora, recuerdo que siempre te la pasabas metida en la biblioteca leyendo, después conociste a Owen y decidiste fugarte con él porque estabas embarazada truncando los sueños de tu madre de que fueras a la universidad. — se rio con cierta burla. — Y qué bueno que decidió fugarse, pudo estudiar en la universidad y se convirtió en la mejor cardióloga de todo Reno ganando muchos reconocimientos... — Elowen sonrió con soberbia — ¿Se imagina qué hubiera pasado si se quedaba? Le habría tocado conformarse con ser una simple ama de casa sin más aspiraciones de velar por lo que cenara su marido en la noche que regrese y yo no soy ese bebé, mi hermana murió por un soplo cardiaco cuando tenía siete años. — sus palabras le borraron la sonrisa burlona a la mujer, de paso la hicieron sentirse muy mal. — ¡Bueno, fue un gusto verte de nuevo, nosotros tenemos que llegar a casa! — Helen le pegó un tirón de cabello a su hija por lo que acababa de decir. — Gusto en verte de nuevo Helen y lamento mucho la muerte de tu hija. — dijo Thomas moviendo su mano en despedida. — Gracias. — asintió algo apurada por salir de ese lugar. Ryan sonrió y se despidió en silencio, aunque tuvo que animar a su hermana a regresar a su auto pues parecía que quería seguir la discusión y no era para menos, fue obvia la intención con la que Meredith había dicho aquellas cosas, pero para defensa no había mejor persona que Elowen, Ryan cerró la puerta de la furgoneta y vio por el espejo lateral que su hermana comenzaba a seguirlos. — Mamá, supongo que ella era una de las chicas que te molestaban en secundaria. — comentó el chico mientras la veía. — Sí y de mala suerte parece que Elowen la reconoció de las fotos del anuario mucho antes de que yo lo hiciera... — vio por el espejo retrovisor — Es impresionante como ha pasado el tiempo entre nosotras, ella solía ser la porrista líder y la capitana del equipo de voleibol, todos querían una cita con ella, todas querían ser sus amigas y Meredith se aprovechaba mucho de eso. — recordar sus tiempos de estudiante no era nada grato para Helen. — ¿De verdad te fugaste con Owen? — Ryan se rio imaginando la escena. — Si, tu padre y yo nos fuimos en este mismo auto una madrugada de viernes sin rumbo ni planes, solo le dije a mi madre que me iría un día. — Helen vio como el semblante de Ryan cambió completamente. — No vuelvas a decir que ese hombre es mi padre. — dijo con seriedad. — Hijo, aunque las cosas hayan terminado mal, él no va a dejar de ser tu padre y le debes respeto a pesar de que no lo quieras ver. — le tomo la mano para entrelazar sus dedos con los de su hijo. — Créeme que para mí está muerto, el muy hipócrita siempre dijo que debía ser un caballero y respetar a la novia que tuviera, pero él fue capaz de acostarse con su instructora de tenis en la misma cama en que dormía contigo, no solo te falto el respeto a ti, se lo falto a mi hermana y a mí. — Ryan seguía muy enojado con Owen por haber fallado en muchos sentidos. — El juez le dio visitas libres, va a venir a verte o va a pedir que vayas a visitarlo. — lo vio por unos segundos. — No voy a ir a verlo, no voy a hacer ese viaje para verle la cara hipócrita. — negó rotundamente. — Me puede pelear la custodia y eso sería muy malo, me puede acusar de alienación parental y te van a quitar de mi lado. — Helen tenía miedo de que eso ocurriera. — Veremos qué tal le va si llega a hacer algo como eso, ya no soy un niño pequeño al que puede dominar y yo me voy a defender, el juez que nos tocó tomo mi opinión en cuenta. — Ryan le guiño un ojo muy seguro de que ganaría si volvían a la corte. — No todos los jueces son buenas personas ni son tan considerados, por suerte Elowen ya era mayor de edad ¿Te imaginas que me los hubiese peleado a los dos? — se sacudió ligeramente. El divorcio con Owen ocurrió de forma bastante ligera, aunque tuvieron un par de peleas, una de ellas fue por la furgoneta y es que Helen se quería quedar con el vehículo, pero su ex quería la mitad de todo a la fuerza, sin embargo, Owen cedió dejarle la furgoneta de la nada e incluso le dejó el apartamento y más de la mitad de todos los ahorros, llegaron y firmaron el acuerdo mutuo donde Helen recibió el setenta por ciento de todos los bienes del matrimonio, pero en los juzgados Owen decidió pelear por la custodia de Ryan que era el único menor de edad y el chico se negó a pasar tiempo con su padre, se negó a vivir con él e incluso dijo palabras muy duras ante el juez que hicieron llorar al hombre porque nunca espero a que su hijo le llegara a tomar tanto repudio. — ¡Que bien, hemos llegado a casa! — exclamó Helen al girar el volante por un camino empedrado que llevaba a una cabaña de madera. — Que bueno, siento que me acabo de quedar sin trasero. — Ryan se rio. La cabaña de Abigail se alzaba majestuosa en medio de un extenso jardín, con la apariencia de haber sido arrancada de las páginas de un cuento antiguo, las paredes de piedra y madera envejecida, cubiertas parcialmente por enredaderas de hiedra y musgo, emanaban una sensación de historia y misterio, el techo, inclinado y cubierto de tejas oscuras, ofrecía un refugio acogedor contra la lluvia constante que bañaba el pueblo de Ravenwood. Un camino de piedra serpenteaba desde la carretera hasta un pequeño portón de hierro forjado que siempre estaba abierto, un camino de grandes piedras llevaba hasta el porche de la cabaña, bordeado por macizos de flores silvestres y hierbas aromáticas que Abigail cuidaba con esmero, los colores vibrantes de las flores contrastaban con el gris del cielo, creando un pequeño paraíso de vida y color en medio de la penumbra del bosque. El jardín que rodeaba la cabaña era amplio y exuberante, con árboles frutales dispersos y setos bien cuidados que formaban pequeños laberintos naturales, en un rincón, un viejo roble se alzaba imponente, sus ramas extendiéndose como brazos protectores sobre la propiedad, Abigail había instalado un columpio de cuerda en una de sus ramas más bajas, donde Helen jugaba cuando era niña y le hubiese gustado mucho que sus nietos jugaran ahí también, pero siempre era ella quien iba a visitarlos. Cerca de la cabaña, al fondo, una bodega de madera se erigía como un guardián silencioso, su techo a dos aguas y su estructura robusta albergaban pilas ordenadas de leña cortada, listas para alimentar el fuego durante las largas noches de invierno, la puerta de la bodega, adornada con un pequeño trébol tallado. En el porche de la cabaña, una mecedora antigua y una mesa de madera invitaban a sentarse y disfrutar del sonido de la lluvia golpeando suavemente el techo, macetas con plantas colgantes adornaban las vigas del porche y un par de linternas de hierro, siempre listas para iluminar el camino en las noches oscuras, colgaban a ambos lados de la puerta principal, la cabaña de Abigail, con su encanto rústico y su atmósfera acogedora, era un refugio en medio de la tormenta, un lugar donde el tiempo parecía haberse detenido y donde los secretos del pasado aguardaban pacientemente a ser descubiertos, al menos así lo sintió Elowen cuando bajó de su auto viendo aquel lugar enorme. Una vez los tres habían bajado de los vehículos se quedaron observando la cabaña y soltaron al unisonó un suspiro pesado sabiendo que desde ese momento en adelante esa sería la imagen constante de sus días cotidianos comenzando sus nuevas vidas, el silencio en esa parte tan alejada del centro del pueblo les permitió escuchar el sonido de la puerta abriéndose y los tres vieron a una mujer bajar las gradas del porche con rapidez, la primera en avanzar fue Helen y es que hace varios años no se habían visto, los hermanos avanzaron a paso lento por las grandes lascas de piedra que estaban enterradas en el suelo y solo vieron como ambas mujeres se abrazaban. Abigail Winters, una mujer hermosa de sesenta y ocho años, con un cabello pintado mayormente por platinadas canas que dejaban en evidencia la edad que tenía, ojos verdes, finos labios y un cuerpo bastante esbelto. — ¡Que felicidad que hayan llegado finalmente! — exclamó Abigail abrazando fuerte a su hija — ¡No sabes lo emocionada que estaba por su llegada, casi ni pude pegar los ojos en toda la noche ansiando tenerte en mis brazos de nuevo! — la alejó suavemente de su cuerpo tomándola de los brazos suavemente. — Yo también estaba emocionada de volver mamá, pero no debiste habernos esperado, perdiste un día de trabajo en tu cafetería. — Helen beso la mejilla de su madre. — No te preocupes por eso, ayer tuve una fiesta de cumpleaños y estuve muy ocupada sirviendo comida a las mesas, un descanso no me sienta nada mal... — su sonrisa amorosa hizo que su hija se encogiera en sí misma — ¿Como estas? ¿Como vas? — preguntó suavemente. — Bien, algo adolorida por las siete horas de viaje, pero todo está bien apenas me acueste. — trato de verse realmente bien. — No hablo del viaje hija, habló de cómo te encuentras después de todo lo que ha pasado con Owen. — puso la mirada detrás de su hija, sus nietos esperaban un abrazo también. — Voy a estar bien mamá, pronto lo olvidaré y todo volverá a estar bien... — se apretó los lagrimales para no llorar y se dio la vuelta — Espero que no te hayas olvidado de Ryan, la última vez que lo viste tenía diez añitos. — sonrió al señalarlo. — ¿Como se te ocurre que lo voy a olvidar? — extendió los brazos hacia él — El único detalle es que no recuerdo que fuera tan alto. — le pasaba unos centímetros de altura. — El clásico ha servido mucho. — Ryan se rio antes de levantarla del suelo en forma de juego. — ¡Niño, cuidado con tu abuela! — Helen le dio una palmadita en el brazo — Elowen ya estaba más grande cuando la viste por última vez, no ha cambiado mucho. — vio a Abigail hacia la más joven. — ¡Dios mío! — exclamó tomándole las manos — Tu madre dice que no has cambiado, pero de verdad que, si lo has hecho, te pusiste más guapa durante todos estos años y estoy segura que serás la nueva rompecorazones del pueblo. — se rio antes de abrazarla fuertemente. — ¡Que cosas dices! — Elowen soltó una risita — Me alegra mucho verte de nuevo después de tanto tiempo y gracias por darnos posada. — susurro suavemente sobre la oreja de su abuela. — No tienes nada que agradecer cariño, esta casa es de ustedes, este es su pueblo, aunque hayan nacido en una ciudad. — besó su mejilla con cariño. — Abuela ¿Por qué el aire duele en los pulmones cuando se respira profundo? — preguntó Ryan mientras se daba suaves palmadas en el pecho. — Es por la altura a la que estamos y porque tus pulmones no están acostumbrados al aire tan puro, el frío tampoco ayuda. — se rio divertida, sabía que su nieto no era de pueblo ni de trabajos manuales arduos. — Mamá ¿Cuándo compraste esa motoneta? — preguntó Helen al ver la galera cerca de donde habían dejado sus autos. — Vendí la camioneta porque ya me estaba dando muchos problemas, antes de que se arruinara por completo la vendí a alguien que pudiera mantenerla y me compre la motoneta para moverme hacia el pueblo... — sonrió alejándose un poco de sus nietos — Mande a construir esa galera para que ustedes guardarán sus autos y me sorprende mucho que todavía tengas esa furgoneta tan fea. — se cubrió la boca mientras la veía. — Esa furgoneta fea ha sido más fiel a mí que cualquier otra cosa en la vida, todavía funciona como el primer día que la compre. — Helen fue hacia el vehículo para comenzar a sacar las maletas. — Hemos intentado convencerla de que la pinte de otro color, pero siempre tenemos la misma respuesta. — Ryan apuro el paso para ayudarlas. — Amo los girasoles. — abrió la puerta lateral, llevaban muchas maletas con todas sus cosas. — Les he preparado sus habitaciones, ropa de cama nueva y algunas sábanas también y ya cada uno de ustedes podrá arreglarla a su antojo. — Abigail bajo la primera maleta grande sin mucho esfuerzo, era una mujer fuerte todavía. — Voy a llevar las cajas al porche y después cada uno las lleva a su cuarto. — dijo Elowen abriendo el portón de su camioneta donde iban la mayor parte de las cajas. — Yo te llevo tus maletas. — Ryan sonrió bastante emocionado por desempacar todo e instalarse en su nuevo cuarto. Elowen solo asintió y vio todas las cajas muy bien ordenadas, había sido bueno pasar horas jugando Tetris por largas tardes cuando era niña porque pudo ordenar todo a forma de aprovechar cada mínimo espacio sobrante, sacó dos cajas ligeramente pesadas y las llevó hacia el porche de la casa, pero no sin antes ir contemplando las flores tan bien cuidadas que estaban frente a la casa, los árboles y hasta el pasto estaban muy bien cuidados, su abuela siempre tenía tiempo de sobra para ocuparse de muchas cosas y entre ellas estaba el jardín de su casa. Dejo las primeras dos cajas en el porche antes de regresarse a paso apresurado hacia su camioneta para sacar el resto de cajas, hizo unas seis vueltas sacando todo lo que llevaba en su auto, cada caja estaba etiquetada con el nombre de su dueño, la mayoría de cajas eran de su madre y Ryan, el chico tenía muchos juguetes que quería conservar y es que eran piezas armadas con Legos que iban desde barcos, hasta aviones de guerra, también tenía figuras coleccionables, el chico era fanático de los libros y películas de Harry Potter.
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