Ludmila
Quisiera decir que pasó algo más, pero en realidad me fui después del encuentro con aquel hombre, necesitaba contener mi enojo porque no podía despotricar contra él, porque claramente era quien me pagaría.
El sistema capitalista era una mierda.
Tenía que aguantar que un sujeto con carecía de tacto y ego por las nubes me viera trabajar en unos días y a su vez tenía a un sociópata mirando desde la oscuridad, porque esa era la realidad, no podía no podía sacar de mi cabeza a la persona que miraba desde la altura, aunque puede que no me haya estado viendo a mí, lo cual está bien, pero estaba ahí, mirando a todas y no tenía ganas de ser el blanco de algún asesino serial, todavía era muy joven para morir.
Estaba siendo dramática, lo sabía, pero se levantó antes de que prendieran las luces, se paró y se fue como si nada, cuando podía sentir su mirada en mí, cuando sentía la forma en que me recorría y como quemaba cada parte de mi sistema.
Definitivamente el golpe me había afectado la cabeza.
Suspiré, me cambié y tomé mis cosas para irme después de que Ruth me diera las últimas indicaciones, salí a la calle para esperar a las chicas y tomar aire, con mi mano en los auriculares y la mirada al frente, me quede parada maldiciendo internamente, Christopher se encontraba en la puerta con un cigarro en la mano.
— Te estaba esperando – arquee una ceja.
— No creo que tengamos nada de qué hablar – cruce mis brazos y adapte una pose falsamente relajada.
— Creo que no nos hemos presentado bien – sonrió de lado.
— No tenemos por qué, no lo he visto en mi vida – afirmó. – Además dijo su nombre dentro – una sonrisa come mierda apareció.
— Quizás podemos cambiar eso – estiro la mano – Me refiero a la parte donde tú no te presentas.
— No creo que me interese – se acercó.
— Creo que puede interesarte – sus dientes asomaron. – Lamento lo que pasó dentro – parpadeó.
— ¿Qué?
— Lamento lo que dije, no debería y no quería faltarte el respeto – nuevamente su boca se curvo. – Me he comportado como un cavernícola y lo siento.
— Un gilipollas querrás decir – junto sus cejas.
— Eres española – joder.
— No, tengo amigas de allá. – zanje la conversación.
Estaba flipando y arruinando todo, el imbécil frente a mis ojos me hacía de hablar de más solo porque no podía creer lo que estaba diciéndome, este sujeto tenía todo el porte de idiota, cada parte de su anatomía decía imbécil, entonces… por qué se disculpaba, no parecía algo normal en él, al contrario.
— Perdón creo que oí mal – nuevamente sonrió. – Volvamos al principio ¿Qué dijiste? Creo que me golpee mientras hacía mi rutina – relamió sus labios.
— No lo hiciste – se acercó – Lo siento, en verdad lo hago – estiró la mano
— Espera – levante las manos – Uno, dos – mire el suelo – Bueno creo que sobreviviremos, el mundo no acabara hoy por tu culpa – se rio.
— Tienes sentido del humor – me señalo – Eso es bueno, pero se disculparme cuando es necesario – este sujeto mentía - ¿Estamos en paz? – lo mire con desconfianza.
— No lo creo – miro a uno de los lados.
— Vaya, no estoy acostumbrado a que me digan que no – sonreí con malicia.
— Quizás se debe a qué les pagas – si pecho se movió por la risa.
— Todavía no me es necesario hacer eso – chasqueo la lengua.
— Puede ser que les gusten ricos y viejos – lamió su labio.
— ¿Cómo sabes que soy rico? No me has probado – rodé los ojos. – Quizás antes de que lo hagas podemos salir a comer, me gusta conocer a mis pretendientes – sonreí está vez más divertida.
— Bien te daré el punto por el ingenio – movió la cabeza – Pero no saldré contigo, no te conozco – sacó una tarjeta.
La tarjeta era de un azul oscuro tenía sus iniciales grabadas en plateado, como sobresaliendo del papel, lo podías notar si lo pasabas el dedo por encima, la moví dejando que la luz diera en ella mostrando las letras Company debajo.
Arquee una ceja, supongo que esperaba asombrarme con esto, pero no pasó eso, me resultaba igual que cualquier otro.
— Empresario – moví el rostro – Aunque no aclara de qué, como lo veo puedes ser tranquilamente un acompañante, ya sabes, te acercas a mujeres ricas que sus maridos no miran – volvió a reir.
— Eres ingeniosa, eso es bueno, no todo queda en la belleza – ladee mi rostro.
— Te pesante que porque estoy buena soy tonta – estire la mano con la tarjeta – Para nada, no me creo el cuento del chico rico, no quiero ninguno, tampoco problemas con las ex pretendientes – miro mi mano – Te felicito por tus logros – trate de devolverla.
— No es necesario – guardo las manos en su bolsillo. – No estoy intentando impresionante, simplemente quiero que sepas quién soy. – seguía sin creerle – No tengo ex desquiciadas, si es lo que te preocupa – suspire.
— ¿No te rindes? ¿O es porque dije que no? – consulté.
— Es porque me pareces la mujer más interesante que he conocido, simplemente eso.
Este hombre estaba seguro de sí mismo, se le notaba en la manera en la que hablaba y me observaba, era obvio que esto le funcionaba y seguramente le servía con cada mujer que conocía, pero yo no me impresionaba tan fácil.
Nunca lo hacía.
— ¿Esto te funciona? – de nuevo sus dientes blancos asoman.
— No necesito hacerlo – sube sus hombros. – Por lo general solo les hablo y ya – chasquee la lengua.
— Me imagino, todo un don Juan – me reí.
— Solo tengo facilidad para algunas cosas – su mirada se volvió más profunda – Y soy bueno en otras – el doble sentido fue claro.
— No tengo la certeza de eso – moví mi mano – Como yo lo veo puedes ser un completo mentiroso – afirmó.
— Bien, que tiene que hacer un hombre como yo, para que una mujer como tú le acepte una salida – no lo pensé.
— Desaparecer – dije y escuche la voces de mis amigas – En serio, no me interesa, la verdad me gusta mantener mis asuntos lejos de los idiota – llevo la mano a su pecho.
— No me has dejado demostrarte que no lo soy – dude – Vamos es una salida, a cenar o almorzar, puedes elegir el lugar más público de la ciudad, no me importa, solo quiero conocerte. – lo mire.
— Ella acepta – Jen tomo la tarjeta de mi mano – Le enviaremos un mensaje a este número, señor Christopher Brook – junto sus cejas – Tiene nombre de actor porno – comencé a reir.
— Es lo mismo que pensé yo – ambas carcajeamos – Vamos dilo, eres un acompañante de mujeres mayores – lo molesté de nuevo.
— Lamento decepcionarlas señoritas, pero espero tu llamado informándome el lugar.
Se coloco los lentes de sol, aunque era de noche y camino hacia la calle rodeando un mercedes último modelo que rugió cuando fue prendido y luego cuando se marchó, me quede mirando el auto irse antes de volver la vista a Jenna.
— Ella acepta – mi mano golpeo su brazo – ¿En qué carajos pensabas? No, claramente no pensabas – Char se acercó.
— Esta buenísimo Lu, solo acepta y ya, nadie dice que te vas a casar con él, pero puedes tener sexo casual, acabar con eso que tanto te atormenta – arrugue mi boca – Un hombre como él te hará ver el cielo – movió su cabello oscuro mientras se lo ataba.
— Ella tiene razón – Danna se sumó – Si ese hombre te agarra te vuelve de goma – mordí mi labio.
— Nada de puberto inexperimentado – dijo Jenna – Es horrible acostarte con un hombre que no sabe nada – suspiro.
— Puede tenerla chica – Char negó.
— Ese hombre no – hablo – Viste la marca en su pantalón – abrí la boca.
— ¿Le mirabas el bulto? – subió sus hombros.
— Esta bueno el desgraciado, tienes que admitirlo – suspire.
— Puede ser, pero creo que huele a problemas
Danna afirmo mis palabras con su cabeza y luego hablo.
— Pero son esos problemas que te dejan transpirando y con ganas de más.
Puede que tuviera razón, quizás era así, pero había algo de él que no me terminaba de convencer, o quizás era mi eterna desconfianza contra todo ser humano viviente, algo que tendría que mejorar o no tendría amigos nunca en mi vida.
Comenzamos a caminar de nuevo, estaba vez para volver a casa, paramos en unos de los minimarket para comprar comida y volvimos a emprender viaje, Danna no paraba de hablar de un chico con el que salió la noche anterior, lo había conocido en su trabajo, era un cliente habitual.
— Trabajas en un tienda de ropa interior y compro lencería ¿Qué pretendes de eso? – Char la mira.
— Acostarme con él y olvidarme, nada más, no quiero otra cosa – solté una carcajada – Las relaciones solo sirven para estresarte y yo quiero sacarme el estrés, entonces que hago – nos mira esperando que respondamos.
— Folla – Jen mordió su barra de cereal después de hablar.
— ¿A quién le toca hacer la cena? – consulto.
— A ti – responden todas y suspiro.
— Pero estoy lastimada e incapacitada – se frenaron.
— Por eso te subiste en la tela y el caño, deja de mentir y mueve ese hermoso trasero directo a la cocina.
La mano de Char termino en mi culo mientras subíamos las escaleras para entrar en nuestro edificio, todo marchaba perfecto, hice la cena, nos sentamos a comer con vino, charlamos de la presentación y hablaron de mi baile con Bill, de lo compenetrados que nos veíamos, hasta que parecíamos pareja.
— Es la idea cuando uno hace eso, es que parezcamos una pareja – dijo obvia.
— Creo que le gustas a Bill – suspire.
— No lo creo, pero dejaremos eso así.
No tarde en entrar en la ducha y pasar directo a la cama, me dormí apenas apoye mi cabeza en la almohada, fue instantáneo y me gusto, porque necesitaba descansar de una vez, tenía que seguir curando mi resaca y los rastros de alcohol en mi organismos, los viejos y nuevos.
Me levante de mucho mejor humor, había dormido bien y estaba en condiciones de volver a trabajar, el reposo no me interesaba, no cambiaría mi día o me volvería loca quedándome aquí.
Salí al baño, las chicas estaban por la casa, hice mis necesidades y me fui directo al espejo, bostece y me mire.
— ¡JODER!
Mi grito retumbo en todo el lugar, tenía la mitad de mi cara, más bien mi hijo todo morado, un morado horrible, como si me hubieran golpeado, la puerta se abrió y Danna me miro haciendo un gesto de dolor, necesitaba de nuevo los antinflamatorios, pero también mucho maquillaje, no podía salir así a la calle, no como si nada pasara.
— Eso se ve horrible y doloroso – me toque la zona y me queje
— Duele – suspire.
— ¿Qué paso? – Char apareció – Joder, parece que te hubieran pegado un buen puño – suspire.
— Estoy horrible, tengo un ojo más chico – me mire en el espejo – Joder, está más chico.
— Lo está – afirmaron.
— Por favor – Jenna jadeo – Vamos a maquillar eso o te quedas en casa – negué.
— Maquillaje, ahora.
Lo hicieron, me maquillaron hasta que quede lo más normal posible, tome mis cosas y salí directo al trabajo, aproveche para comprarme un café y un croissant, sí, trabajaba en un café y prefería tomarme otro fuera, no tenía lógica, pero almorzaría allá, alguna ensalada de esas que me encantaba hacer.
Entre y mi jefa me observo, sus cejas se juntaron y rodo los ojos, ella sabía que no faltaba al menos que estuviera casi en coma, era una realidad, así que simplemente señalo las mesas y sonreí.
Deje mis cosas en los locker, ate mi cabello y volví con mi uniforme listo, Han me entrego la libreta y me señalo en la parte trasera de la cafetería, fui ahí esperando que la gente llegara.
El deck de atrás era completamente de madera y daba a un pequeño patio ambientado y decorado por un paisajista, las mesas tenían adornos florares, arriba de un mantel blanco, las sillas que lo acompañaban almohadones en tono tierra.
Empecé a acomodar todas las mesas solo para que estuvieran perfectas, tarareando la canción de mi coreografía y repasando los pasos en mi mente, estaba tan metida en mi mundo que no escuche cuando llegaron.
— Buenos días – la voz grabe a mi espalda me erizo la piel.
No sabía si darme o no vuelta, tenía la gran idea de que me había visto bailando, pero sobre todo sabía quién era, porque fue la misma voz que escuche cuando me desmaye, el mismo acento italiano que me dejo tonta y que ahora me tiene en una encrucijada.
— Bue... – carraspeo después de balbucear como idiota – Buenos días – sus ojos se clavaron en lo míos.
Eran como ver dos pozos de hielo, no había rastro de ninguna emoción en ellos, sus ojos claros parecían tener un gris medio verdusco que te invitaban a perderte en él, su mentón se encuentra cubierto de barba, una que está bien delineada y en proporciones justa.
Joder, estaba buenísimo y tenía toda la apariencia de ser esos que te dejan pidiendo más.
Ludmila, estas trabajando.
Me mordí el labio y lo observe pensando en todas las cosas que me podría hacer, pero el sujeto seguía parado, lo había dejado parado.
— Por favor tome asiento – señale la mesa.
— ¿Qué haces trabajando? – su cuerpo se acercó.
— ¿Qué?
Su mano se levantó para tocar mi rostro, podía oler su perfume importado desde acá, era una mezcla exquisita de Benjuí, especias, madera y ¿Ron?
Dios, hueles exquisito, mi mente estaba en corto.
— Gracias – lo miré aturdida – Pero no me respondiste
¿Lo dije en voz alta?
Acababa de enterrarme en vida, estaba completamente muerta, le había dicho que huele bien ¿Qué me pasaba?