18. ADIOS RIGOBERTO

1164 Words
El hombre está parado al frente mío y me observa con una cara de satisfacción que realmente me disgusta. No quiero ni pensar en la cantidad de imágenes sucias e ideas depravadas que está creando la mente de Rigoberto, con mi rostro en cada una de ellas. Aseguro el locker y escucho el mismo sonido reproducirse al otro lado de la habitación. —¿Nos vamos? —miro al hombre cuya sonrisa se niega a desaparecer. —¿Me vas a llevar a tu casa? —dice el imbécil y estoy seguro de que es solo para provocarme y seguir tanteando terreno. —Eres un soñador por lo que escucho. Mi respuesta hace que el hombre suelte una risotada mientras camina detrás mío a través de los ahora oscuros pasillos de la fábrica. —Sal primero, nos vemos en diez minutos en la antigua fábrica de zapatos. —No seas así Maxi, no tiene nada de malo que salgamos los dos, además ¿qué me garantiza que no me dejas esperando como un idiota? —¿Garantía? Ninguna. Pero si no llego, estoy seguro de que mañana estarás de muy mal humor y querrás desquitarte a golpes conmigo, así que no llegar sería tonto. —Bien —dice por fin— pero podemos ir a otro lugar, yo lo pago. —No es una cita de amor, Rigoberto, estamos hablando solo de sexo y no pienso permitir que nadie me vea contigo. —Bien, bien, pero hasta el chico prefirió un mejor lugar. Veo desaparecer su silueta corpulenta por el portón que lleva al parqueadero y desaparecer. Pienso en que John me cae bien, así que averiguaré por él mañana. Mientras hablo con Juliana por el celular y le digo que salí tarde y que mataré algo de tiempo comiendo por aquí, acaricio en mi bolsillo mi nuevo juguete, una navaja de pescador, la cual no tenía ni idea de lo útil que sería cuando la empaqué esta mañana. Atravieso el gran portón del parqueadero, no sin antes fumar un cigarrillo con el guardia y garantizar que se acuerde que fui el último en salir y que lo hice solo. Una vez fuera en el punto ciego de la cámara, me pongo la capucha de la chaqueta y tomo rumbo al lugar en el cual me debe estar esperando Rigoberto, hecho una fiera por mi tardanza. —¿Cuál damisela, Maxi? ¿Te demoraste para hacerte desear? Ya estaba pensando que me habías dejado esperándote. La antigua fábrica de calzado cerró cuando falleció el dueño y su único hijo no se quiso hacer cargo del negocio, pues llevaba tiempo viviendo en el extranjero, así que años de malas administraciones terminaron en esto. El lugar es una especie de bodega gigante con muchos ventanales altos y grandes grafitis y basura desperdigada por todos lados. Para mi buena fortuna, no hay nadie durmiendo aquí esta noche, así que retiro mi chaqueta y la dejo en el lugar menos sucio que encuentro. Rigoberto imita mi acción y lo veo relamer sus labios mientras desabrocha su cinturón y baja la cremallera de su pantalón. Su estúpida sonrisa no desaparece y eso me está irritando realmente. —Arrodíllate —le digo de manera cortante una vez que de un solo tirón quito su cinturón y lo enredo en mi mano. —Cuando dijiste que no eras un sumiso, no creí que fueras un dominador. Sé suave, Maxi, es mi primera vez en este rol. La situación le está cayendo en gracia, pues una vez que se arrodilla, toca mi entrepierna y sin ningún tipo de tapujo desabrocha mi pantalón y procede a liberar mi m*****o. La siguiente acción del hombre me repugna y me transporta a esa espantosa época, a tantos años de abuso primero por mi padrastro y luego de tantos desconocidos, pero por fortuna ya no soy esa persona sin habilidad de pelea. Ahora el dolor no será para mí, la estimulación que estoy recibiendo de parte del hombre será lo máximo que pase esta noche en materia s****l. Es desagradable de ver, pero infortunadamente mi cuerpo sabe responder a eso y lo hace sin mi permiso. Aprendió a hacerlo, total de no recibir un castigo peor. —Date la vuelta —le digo queriendo terminar ya con este tema. —No te creí tan bien dotado, Max. No seas gentil, no te contengas —dice sumamente excitado Rigoberto— todo el tiempo en que me hizo sexo oral, se estuvo masturbando, así que está tan metido en su fantasía que no hay forma en que vea lo que va a venir. —No te preocupes, no pienso contenerme. Cuando el hombre gira para ofrecerme su trasero, la navaja que me acompaña en el bolsillo de atrás del pantalón cambia a mi mano y de manera hábil recorre de extremo a extremo su garganta cortando la yugular. No sospechó, no lo imaginó, el desgraciado se creyó un maldito tiburón, un ser intocable. Rigoberto no ofrece ningún tipo de pelea, así que no tuve que volverme creativo con el cinturón en mi mano. Sobre la pared, su sangre se confunde con los trazos del fondo, pero aunque la mano del hombre cubre la herida para tapar la fuga, esta sigue escapando pero más lentamente. Un extraño sonido sale de su garganta y me mira con incredulidad hasta que por fin su mirada evoluciona a una de miedo. Está muriendo, eso es innegable. Avanza unos pasos hacia mí, pero yo solo me alejo sin dejar de mirarlo. Estoy seguro que él me tocó a mí, yo a él no. Mis huellas digitales no están en su cuerpo y nunca me vendría en su boca, así que mi único rastro en él es el líquido preseminal al interior de su boca. Cuando por fin cae al suelo y su mano pierde fuerza, el chorro sale nuevamente con potencia creando un gran charco alrededor del hombre. Tomo un pequeño tarro de aceite de girasol y le lleno la boca con eso para eliminar las evidencias de ahí. ¿Qué si sentí satisfaccion? No, matar no me genera placer, me genera alivio. Es simplemente una persona mala menos en el mundo y estoy seguro que nadie lo va a extrañar realmente. Si acaso la mamá. Pienso en si debo tirar el cuerpo al drenaje o algo asi, pero eso incrementa mis riesgos, así que solo doy media vuelta, guardo la correa en mi maleta, me pongo nuevamente la chaqueta, asegurándome de que la capucha tape bien mi rostro y llego donde la doña para comprar mi acostumbrada arepita con café en leche para la comida. Converso largamente con la doña, quen me dice lo mucho que me hecho de menos y que ha estado preocupada por mí durante mi incapacidad. Su acostumbrada invitación a comer para conocer a su hija no se hace esperar, pero en esta oportunidad ya le puedo decir de frente que no puedo aceptar, pues ya tengo novia.
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