—Bueno, nos queda hoy y mañana para descansar.
Es verdad, el permiso de la licencia de luto son cuatro días hábiles, así que nos queda hoy domingo y mañana lunes. Esta es una buena oportunidad para hacer algo divertido con Juliana.
—Hagamos algo interesante —digo sentándome en la cama —Vámonos de paseo a un pueblo y nos devolvemos mañana.
Puedo notar que le gusta la idea, pero por alguna razón no se atreve a expresar su entusiasmo abiertamente.
—Max, has gastado mucha plata en estos días con la situación de tu mamá, además mientras estuviste incapacitado no generaste horas extras, debes tener ahora menos dinero que de costumbre, si es por mí, por tenerme entretenida no te preocupes, no soy una niña pequeña, no tienes que hacerlo, nos podemos inventar otra cosa para hacer estos días.
Sonrío ante sus palabras, definitivamente esta es la mujer que necesito y quiero.
—Tengo dinero ahorrado —empiezo a explicarle —fui soldado profesional por tres años, más los dieciocho meses en que presté servicio militar. Tengo guardado casi todo el dinero que gané en aquella época.
—¿Qué? —Sus ojos se abren con sorpresa —no me asombra que sirvieras en la fuerza, eso explica lo madrugador que eres, pero ¿cómo es posible que no gastaras casi nada en tanto tiempo de trabajo?
Ya me había empezado a abrir a ella, así que creo que me sentí un poco más confiado para seguirle contando.
—Mantuve mucho tiempo en el área patrullando, además que mientras estás en servicio, el ejército te da comida, dormida y servicio de salud. Por aquella época lo mejor para mí era no salir para evitar meterme en problemas. No tenía un lugar al cual llegar y por obvias razones no quería ir a la casa.
La veo fruncir el ceño y sentarse junto a mí en la cama, así que seguí hablando.
—He tenido ese dinero guardado, pero no había sentido nunca que necesitara o quisiera algo de verdad con él; hasta ahora, así que por favor no me frenes, quiero disfrutar al máximo hoy y mañana, ¿qué me dices?
—¿No me estás mintiendo Maximiliano?
—Claro que no, la vamos a pasar muy bien, ya verás.
Salimos del apartamento cada uno con un morral pequeño y para sorpresa de Juliana, pasamos primero por una tienda de motos. Debo confesar que no soy un sabio en materia de motos, pero sé que me gusta y que no y para mi buena suerte, esos aparatos los entregan casi que con solo el documento de identificación y demostrando haber tenido buena vida crediticia, pero yo adicionalmente tengo a mi favor que la p**o de contado. Ante eso, debo esperar hora y media para tener la moto en mi poder.
—Mientras ellos hacen el papeleo —le digo a Juliana —tenemos otras cosas que comprar.
Me mira con una sonrisa y eso me hace feliz, es raro, puede que hasta tonto, pero así es como me siento.
—¿Casco?
—Cascos y chaquetas —complemento su respuesta —las chaquetas reflectivas son necesarias.
Mi elección de casco es muy sencilla, pero para Juliana no es tan fácil la cosa. Creo que tiene gustos e intereses muy variados, pues hasta los cascos con orejas de gato le llamaron la atención.
—¿Hace cuanto no manejas una moto? —es como si de la nada se acordara del tema y le entrara el pánico.
—Juliana, súbete, no te voy a dejar caer, sé manejar una moto, tengo licencia, está vigente, tenemos buen equipo de protección, vámonos.
—No me regañes —se sube a la moto.
—ja ja ja, no te estoy regañando.
Fueron más o menos hora y veinte minutos de camino hasta las termales del municipio de Guasca. Buscamos en primera instancia un hotel para dejar las cosas y salimos a recorrer el pueblo. El lugar es como cualquier pueblo, solo que aquí el clima sigue siendo frío, aunque es menos frío que Bogotá.
El parque principal está rodeado por los lugares más importantes del pueblo, la iglesia, la alcaldía y los bancos. El resto, son pequeños negocios que se encargan de hacer del pueblo un sitio pintoresco. Debido a que las termales son lo que hace mover el turismo en este pueblo, abundan los locales de venta de trajes de baño, flotadores y ese tipo de artículos.
Hemos decidido comer algo ligero para poder entrar y aprovechar el tiempo en las aguas calientes. Realmente es relajante, o al menos así lo sería si no acabara de ver a Juliana en vestido de baño. No me he considerado un hombre morboso, ni alguien que se fije necesariamente en la apariencia de la mujer, pero realmente habría preferido cerrar esa puerta y no dejarla salir a esa mujer de la habitación hasta que hubiera sido mía.
Bajo saliva pesadamente y tomo con orgullo su mano hasta llegar al lugar. Es una gran piscina y aunque sé que se puede nadar y todo, prefiero disfrutar de la gran vista que tengo, Juliana. Definitivamente, no tengo manos de artista, si las tuviera habría sido capaz de dimensionar con mi tacto, la perfección de su cuerpo. He estado con mujeres, claro, pero ninguna me ha parecido tan bella y perfecta como ella. Siento que la boca se me hace agua de solo pensar en probar el sabor de su sexo y agradezco estar en el agua, si no sería vergonzoso que se dieran cuenta del estado de excitación en que estoy en este momento.
No hay tanta gente como creí que habría y en vista de que el tiempo que podemos estar aquí es muy corto, decido hacer el esfuerzo para sentir el efecto relajante de las aguas y por fin despejar mi mente y disfrutarlo. Sus labios sobre los míos y su cuerpo pegado al mío rompen inmediatamente lo que con tanto esfuerzo había podido conseguir.
—Es hora de salir del agua, más tiempo es peligroso, máximo veinte minutos nos dijeron, ¿recuerdas?
—Es verdad —respondo siguiéndola de manera obediente —tal vez el pueblo nos sorprenda con la actividad nocturna.
—Ya veremos —me dice dirigiéndonos a la habitación —por el momento yo tengo otros planes —pásame tu celular —me dice una vez que ingresamos a la habitación.
Eso me parece extraño y aunque no me agrada eso de estarle entregando el celular desbloqueado a la pareja, la verdad es que mi celular no tiene nada de raro ni que esconder, así que se lo entrego sin chistar. Solo lo apaga, no hace nada más.
—Ahora si, Maximiliano, tenemos una tarea que terminar y ya no habrá interrupciones por parte del celular.
Ella está pensando lo mismo que yo, desea al igual que yo que tengamos sexo. La veo retirar las dos prendas de su traje de baño y estar parada frente a mí, tal cual Dios la trajo al mundo. ! Perfecta! No hay otra palabra mejor para describir lo que veo. Mi pantaloneta cae al suelo y sin más invitaciones me acerco a ella para por fin terminar con aquello que ya hemos sido interrumpidos varias veces.