INCAPACIDAD

1135 Words
La mirada de Rigoberto brilla de manera maliciosa, apura el movimiento de sus manos para guardar sus pertenencias y se dispuso a salir tras John. —¿Cuál es tu maldito problema Rigoberto? — grito mientras golpeo la puerta metálica del locket más cercano. —¿De qué hablas? — me mira con burla. —Estás hostigando a ese chico, solo porqué no me interesa tener sexo contigo? —la mueca de su rostro cambia a una de espanto ante las palabras que acabo de decir —¿Qué? ¿Eso no debía decirse en voz alta? ¿Temes que alguien escuche que eres un maldito cobarde y que prefieres la compañía masculina? Tarde, todos saben que eres gay. La mirada del hombre destella rabia pura y se para derecho, para tratar de intimidarme con su corpulencia. —Repite eso, Maximiliano. —No me interesa lo que hagas, siempre y cuando lo hagas lejos, dónde yo no me dé cuenta — soy de constitución promedio, pero aun así, enfrento su mirada sin miedo —Quiero escucharte decir que lo entiendes y que te alejarás del muchacho. Una risotada retumba por los largos pasillos vacíos. —Vete a la mierda Maximiliano, nadie te va a creer nada. El maldito sale del área dejándome con la certeza que seguirá hostigando al chico, así que espero que John ya haya cogido transporte, pues debo cambiar mi calzado y guardar mis otros elementos antes de salir. Tomo el celular y lo primero que encuentro es la respuesta de Juliana, diciéndome que cuadremos para estos días una salida, lo cual es suficiente para mí en este momento. La calle está desierta y la mayoría de las luminarias están fundidas, dando una sensación fantasmal a la fea cuadra. Estoy a solo dos casas de llegar a la zona de puestos de comida, cuando de entre las sombras una figura me sorprende y me golpea fuerte en las costillas y el estómago con un palo, dejándome sin aire y en el suelo. Es Rigoberto, el maldito me cogió a mansalva. Un par de chicos ingresan a la zona y eso hace que el hombre salga corriendo en dirección contraria, dejándome ensangrentado en el piso, pero antes de irse alcanza a decirme: —No sé cuál santo te cuida Maximiliano, es la segunda vez que te salvas, pero este trabajo, si lo termino, espérame — lo veo desaparecer en la oscuridad de la calle. Me aferro a mi maleta y hago lo posible por levantarme, pero el dolor en las costillas hace que me doble y no pueda estar derecho. Los dos chicos se acercan a ayudarme y me acomodan en una de las butacas de los puestos de comida, dando la causalidad que pasa una patrulla de policía, así que de paso pongo el denuncio del ataque. Me dan treinta días de incapacidad y el incidente queda registrado como un intento de robo. Mi amado jefe no está contento con mi incapacidad, pero legalmente no puede hacer nada. Aunque mi umbral del dolor es alto, llegar al cuarto piso de mi edificio es un verdadero suplicio. Mi movilidad es restringida, debo tomar medicamentos contra el dolor y eso me genera ansiedad, pues mi mente ya está enumerando la cantidad de problemas que eso representa viviendo solo: 1. No podré mantener el apartamento tan limpio como suelo tenerlo. 2. No puedo subir y bajar las escaleras seguido para comprar mis alimentos, así que tendré que cocinar. 3. Solo sé cocinar lo básico, así que aunque aún no empiezo a hacerlo, ya estoy aburrido del sabor de los mismos tres alimentos. 4. En muy poco tiempo se me acabarán los alimentos para cocinar. 5. Moriré de aburrimiento en este lugar. Estoybuscando soluciones a mi problemática, cuando la solución decidió llamarme. Mi celular suena y miro que es la señora María, así que contesto rápidamente: —Señora María, olvidé avisarle que estoy incapacitado, que pena — digo de inmediato —pero no se preocupe que yo le pago el almuerzo normal. —Hola, Maximiliano, no te preocupes por eso, ya Leidy me contó que son treinta días en que no te tendremos por aquí —escucho la voz preocupada de la mujer —la seguridad de esta ciudad está cada vez peor. Su afirmación es muy cierta, entre más grande es la ciudad, más delincuencia hay, pero lejos está ella de saber que la maldad también se esconde en los muros de la fábrica. —Es verdad, señora María, pero afortunadamente no quedaré con secuelas, así que no se preocupe —voy a seguir hablando cuando la mujer me interrumpe. —¿Cómo que no me preocupe Maximiliano? Yo sé que tú vives solo, no tienes quien te cuide en estos días, así que dame tu dirección, ya Juliana me dijo que vives cerca, sé que no podemos cuidarte siempre, pero te garantizo que no te voy a dejar morir de hambre, sería muy mala católica si no te ayudo. No me fue posible convencer a la mujer de no venir, así que después del turno, madre e hija están paradas en mi puerta. Es algo vergonzoso que la mujer que estoy pretendiendo, me vea en estas condiciones, aunque no puedo negar que me encanta la sensación de ser cuidado y eso afianza mi decisión de tener una relación y por qué no, pertenecer a una familia en el futuro. Inicialmente, la señora María propone que Juliana pase por mi casa cada noche y me deje los alimentos, propuesta que obviamente yo rechazo, teniendo en cuenta que no me agrada la idea de Juliana devolviéndose sola a esa hora de la noche, así ella diga que se sabe cuidar sola. —Yo no puedo venir todos los días, mi Max, vives en un cuarto piso sin ascensor y ya no tengo la resistencia de hace unos años, pero Julianita podría quedarse contigo mientras te recuperas — dice la señora María, haciendo que Juliana y yo quedemos incrédulos ante lo que escuchamos —no me miren así que no es algo loco teniendo en cuenta tu condición Maximiliano, prácticamente no te puedes mover, así que no representas un peligro para mi hija. —¡Mamá!—grita Juliana abochornada por el comentario de su madre. —Pero si es verdad Juliana, no tengo idea de como hizo este hombre para bañarse y tener todo tan limpio, mira, está más limpia que nuestra casa — y señala en todas las direcciones. Inicio a reír por la pequeña y graciosa escena hecha por las mujeres, pero también me duele reír, así que a la final no sé si estoy doblado por la risa o por el llanto. —¿Ves lo que te digo? Mira al pobre — y mira a Juliana mientras me señala con una mano.
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