12. ESCAPE DEL MAL

1419 Words
No pude opinar mucho en ese asunto, la señora María simplemente decidió que Juliana sería mi enfermera personal. No es que no quiera tenerla cerca, pero lo que dice la mujer no está muy alejado de la realidad, no estoy en condiciones de hacer, ni intentar nada. Al día siguiente, temprano en la mañana, Juliana llega a mi puerta con algunas pertenencias, lista para instalarse en mi apartamento por un tiempo. Aunque de cierta manera me entusiasma la idea, también siento cierta frustración y hasta humillación al exponerme en este estado de vulnerabilidad frente a la mujer que me interesa. Esta mañana, el desayuno me sabe a gloria gracias a Juliana, quien se encarga de cocinar para mí. El efecto calmante de las pastillas para el dolor, me dejaron disfrutar de casi dos horas adicionales de sueño, lo que significa que cuando Juliana llegó, yo apenas estaba empezando a arreglar la habitación y bañarme aún estaba en mi lista de pendientes. Tuve que aceptar sus regaños por no descansar lo suficiente según ella y no quedarme quieto, pero ella no comprende que a pesar del dolor, me niego a convertirme en una carga total. Me agrada ver que se preocupe por mí; creo que es la primera vez en mi vida que experimento una sensación real de cuidado. Coloca el almuerzo que la señora María envía sobre la pequeña mesita de la cocina y transfiere su contenido a una olla, luego lava el recipiente antes de llevarlo consigo. Me hace unas cuantas recomendaciones que me sacan una sonrisa, finalmente, me pide prestadas mis llaves para inicia su recorrido al trabajo. La veo alejarse y desaparecer tras la puerta de mi modesto apartamento de renta y de alguna forma todos mis problemas se sienten desaparecer. Fragmentos de mi vida vuelven a mí y recuerdo aquel inesperado suceso al cual me aferré en mi juventud y gracias al cual pude escapar de aquella tortuosa vida. Tal vez Juliana, represente mi nueva tabla de salvación y pueda terminar de dar el paso a eso que muchos llaman una vida feliz. ¿Merezco dejar de sobrevivir para por fin vivir? Ahora creo que sí. Para muchos, prestar el servicio militar obligatorio puede ser considerado una pérdida de tiempo, en el cual la juventud se desperdicia aplazando actividades que pueden ser consideradas realmente importantes para su futuro. Pero, en mi caso, fue lo que me permitió escapar de la banda y hacer que perdieran mi pista. Por aquella época, el servicio militar duraba dieciocho meses y te podían mandar a cualquier base militar del país. Recuerdo una noche en la que el ejército realizó una redada en el barrio y yo aún era menor de edad. Con apenas dieciséis años recién cumplidos, el cabo primero no creyó mi edad por no tener documentos, así que me hizo subir a la NPR junto con los demás muchachos que recogieron en aquella ocasión. No había considerado regresar al pueblo y enfrentarme nuevamente a mi madre y ese hombre, pero era un requerimiento del Estado. El cabo que me hizo subir al vehículo captando de alguna manera mi situación, se empeñó en no dejarme ir, así que llegué a la casa escoltado por dos soldados profesionales para que no me escapara, recogí mis papeles y de paso mi madre supo dónde averiguar por mí. No es que hubiera estado muy pendiente, pero si me visitó en el batallón en dos oportunidades y fue así que me fue imposible romper el contacto con ella nuevamente. Cosas buenas salieron de ahí, pues aunque ese ambiente fue muy duro para algunos, ese no era mi caso. Ese lugar no solo me garantizaba techo y comida, sino que nos daban "instrucción", el cabo decía que yo tenía facilidad para este tema y era bueno cumpliendo órdenes y me convenció para validar el bachillerato, lo cual pude hacer gracias a que me apadrinó. La realidad es que no soy bueno cumpliendo órdenes, al menos no lo era en aquellos días, pero estar en actividad constante ayudaba mucho con mis crisis de ansiedad por no estar metiéndole de manera constante porquerías a mi organismo. Después de eso, fui soldado profesional por tres años. Inhalo profundamente y una punzada de dolor me golpea, haciendo que vuelva al presente y recuerde que es hora de mis medicamentos. No moriré de esto, pero carajo, como duele. Muy a mi pesar, el dolor constante debido al movimiento, hace que no pueda hacer la mayoría de las cosas que quiero, así que debo conformarme con darme un baño y poder levantarme para calentar el alimento y tomar agua. Desde la cama, miro mi armario y agradezco tener ropa suficiente para mínimo quince días, pues evidentemente no voy a poder lavar y aun cuando Juliana y la señora María aseguraron que ellas se encargarían de eso, guardo la esperanza de que escondiendo la ropa se olviden del tema y yo lo pueda hacer más adelante. Sonidos provenientes de la cocina me hacen reaccionar y darme cuenta de que me había quedado dormido y que ya es de noche. Demoro mucho, pero evidentemente llego hasta dónde está Juliana y la saludo. —No debiste levantarte, ya casi te llevaba la comida —dice ella llegando hasta mí para ayudarme a llegar hasta una de las sillas del rústico comedor. —Esas pastas me hacen dormir mucho —respondo aceptando el brazo que me ofrece —debe ser malo tanto tiempo en una sola posición, además que hablar un rato no me parece una mala idea. Miro el apartamento y me doy cuenta de que ella debió haber llegado hace un buen rato, pues muchas de las tareas que tenía en mente, como pendientes, ya están hechas. Una comida sencilla es puesta en la mesa e iniciamos a comer mientras escucho cómo fue su día. —No te estreses por el aseo Max —me dice haciendo que me sorprenda por el comentario. —Ya me di cuenta que eres quisquilloso con ese tema —dice mientras le unta mantequilla a una galleta —pero tienes tan limpio todo y tu depa es tan pequeño que solo debo mantenerlo. Me asombras. —No puedo evitarlo, soy fanático a la limpiez¿te incomoda eso de mí? —pregunto curioso mientras escudriño su rostro. —Es inusual, pero no necesariamente malo. Tu mujer será afortunada porque veo que eres de los hombres que ayudan en la casa —su mirada en este momento está en todos lados, menos en mí. —Siento que perdí todos los puntos ganados —por fin vuelve a mirarme —en cualquier momento debe aparecer alguien que sí pueda compartir momentos más divertidos que limpiar, cocinar y servir de bastón —digo con poco de melancolía pensando en las ilusiones tontas que ya me había alcanzado a hacer. —No seas tonto —se acerca y me da un beso suave —no estoy segura exactamente de en que punto estamos, pero si sé que nadie más se me va a acercar, es más, el hecho que tú lo hicieras resultó una completa sorpresa para mí. —Eso es imposible, Juliana, no puedes decirme que no hay nadie más detrás de ti ¿o sí? Una sonrisa sin gracia asoma de sus labios. —Hay alguien, su nombre es Jefferson. Es mi ex novio, pero él no quiere aceptar que terminamos y no hace, sino insistirme para que nos encontremos y hablemos, incluso me ha estado esperando en la puerta de la casa estos días. —Así que en parte soy un escondite —le digo entendiendo en parte el motivo por el cual la señora María insistió en que Juliana se quedara conmigo. —No lo tomes así Maximiliano, igual quiero cuidarte y tal vez esta sea una rara treta del destino, ¿no lo crees? Destino, no me gusta la idea de que eso exista, si creo en ello es como admitir que no hubiera forma de escapar a la mala vida que he tenido y que estoy condenado a continuar por la misma línea hasta el final de mis días. Destino debe ser hermana de sueño y de muerte y si todo eso existe, indudablemente hay algo después de la muerte y el lugar al que irá mi alma al abandonar mi cuerpo, no puede ser un buen lugar debido a mis pecados. Solo pensar en eso da miedo. —Cuéntame un poco de ese hombre y del tipo de relación que han tenido.
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