Kalani entró a la habitación de Ava, traía consigo su ropa limpia y planchada, colgó todo en su grande armario.
—¡Estoy feliz! —exclamó la mujer, sonriendo, descarada.
Kalani la miró, y sonrió, como si compartiera su felicidad, aunque en realidad aborrecía a esa mujer con la vida entera, desde el internado, donde se conocieron.
—¿Por qué tanta felicidad, señora?
—Hoy muere Saint Granndach, ¿No es maravilloso celebrar la muerte de una rata como él?
Kalani sintió un escalofrío terrible que recorría su columna vertebral.
—¿Qué hizo? —exclamó asustada
—Le daremos a beber un té con veneno, la misma mucama estúpida se lo dará, luego la inculparemos de haberlo matado, diremos que ella viene de parte de Welling o cualquier enemigo de Kendrick, al fin me desharé de ese paralítico.
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